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Campanella estrena nuevo filme en Chile: «El debate entre realismo e idealismo es el dilema del hombre moderno» CULTURA

Campanella estrena nuevo filme en Chile: «El debate entre realismo e idealismo es el dilema del hombre moderno»

«El cuento de las comadrejas» narra la historia de un grupo de viejos astros del cine cuyo tiempo de gloria ya pasó, que viven encerrados en una mansión a las afueras de Buenos Aires, y su encuentro con una dupla de jóvenes que quieren quitarles su casa para un proyecto inmobiliario. En conversación con El Mostrador, el cineasta cuenta que esta nueva cinta es un homenaje a las «viejas glorias» del cine trasandino, pero también una reflexión sobre el amor y la amistad a lo largo de toda una vida.


Después de diez años de El secreto de sus ojos, la película con la que ganó el Oscar como Mejor Película Extranjera, el argentino Juan José Campañella vuelve con una cinta de ficción, que se estrena este jueves en Chile. El cuento de las comadrejas narra la historia de un grupo de viejos astros del cine cuyo tiempo de gloria ya pasó, que viven encerrados en una mansión a las afueras de Buenos Aires, y su encuentro con una dupla de jóvenes que quiere quitarles su casa para un proyecto inmobiliario.

Filmada con varias glorias del cine argentino –Graciela Borges, Óscar Martínez, Luis Brandoni– y un integrante de Les Luthiers, Marcos Mundstock; además de Nicolás, el hijo de Guillermo Francella y la española Clara Lago, rinde homenaje a una cinta trasandina de 1976, Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976), de José Martínez Suárez.

Con excepción de El secreto de sus ojos, este director tenía acostumbrado a su público a películas más livianas como El mismo amor, la misma lluvia (1999), El hijo de la novia (2001) y Luna de Avellaneda (2004).

El cuento de las comadrejas, aunque tiene tono de comedia, incluye infidelidades, embaucadores, asesinatos y muertos bajo el catre. Según el diario Clarín, se trata de «una película que es digna de su firma, reconocible en sus diálogos. Y que es, también, una manera de homenajear al cine argentino de oro que fue, y que, sin que se le piante un lagrimón a Campanella, tal vez nunca volverá».

En entrevista con El Mostrador, el director destaca dos temas en su película: el choque entre «románticos» (los «viejos») y «pragmáticos» (la dupla juvenil inmobiliaria), por un lado y, el amor de larga data -entre la vieja estrella de cine Mara Ordaz y su partner Pedro de Córdova, un actor menor en la historia–, por otro. Este tema está en todas las cintas de ficción del cineasta.

Homenajes

Campanella tenía en mente la historia desde 1997. Posee una larga trayectoria filmando en Estados Unidos, donde desde 1992 ha realizado varias series de televisión –»Law & Order», «Colony»– y le alucinaba transitar en Los Angeles por los mismos espacios que habían recorrido las viejas glorias de Hollywood, como Humphrey Bogart o Lauren Bacall. «Estaba fascinado con el cine clásico. Pasaba por la casa que había sido de Billie Wilder, los estudios Universal… no podía creer que Humphrey Bogart salía del café de Rick y caminaba por estas calles», comenta.

Su intención con su nueva cinta era hacer un homenaje «al cine de cuando uno iba a olvidarse de todo y a meterse en una historia estilizada, de fantasía. Así nació el primer boceto de la película».

Justamente una vieja gloria de Hollywood, Anthony Quinn (1915-2001), hizo su propio aporte a esta cinta. En su momento, Campanella compartió con él el filme argentino original de 1976 y el actor estadounidense le sugirió que el personaje de Brandoni, que en la historia es un actor no reconocido y menor, tuviera una faceta artística aparte, en vista de que el propio Quinn también fue pintor y escultor. Campanella recogió el guante y ello se puede ver en la película.

Otro de los objetivos fue recrear el ambiente de la gente del mundo del cine. Eso se plasma en los diálogos, con constantes alusiones al séptimo arte, que mantienen «los viejos», entre ellos: los actores (Mara y su esposo), el director de cine Norberto Imbert (Martínez) y el guionista Martín Saravia (Mundstock). «Quería que fuera gente que viera su vida como ve el cine», señala.

Viejos cracks

Lograr reunir a estos «viejos cracks» del cine argentino fue clave. «Siempre tuve claro que debían ser cuatro glorias que nadie soñara nunca haber visto juntos. No bastaba con que fueran cuatro grandes actores de teatro».

Campanella logró sumar a Graciela Borges tras filmar con ella un episodio de la serie argentina «El hombre de tu vida» (2011), que tuvo en Chile su remake en 2013, protagonizado por Boris Quercia y Francisca Imboden. Le mandó el guión e incluso le dijo que, si no le gustaba, no habría película, porque había pocas actrices con su refinamiento y su garbo.

«Ya con ella, el resto del elenco no te voy a decir que fue más fácil», pero allanó el camino. Brandoni le sumaba credibilidad en su calidad de antiguo galán del cine argentino, igual que el «indiscutible» Óscar Martínez.

El «luthier» Mundstock fue el último en sumarse y, si bien nunca había tenido tal protagonismo en una película, salió airoso en este desafío. Campanella había dirigido la grabación de un espectáculo de Les Luthiers y al verlo en cámara «le cayó la ficha».

En cuanto a los «jóvenes», al joven Francella lo ubicaba desde la filmación de la serie «El hombre de tu vida», mientras la española Lago fue sumada tras un casting en Madrid, aunque Campanella buscaba una actriz argentina. Lago es una de las protagonistas de la cinta española más taquillera de todos los tiempos, Ocho apellidos vascos (2014), con diez millones de espectadores.

«Los dos tienen un gran desafío: ser los antagonistas de estos cuatro ‘monstruos’ para la audiencia. Pero aparte tienen diferencias entre ellos, no son el mismo tipo de villano: ella es una persona que sabe que lo que está haciendo no es correcto y no le importa, el otro es un tipo que se autoengaña y piensa que está todo bárbaro, que los viejos están exagerando y que les está ofreciendo un negoción y estaría chocho si lo invitan a tomar un café después de la venta».

«Ambos lo hacen bárbaro», remata.

El propio acercamiento de Campanella a la «tercera edad», según comenta sin dramatismos, fue otro de los motores para hacer el filme, considerando que los «viejos» además son una constante en sus películas. «Desde chico me gustaron los viejos, siempre escuché mucho a los viejos. Nunca tuve esa sensación de metafóricamente ‘matar al abuelo, matar al padre’. Al contrario, siempre me pareció que teníamos que aprender  de ellos. Crecer y cambiar, claro, pero siempre desde esa base, porque así se avanza», cuenta.

Esto, de hecho, Campanella lo extrapola a la situación de su propio país. «En Argentina pasa mucho que cada generación cree que descubre todo y quiere empezar de nuevo y estamos siempre empezando de cero. Especialmente, donde hemos tenido unos directores de cine en los 40 y 50 que los estudiantes de cine no saben ni que existen y eran geniales», se lamenta.

Idealismo vs. realismo

Aún así, para el trasandino el tema de la película no es tanto la vejez, sino el amor y la amistad a través del tiempo, específicamente «ese amor que Pedro y Mara habían guardado en un cajón, y cómo salía de ese cajón para volver a sentirlo» y, por otro lado, «el pragmatismo versus el romanticismo».

El amor no solo está presente en sus películas anteriores, sino en su propia experiencia de vida: Campanella lleva veinte años casado con su mujer, la vestuarista Cecilia Monti, con quien tiene un hijo y señala que uno constantemente está «reinventándose y buscando cosas y reacomodándose».

En cuanto al romanticismo versus el pragmatismo, si bien en su película está puesto en protagónico y antagónico, «en la vida real lo vive uno, siempre, adentro. Es un dilema que tiene uno siempre adentro, que son decisiones que debemos tomar todos los días. A veces gana uno, a veces gana el otro, a veces se encuentra una combinación, pero me parece que es el dilema más grande del hombre moderno».

En esta película, los románticos estarían encarnados por los «viejos», mientras los «pragmáticos» serían los jóvenes. «El conflicto no es tanto entre viejos y jóvenes. De hecho, a muchos jóvenes en el cine les gustan estos ‘viejos’: los encuentran transgresores, no son ‘buenitos’ ni mansos». En cambio, los miembros de la dupla juvenil «son turros, pero lo hacen todo legal».

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