Opinión
Gran parte de nuestra sociedad trata a las personas con Síndrome de Down como si fueran eternos niños, cuando en realidad se comportan como adultos; muchas veces, con mayor madurez que varias personas que conozco. Tampoco respetamos su sexualidad, a pesar de que es un tema natural, al igual que para todos los seres humanos. En ellos la hemos infantilizado, hasta el punto de ser un tema tabú y completamente invisibilizado.
Es titulado de pedagogía, ha escrito dos libros y protagonizado una película. Hablamos de Pablo Pineda, español con Síndrome de Down y quien se transformó en ejemplo de superación en todo el mundo.
Felipe Belmar es chileno y también destaca por su determinación al ser el primer compatriota con esta condición en obtener un título, al graduarse de Técnico Agrícola en 2015. Ambos evidencian que son personas que pueden hacer una vida absolutamente normal y ser lo que quieren ser.
Definitivamente, su inclusión depende de la sociedad en conjunto, pero -sobre todo- del apoyo y respeto de su entorno más cercano. Éste será clave en su empoderamiento e independencia si les dan la oportunidad de sacar su máximo potencial o como también pasa, y mucho, se transforman en la primera gran barrera por sobreprotección y miedo a que los hieran o discriminen.
Hoy vemos personas con Síndrome de Down que son modelos, diseñadores de vestuario o profesores de zumba. Éste último es el caso de María José Ortiz (Majo), una argentina de 33 años que se hizo conocida por un video en internet que se transformó en viral como instructora con Síndrome de Down. Hace dos años fue certificada como profesora de esta disciplina de baile. Esto no fue nada fácil para ella, pero al igual que los casos de Pablo y Felipe se debió netamente porque su entorno familiar le dio el apoyo de ser criados como uno más.
En nuestro país tenemos a Eduardo Cáceres, primer joven con Down certificado de instructor de zumba y actual profesor en la Academia de Rodrigo Díaz. Con Fundación Ronda tuvimos el privilegio y honor de apoyar a María Paz Mancilla, joven de Puerto Montt que en enero de este año logramos que viajara a Viña del Mar y obtuviera su nueva herramienta de trabajo: su certificación como instructora, la que estrenó bailando junto a Rodrigo Díaz frente a 15 mil personas en el escenario The Color Run ConCón.
Si bien en Chile la sociedad les ha ido otorgando mayor espacio, en ámbitos educacionales o laborales, aún estamos en deuda con ellos en brindarles las herramientas necesarias para que se desenvuelvan con mayor naturalidad en un ambiente cotidiano.
Nos estamos perdiendo la tremenda oportunidad de conocerlos, de trabajar en conjunto y de compartir una experiencia maravillosa de igualdad y apertura. Cabe recordar que uno de cada 300 nacidos vivos en Chile tiene esta condición, superando la media internacional de uno cada 600 ó 700. A pesar de ello, el avance en términos de inclusión real es comparativamente más lento que en otras partes del mundo. Más preocupante aún, si pensamos que actualmente la esperanza de vida de quienes tienen Síndrome de
Down es de 50 años, cifra que viene en aumento desde las últimas décadas. Entonces, ¿no les vamos a dar la oportunidad de desarrollarse con personas integrales y empoderadas?.
Hoy, que es el mes de la concientización del Síndrome de Down, los invito a reflexionar sobre este tema. Por mi parte, les comento que estoy convencida de que a la hora de interactuar con personas con Síndrome de Down no debemos hacer diferencias, ni positivas ni negativas. Esto es el mejor regalo que les podemos entregar: darles la oportunidad de demostrar quiénes son, qué quieren y que sientan la satisfacción de lo que pueden conseguir. En definitiva, permitirles vivir una vida libre de prejuicios.
Los invito a revisar en YouTube la increíble campaña de concientización de la organización Down21 #notspecialneeds. Habla de lo mismo. Son personas que quieren lo mismo que nosotros: un trabajo, amigos, oportunidades y algo de amor.
Seamos realmente inclusivos. Veamos más allá.
