Dada la vulnerabilidad de nuestro país a los cambios en el clima, es momento de repensar cuáles son las medidas a tomar. La prioridad debe estar en prepararse para una mayor profundidad y frecuencia de eventos climáticos extremo.
El sostenido incremento en la temperatura está provocando un calentamiento gradual del planeta y en consecuencia, un cambio en el clima. De acuerdo al IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático), el responsable sería la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), principalmente el carbono en forma de CO 2 , que resulta del uso masivo, desde los inicios de la era
industrial, de combustibles fósiles: petróleo, gas y carbón. Estos gases al alojarse en la atmósfera incrementan el efecto invernadero y con ello la temperatura del planeta.
El CO 2 representa el 65% del total de las emisiones equivalentes de GEI, y proviene principalmente del uso de combustibles fósiles para la generación de energía. De ahí que para combatir el cambio climático resulta fundamental transitar hacia otras fuentes de energía que no emitan CO 2 . La transición hacia estas fuentes no es una tarea simple, pues, el 80% de la energía consumida globalmente proviene del uso de los combustibles fósiles.
El combate al cambio en el clima se coordina a través de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) y en particular, el IPCC tiene la misión de elaborar los estudios que permiten proyectar el impacto en el clima del incremento en la temperatura. La primera meta recomendada por el IPCC fue limitar el incremento en la temperatura a fines de este siglo a no más de 2°C, medidos respecto de la era pre-industrial. Sin embargo, en la Conferencias de las Partes de las Naciones Unidas, celebrada en París en 2015, se acordó aunar esfuerzos a fin de lograr una meta aún más ambiciosa, consistente en limitar el aumento en la temperatura a no más de 1,5°C.
¿Qué tan probable es lograr estabilizar la temperatura?
En marzo de este año un informe del IPCC, aún en calidad de borrador, confirmó algunos resultados ya conocidos. El informe señala que para lograr la meta de estabilizar la temperatura será necesario que gran parte de esta transición se concrete, no en un futuro lejano, sino en los próximos 30 años. De esta manera, las energías que no emiten CO 2 , entre las que se cuentan las energías renovables, la biomasa y la energía nuclear, deberán suministrar alrededor de un tercio del total de la energía primaria en 2030 y cerca de dos tercios en 2050.
La velocidad de la transición desde fuentes de energía fósil hacia otras que no emitan CO 2 se refleja en la magnitud del precio global del carbono. En efecto, la rapidez y magnitud de esta transición implica que se requerirá de un precio global del carbono sustancialmente mayor a los valores actuales. Por ejemplo, William Nordhaus, académico de la Universidad de Yale, estima que en 2020 el precio global del carbono debería ser de US$40 por cada tonelada de CO 2 emitida, y subiendo progresivamente hasta alcanzar los US$100 en 2050.
Estabilizar la temperatura también requerirá de reducciones de gases de corta vida con forzamiento radiativo positivo, como metano, carbono negro, e hidrofluorocarbonos, éstos últimos usados en la refrigeración y en el aire acondicionado, lo que también implica prevenir la contaminación del aire, con beneficios colaterales en el desarrollo sustentable en términos de una mejor salud. Sin embargo, la reducción de sulfatos en la atmósfera, provenientes principalmente de la combustión del carbón, si bien, ayuda a descontaminar el aire, contribuye a aumentar el efecto invernadero, ya que, el sulfato tiene un forzamiento radiativo negativo, es decir, su presencia contribuye a enfriar el planeta.
Seguir con los actuales niveles de emisiones implicará copar en no más de 20 años el stock adicional de CO 2 , compatible con la meta de estabilizar la temperatura. Así las cosas, es cada vez más necesario capturar el CO 2 presente en la atmósfera por la vía de la forestación y el uso de biomasa con captura y almacenamiento de carbono, ya que la tecnología de captura y secuestro de carbono en centrales termoeléctricas — a una escala masiva — aún no está disponible.
Un antecedente adicional es el reciente estudio publicado por la empresa petrolera internacional Royal Dutch Shell. En efecto, Shell sorprendió con un estudio energético, en el cual llama a adoptar medidas más ambiciosas para enfrentar la amenaza del calentamiento global. Shell advierte que la simple extensión de los actuales compromisos tomados por las naciones en el
acuerdo de París, sería insuficiente para estabilizar la temperatura según las recomendaciones del IPCC. Según la petrolera, a pesar de que los países están empezando a reducir sus emisiones, estabilizar la temperatura será un desafío mayor, en parte, debido al incremento en el uso del carbón en los países en desarrollo, principalmente China y la India y porque, si bien, los países
desarrollados están fomentado el uso de energías renovables, éstas deben ser respaldadas con gas que, por una parte, emite CO 2 durante su combustión, y por otra, está asociado a fugas de metano, las que ocurren durante su proceso de extracción.
Cabe señalar que las petroleras como Shell, están siendo demandadas por el gobierno de la ciudad de Nueva York. En la demanda se solicitó a estas empresas cubrir los costos de adaptación de la ciudad a los efectos del cambio en el clima. A ello, se agregan las crecientes presiones que los inversionistas están ejerciendo sobre las empresas relacionadas directamente con el uso de combustibles fósiles, quienes abogan por acciones concretas y más decididas en pro de los objetivos de París.
En buenas cuentas, y si bien, cada vez existe una mayor preocupación por el calentamiento global y sus efectos en el clima, al parecer, será muy difícil lograr la meta de 2,0°C, mientras que la meta de 1,5°C se ve prácticamente inalcanzable. Lo concreto es que, a pesar de la retórica, la temperatura global ha aumentado en promedio en 1,0°C, respecto de la era pre-industrial, mientras que el uso de combustibles fósiles y sus consecuentes emisiones de CO 2 , continúan creciendo.
Las políticas climáticas en Chile
En Chile el enfoque ha estado en la mitigación de emisiones de CO 2 . Es así como en septiembre de 2014 se publicó la ley 20.780 que estableció la aplicación de impuestos ambientales a las emisiones de contaminantes locales y de carbono. La ley definió un impuesto al carbono de US$5 por cada tonelada de CO 2 emitida, cuya vigencia recién comenzó en 2017. El gravamen afecta sólo a los grandes emisores, en su mayoría centrales termoeléctricas. Si bien, no es claro el origen de este valor, es posible que se haya definido siguiendo el ejemplo de México, país que con alguna anterioridad había definido un valor similar. En cualquier caso, el impacto de esta tasa impositiva ha sido principalmente recaudatorio, pues, no hay mayor evidencia de que efectivamente haya promovido reducciones de emisiones de CO 2 .
Chile también comprometió reducciones en el acuerdo de París. La meta se estableció en términos de reducir en 30% el índice de emisiones por unidad de PIB en 2030, respecto de su valor en 2007.
Si bien la meta se estableció para 2030, el proceso de reducciones debe empezar mucho antes, situación que justifica que en 2017 el Gobierno diera inicio a los estudios de reducción de GEI en el sector de energía, principalmente orientados a identificar medidas de abatimiento en la generación de electricidad. Es así que en 2017 el Ministerio de Energía publicó su Propuesta de plan de mitigación de gases de efecto invernadero para el sector de energía.
En materia de adaptación los esfuerzos han sido más bien modestos. El Plan de Acción Nacional de Cambio Climático 2017-2022, elaborado por el Ministerio del Medio Ambiente, si bien, incluye como uno de sus ejes de acción a la adaptación, no precisa acciones concretas en esta línea, y principalmente, se refiere al monitoreo, obtención de información y elaboración de estudios que permitan evaluar los impactos del aumento global de la temperatura.
Con todo, las reducciones en las emisiones de CO 2 en el país, más que un resultado de las políticas energéticas y climáticas locales, obedecen, más bien, al cambio tecnológico mundial que se está produciendo como consecuencia natural de la sostenida reducción en los precios de las centrales de energía renovable.
Cambiando el enfoque
Chile es un país altamente vulnerable al cambio climático. De hecho, nuestro país cumple con siete de las nueve características enunciadas por la UNFCCC que propician esta condición: posee áreas costeras de baja altura, zonas áridas y semiáridas, zonas de bosques, territorio susceptible a desastres naturales, áreas propensas a sequía y desertificación, zonas urbanas con problemas de contaminación atmosférica, y ecosistemas montañosos.
La vulnerabilidad de nuestro país y la inminencia de que el calentamiento del planeta continuará, sugiere que el énfasis debería estar, más bien, en adaptar el país a los potenciales efectos del cambio en el clima. De hecho, se esperan aumentos en la frecuencia y magnitud de eventos extremos, tales como sequías, inundaciones, aluviones y marejadas a lo largo del país. Sin embargo, hasta el momento, las autoridades han preferido enfocarse sólo en la mitigación de GEI.
En definitiva, al parecer, ya es hora de complementar las políticas climáticas en nuestro país y también preocuparse de manera más decida por tomar las medidas necesarias para adaptarse a los impactos del cambio en el clima. Algunas acciones de adaptación concretas a cambios en el clima, y en donde no se aprecian mayores avances, van en la línea de prepararse para una mayor profundidad y frecuencia en los incendios forestales y aluviones.