Durante el tiempo que viví en China, una de las cosas que más me llamó la atención fue la disciplina y la autoexigencia de los japoneses y coreanos frente a los estudios, en comparación a la de los estudiantes occidentales, y principalmente latinoamericanos.
Cuando visité ambos países compartí mi inquietud, y la respuesta de japoneses y coreanos, fue prácticamente la misma: dado a que sus recursos naturales siempre han sido escasos, su principal fuente de ingreso y su progreso, viene de cosas que crean ellos mismo. Saben que la única forma de surgir es a través de la innovación, y por eso sienten que su esfuerzo tiene que ir más allá, no pueden dejar de aprender. Su principal recurso es la gente.
Sin duda, esta ha sido la principal razón del milagro económico de Corea del Sur, un país considerado como potencia económica, y que antes de los años 60, era más pobre que la mayoría de países latinoamericanos.
Estoy seguro que no era el único que pensaba que la educación tradicional debía cambiar, y eso me hizo convencerme aún más. La brecha que existe entre el conocimiento de la fuerza laboral nueva que entra a una empresa en Corea del Sur y las expectativas del cargo, son mucho menores que en una empresa latinoamericana, y no se debe a las habilidades técnicas, sino al carácter formado, que es capaz de adaptarse y aprender de manera rápida y constante.
Vivimos en un contexto en que lo que nos enseñan en los colegios tradicionales ya no lo necesitamos. Día a día usamos herramientas que solucionan lo que nos enseñaron cuando chicos, y lo que nos aprendimos de memoria ya no nos acordamos. Lo que nos deberían haber enseñado es la capacidad de adaptarnos para poder aprender.
Sugata Mitra, un profesor de educación tecnológica, creó un experimento donde en medio de una población en India instaló un kiosco con un computador para que los niños lo usaran libremente. El resultado probó que los niños, que nunca habían visto un computador, pueden aprender sin una enseñanza previa formal.
Mientras algunos colegios siguen enseñando contenido del siglo XIX, las nuevas generaciones viven en una realidad física y digital, donde desde la digital se informan, aprenden, crean, interactúan y colaboran. Hay un desfase educacional que amenaza con estar construyendo ciudadanos para una sociedad que está desapareciendo.
El punto no es que los colegios deban desaparecer, sino que plantear el desafío de que en los mismos colegios enseñemos a que los niños sean capaces de pensar y aprender de manera autónoma, y no solo exigirlos para que aprendan el contenido de memoria, ya que en un mundo que avanza tan rápido y es tan cambiante, eso no genera valor.
Hemos visto en Chile algunas iniciativas interesantes, donde colegios están usando el método de Singapur, donde a través del contenido tradicional, enfocan la enseñanza en que los niños razonen y saquen conclusiones ellos mismo. ¿Qué tal si ahora usamos ese mismo método, pero usando contenido más actualizado como la ciencia de la computación?