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Lo socio-político: ¿caos o nuevo orden? Opinión

Lo socio-político: ¿caos o nuevo orden?

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Carlos Cantero
Por : Carlos Cantero Geógrafo, Máster y Doctor en Sociología. Académico, conferencista, consultor y escritor. Ha sido alcalde, diputado, senador y vicepresidente del Senado de Chile.
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El caos socio-cultural observable en estos tiempos constituye la emergencia de un nuevo orden social. Todo en medio de la permanente crisis económica, particularmente para los más desposeídos (tercera edad); en un ambiente de descrédito de una política cínica; una cultura secuestrada por el materialismo político, económico y espiritual; una ética tensionada entre dos extremos igualmente nocivos para la calidad de vida de las personas donde el nihilismo -que es la negación de toda creencia o todo principio moral, religioso, político o social- y el hedonismo -caracterizado por una ética que identifica el bien con el placer, especialmente con el placer sensorial e inmediato-, que se descuelga en un modelo de materialismo radical, con todos los extremos, desviaciones y corrupción que estamos viendo en nuestro país y América Latina.

Este entorno lo hemos caracterizado como la Sociedad del Desdén, un ambiente que mira con desprecio solapado todo aquello que no le afecta directamente. La corrupción y el materialismo parecen intrínseco al modelo, se contagian como un virus en la sociedad: política, religión, empresariado, comercio, fuerzas armadas, policía, la justicia, los servicios básicos, el Sename, entre muchos otros. Todo ello coronado con una asociación de delincuencia y narcotráfico que parecen fuera de control en el país, ante la indolencia e incapacidad de reacción de nuestra institucionalidad que parece aturdida.

Esta emocionalidad desdeñosa en los ámbitos sociales afecta la convivencia con sentido de humanidad, lo que sólo se ve alterado por episodios como las catástrofes humanitarias, que sirven para provocar un quiebre aparente, en la permanente manipulación emocional que realizan los medios de comunicación en su lógica de audiencia-marketing y que se contagian hacia las redes sociales, escondiendo otros asuntos de tanta o mayor urgencia. Mientras tanto, los políticos están desplazados desde los espacios públicos y la televisión -reemplazados por la farándula- recluidos en sus salones partidistas y espacios de confort.

En Chile, la sociedad civil se adapta más rápidamente a la virtualidad que permite la sociedad digital, mientras la administración pública se ha quedado estancada, sin iniciativa, discurso ni actores en el tema. El Internet se ha transformado en el Ágora más importante del mundo, con amplia democracia digital. Se evita la edición de terceros y comienzan a gestionar sus propias verdades, agrupándose en espacios de autonomía proyectando sus urgencias hacia los espacios públicos, en un plano de horizontalidad con la autoridad política, económica, religiosa y espiritual. La emergencia del Internet preside el derrumbe de los muros. Abusadores, grupos de interés y gestionadores corruptos quedan expuestos, sus privilegios caen junto con los megarelatos: ideológicos, culturales, espirituales, políticos, sociales. Los nuevos actores desconocen la representatividad de los partidos políticos y repudian su rol de encomenderos del poder económico al que los relega el neoliberalismo extremo. Esta nueva sociedad civil desconfía del rol que han ejercido los medios de comunicación, reconocen la potencia de las redes sociales, no entrega licencia social ni reconoce los liderazgos vigentes ni a las actuales organizaciones formales en lo político, religioso y espiritual, que aún no atinan a comprender la dinámica de estos nuevos procesos.

La netocracia que encarnan los nuevos actores se orienta por el ensayo y error. En debates amplios y participativos en las redes sociales trazan los contornos de las nuevas formas de liderazgo y la emergencia de una nueva élite. Los ciudadanos cada día con mayor independencia y autonomía plantean un proyecto en plena sincronía con sus urgencias y dolores, expresando sus verdaderas demandas. Hacen historia en sus movilizaciones frente a una élite aturdida. Esa es la dinámica que hemos visto en los últimos años a nivel global y local: desde la Primavera Árabe, la crisis de Túnez, las protestas en Islandia, los indignados españoles, los pinguinos chilenos, los movimientos feministas, las minorías sexuales, pueblos originarios, corrientes religiosas, sectores ambientalistas, que cada día luchan por imponer su verdad. El nivel de exposición y notoriedad tiene que ver con la capacidad de movilización y claridad para lograr sintonía y sincronía con un discurso, más que con las reales urgencia. Los menos adaptados a la sociedad digital, aquellos que tienen menos voz, tienen menor capacidad de lograr esos niveles de empatía, exposición y éxito en sus movilizaciones.

Son transformaciones sociales derivadas de la revolución en las tecnologías de información y comunicación que cambian vertiginosamente el mundo que conocimos, alterando profundamente las relaciones sociales, su estructura, valores, dinámica y prospectiva. Temas a los que Chile: sus autoridades políticas, los intelectuales y académicos, los medios de comunicación, parecen no prestarle mayor atención. En mi opinión, allí están las disfuncionalidades de adaptabilidad a la sociedad digital.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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