El crítico gastronómico habló sobre la estrecha relación entre la falta de crítica y el progresivo estancamiento que viven muchas cocinas de América Latina y de Europa.
El periodista gastronómico español Ignacio Medina habló sobre la estrecha relación entre la falta de crítica y el progresivo estancamiento que viven muchas cocinas de América Latina y de Europa.
En su última columna de el diario El País, comentó cómo está acostumbrado «a recibir peticiones, reclamos y sugerencias, y de cuando en cuando cae algún tanteo sobre hipotéticas tarifas».
Pero su accionar es claro, según explica: «Si no es imprescindible la reserva, voy sin avisar; a veces reservo a nombre de algún amigo; pago mis facturas; lo que define el contenido de cada crítica es el resultado de la experiencia que vivo durante mi estancia en el restaurante y eso significa que puede ser favorable o no».
Sin embargo, asegura que la imagen que la mayoría del mercado tiene hoy de la crítica es que es «un producto que se compra» y, por lo tanto «se vende, se encarga y se canjea».
Para él, «en los tiempos de las agencias de comunicación y los community manager, una parte de la opinión gastronómica se ventila entre bloggers, instagramers, influencers, consultores. Algunos son periodistas o ejercen de una forma u otra el periodismo, que son dos estados diferentes del oficio. Marcan alguno de los ritmos del juego, aunque preferiría que fueran la anécdota frente a la nueva generación de analistas que contemplan el hecho culinario desde otros lados del terreno de juego».
Valora, eso sí «encontrar cada día más jóvenes historiadores, agricultores, botánicos, sociólogos, químicos, veterinarios, filósofos y algún que otro profeta de la posverdad culinaria ofreciendo una mirada nueva de lo que define, condiciona y hace encajar cada fragmento del universo culinario».
Pero «falta la crítica. No corren buenos tiempos para el debate y la reflexión, que acaban llevando al avance y el crecimiento y vienen a estar entre los fundamentos del breviario que describe la crítica, cada día menos practicada y peor considerada».
Para Medina, «en los tiempos de la complacencia, la buena onda y las opiniones formadas por encargo» es necesario pensar «en la deriva que toma la crítica de restaurantes en los pocos lugares donde todavía se practica, o en las consecuencias de su ausencia en aquellos donde nunca se ha ejercido como tal».
Por eso ve «una estrecha relación entre la falta de crítica y la pérdida de dinamismo, o el progresivo estancamiento, que viven hoy tantas cocinas de América Latina, por no hablar de la vieja Europa».