Con gran atención y expectativa he observado la puesta en marcha del nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, un hito que le concede un marco institucional al fomento del desarrollo científico del país.
Si bien Chile ha logrado destacarse en diversos rankings internacionales por su fortaleza macroeconómica y como mejor ecosistema de innovación de América Latina, aún presenta importantes brechas que de seguro serán parte de los desafíos del nuevo organismo de gobierno.
Una, dice relación con una mayor investigación colaborativa entre el mundo académico y empresarial, como también con un aumento significativo de los fondos destinados a inversión en investigación y desarrollo. Cabe recordar que, en relación a nuestro PIB, tenemos una de las tasas más bajas entre los países de la OCDE (menos de 1%,).
Por otro lado, necesitamos despertar un mayor interés en las nuevas generaciones por el conocimiento y la difusión de las ciencias. ¿Cómo? Propiciando instancias de formación y capacitación para el desarrollo de talentos e iniciativas, con foco en una mayor participación y representatividad femenina en este ámbito. Lograr aumentar el número de mujeres en carreras de ingeniería y matemáticas, podría ser un buen punto de partida.
Otra materia a tener presente son los mecanismos de protección de las ideas e innovaciones en el mundo de las ciencias y la investigación. No olvidemos que, en una era del conocimiento, el capital intelectual constituye un valor intangible que se traduce en desarrollo económico y social, razón suficiente para generar incentivos que permitan mayor innovación al interior de las organizaciones y empresas, como también sentar las bases jurídicas para una legítima defensa y protección de la propiedad intelectual e industrial, sobre todo hoy, en la era de la transformación digital.