Este segundo caso «curado» muestra lo que es posible lograr con más investigación. Sin embargo, es peligroso dar falsas esperanzas a millones de personas que tienen VIH porque el trasplante de células madre no es práctico ni lo suficientemente seguro.
Las únicas personas que tuvieron la suerte de ser curadas de la infección del VIH tuvieron la mala fortuna de terminar tanto con cáncer como con VIH. Lo que los salvó, en ambos casos, fueron trasplantes de células madre de donantes de médula ósea -en un último intento por salvarlos del cáncer. No obstante, en el proceso, los doctores optaron por donantes con mutaciones genéticas que los volvían -y a sus células madre de médula- resistentes al virus.
La reacción correcta a la noticia de la segunda cura tiene matices, tal y como lo expresaron varios expertos. Es un descubrimiento muy importante para los investigadores del SIDA, quienes por años han buscado sin aliento ir más allá de un manejo de la enfermedad y encontrar una cura completa.
Este segundo caso muestra lo que es posible lograr con mucho más trabajo. Sin embargo, existe un peligro constante al dar falsas esperanzas a millones de personas que tienen VIH porque el trasplante de células madre no es práctico ni lo suficientemente seguro para realizar sobre alguien que solo tiene VIH y no otro tipo de cáncer mortal.
Los investigadores de SIDA han generado falsas esperanzas en el pasado. En 1997, David Ho del Instituto Aaron Diamond anunció que el nuevo tipo de fármaco antirretroviral probablemente eliminaría el virus en pacientes si continuaban el régimen durante varios años. Muy rápidamente se demostró que estaba errado cuando científicos descubrieron que el virus puede fácilmente esconderse de una parte del sistema inmunológico llamado linfocitos T de memoria.
Así, intimidados por este fracaso, la comunidad científica por poco ignoró la noticia sobre un doctor desconocido en Berlín que curó a un paciente, Timothy Brown, gracias a un trasplante de células en 2008. Los periódicos se negaron a publicar una investigación, el New York Times lo hizo pero sin darle relevancia y, durante una reunión muy importante, el investigador, Hero Hutter, fue relegado y apenas obtuvo un póster científico.
Algunos recordaron la importancia del caso, incluso del investigador Steven Deeks de la universidad de California, quien después fue el médico a cargo del tratamiento de Brown, luego conocido como el paciente de Berlín. Deeks comentó que en ese entonces fue todo creíble porque la biología tenía sentido. Se remplazaron las células inmunológicas del paciente de Berlín con las de un donante con mutación genética que inhabilita un receptor llamado CCR5. Básicamente, las células sin un receptor CCR5 que funcione se cierran al virus.
Si bien no es probable que los trasplantes de médula ósea se conviertan en un tratamiento estándar para el VIH, Deeks indica que la investigación es prometedora y se podría utilizar una terapia genética para alterar los receptores CCR5. Algunos están utilizando un vector viral para insertar en las células la versión del gen resistente al VIH y otros están intentando remover la médula ósea del paciente, tratarla y luego devolverla con al menos algunas células resistentes.
Estas posibilidades, de ser exitosas, tal vez no erradicarán por completo el virus del cuerpo, pero está la esperanza de que permita a los pacientes mantenerse saludables sin tener que tomar a diario el tratamiento que es costoso y para algunos, oneroso (es muy difícil comprobar una cura completa, aunque los investigadores sospechen que eso es lo que ha sucedido).
Una limitante de la terapia antirretroviral actual es que los pacientes portadores del virus por varios años sin recibir tratamiento pueden sufrir daños en su sistema inmunológico. Pueden generar una respuesta inmunológica constantemente baja que aumenta el riesgo de una enfermedad cardíaca y de cáncer, además de acelerar el enevejecimiento. Dado que los medicamentos antirretrovirales no existían antes de mediados de los años 90, muchas personas infectadas antes de esta época sufren de estos efectos a largo plazo.
Bruce Walker, investigador de SIDA de la universidad de Harvard, dice que al hablar con personas que toman medicamentos para el VIH es evidente que no quisieran tomarlos. «Están atados a estos fármacos que no los hacen sentir enfermos pero tampoco normales», dijo. Lo que realmente quieren es una cura.
Walker dijo que otra señal positiva con esta segunda cura es que en el primer caso, el trasplante casi mata al paciente, pero en este caso no.
Sin embargo, entre la primera y la segunda cura se realizaron varios intentos para curar a pacientes similares a través de trasplantes con células madre y todos fallaron. Fue extremadamente desmotivador pero los investigadores aprendieron de todos los fracasos, dijo Deeks. En algunos otros casos, el virus había mutado a una forma llamada X4 que sí lograr penetrar las células modificadas.
Otras personas esperan que, aún sin una cura, los nuevos medicamentos que evitan infecciones logren frenar la propagación del VIH hasta que, en algunos años, se erradique de la humanidad. Es un buen objetivo pero una cura ayudaría a millones de pacientes con VIH. Se reportan aproximadamente 38.000 nuevos casos cada año en EE.UU. y 1,8 millones a nivel mundial. Adicional, el virus sorprende constantemente a los ivnestigadores por lo que es mejor continuar luchando en todos los frentes.