Tras un año marcado por un alza importante en el número de portadores del virus, la apuesta es la de siempre: informarse y prevenir.
Por un lado las noticias parecen alentadoras. En unos pocos días nos enteramos de los pacientes de Londres y Düsseldorf, quienes tras trasplantes de células madres no han mostrado signos de VIH durante 19 y 3 meses respectivamente. Se suman al caso de Timothy Ray Brown, quien lleva cerca de 12 años libre del virus. Estos serían tímidos, pero potenciales acercamientos a una cura definitiva del retrovirus.
Pero en la otra cara de la moneda la situación pareciera ir peor: de 2982 casos a principios de década, a 6.948 el presente año, la cantidad de personas diagnosticadas como VIH positivo sólo ha sabido aumentar.
Mientras tanto, los resultados de una encuesta realizada por el Hospital Clínico de la Universidad de Chile a personas que se realizaron un test rápido para detectar el virus, arrojaron resultados preocupantes. 78% de los encuestados reconocieron no utilizar siempre condón al tener relaciones sexuales, y un 18% declaraba no utilizarlo nunca, mientras que un 65% no se había realizado antes un examen de VIH.
Por lo mismo, evitar el traspaso y contagio de la enfermedad es una tarea que empieza con uno mismo. Para ello, la información sobre el virus, sus consecuencias y tratamientos siempre va a ser el primer llamado.
Si bien son dos etapas de un mismo proceso, no es correcto decir que VIH y SIDA son lo mismo. El primero es el Virus de Inmunodeficiencia Humana, y ataca células del sistema inmune que ayudan al organismo a defender de distintas amenazas. Sin embargo, los efectos no aparecen de manera inmediata necesariamente. Por su parte, el Síndrome de Inmunodeficiencia Humana es la etapa tardía del VIH, y significa que existe un compromiso severo de los sistemas de defensas.
A diferencia de décadas pasadas, los tratamientos para el VIH son altamente efectivos. En Chile, los tratamientos antirretrovirales (TARV) para el VIH son garantías explícitas de Salud (GES) AUGE, y son accesibles para personas de cualquier edad de acuerdo al Protocolo Nacional. Estos pueden frenar el avance del VIH a SIDA, e incluso eliminar
Ni el VIH ni el SIDA por sí solos significan un riesgo, ya que se limitan a atacar el sistema inmunitario del cuerpo al atacar las llamadas células T. Son las enfermedades e infecciones que el cuerpo recibe tras la transmisión las que implican un riesgo para la persona portadora del virus.
Son muy contadas las formas en las que se transmite el virus del VIH. Entre ellos se cuenta la interacción de fluidos corporales específicos de una persona con VIH (semen, líquido preseminal, secreciones rectales y vaginales, sangre y leche materna) con membranas mucosas -que se encuentran en el recto, vagina, pene y boca- o tejidos lesionados de otra persona. Estos líquidos también pueden transmitir el virus al inyectarse al torrente sanguíneo, por lo que la utilización de agujas desinfectadas es primordial.
Por lo mismo, el VIH no se puede transmitir por un contacto casual. Lágrimas, sudor y saliva no son portadores del virus, por lo que un apretón de manos, un abrazo, un beso o compartir alimentos no son acciones de riesgo. De la misma manera, compartir un baño con una persona que sea portadora del VIH no se considera riesgoso ya que el VIH es extremadamente frágil, y no puede sobrevivir fuera de un huésped vivo.
78 años. Esa es la expectativa de vida promedio a la que puede llegar una persona portadora de VIH, según resultados publicados en la revista médica The Lancet en 2017. Si bien los resultados aplicaban especialmente a casos estudiados en Europa y América del Norte, la esperanza de vida es esencialmente la misma a la de personas no contagiadas. De seguir los tratamientos indicados de manera responsable y regular -que en la mayoría de los casos se limita a ingerir cápsulas de antirretrovirales-, la gente con VIH puede vivir una vida normal.
Si bien evitar el contacto sexual con cualquier persona reduce el riesgo de volverse portador, al día de hoy existen una serie de herramientas para evitar el contagio sin dejar de lado una vida sexual saludable. Los condones femeninos y masculinos minimizan el riesgo de contraer VIH a su mínima expresión.
En caso de exponerse al virus -tanto a través de relaciones sexuales como exposición a través de otros medios, como contacto con sangre-, existen procesos como el PEP (profilaxis posexposición) que consiste en ingerir una serie de medicamentos para evitar el traspaso. Si se inicia antes de las 72 horas posteriores a la exposición y se sigue el régimen por 28 días, el riesgo se reduce de manera considerable. Este método, sin embargo, es un procedimiento de emergencia: no está diseñada para un uso regular.
Incluso existen tratamientos como el PrEP (traatamientos prexposición) que reducen el riesgo de manera previa al contacto con los fluidos con el virus, en cifras de hasta un 90%. Este último fue anunciado por el gobierno para ser integrado en el plan de prevención de VIH para el primer trimestre del 2019.
Creer que no se puede evitar que un recién nacido de una madre portadora del VIH se infecte es erróneo. Con los avances científicos se ha logrado que la terapia anti retroviral triple prevenga el contagio, llegando a un riesgo de infección del niño cercano al 0 o 1 % si se hace con supervisión médica.
El tratamiento debe partir en el segundo semestre del embarazo y con medicamentos que no afecten la formación y desarrollo del feto. Luego se sigue un tratamiento preventivo para el recién nacido y no se recomienda la lactancia materna.