En los últimos días, hemos sido testigos en las redes sociales de diversos casos de discriminación por discapacidad en el sistema escolar en Chile. El más conocido fue el caso de Catalina, una menor con parálisis cerebral que reprobó un dictado por no poder escribir a mano dada su condición.
Luego llegó Julián, un niño con síndrome de down cuya familia está reuniendo firmas porque el colegio al cual ha asistido los últimos años – jardín, prekinder y kinder- les avisó en noviembre del año pasado que ni este ni ningún otro año él iba a pasar a enseñanza básica porque ellos no admitían necesidades especiales.
Ambos son casos de discriminación. En el primero, por falta de adecuaciones curriculares que por el Decreto 83 deben realizarse por ley en todo Chile, lo que impide el debido proceso educativo de Catalina. En el segundo caso, simplemente le cerraron las puertas a Julián y lo dejaron fuera por su condición. La inclusión escolar se trata de acceso, proceso y egreso.
Sin embargo, ha sido incluso más triste leer todos los comentarios en redes sociales apoyando estas discriminaciones, muchas personas que retan y culpan a los padres por querer que sus hijos asistan a una escuela regular. Esto fue lo realmente doloroso: constatar que como sociedad todavía estamos muy lejos de poder tener una inclusión plena, una que no signifique una lucha desgastante para cada familia, sino que ya esté establecida.
Las leyes en Chile son bastante buenas en materia de inclusión para personas con discapacidad. Hoy, tras ver esta reacción de la sociedad en las redes, creo que incluso son un lujo considerada la mentalidad que todavía persiste en Chile: una persona con discapacidad es vista como menos válida y debe ser segregada. El mismo discurso de 1978 cuando tuvimos la primera Teletón.
La discriminación existe haya habido intención o no de discriminar. La falta de adecuaciones curriculares para evaluar a Catalina y la falta de preparación del establecimiento para recibir a Julián constituyen discriminación por discapacidad. Porque lo que la determina es el efecto o resultado de dichas acciones. Todos los cuerpos legales nos apoyan actualmente, lo que nos falta es que la sociedad realmente comprenda que la discapacidad la genera el entorno cuando pone barreras y que las personas con discapacidad son eso: personas.
Catalina y Julián son los casos que salieron a la luz pública. Pero como ellos hay miles. Se estima que 1 de cada 20 niños tiene necesidades educativas especiales y de todos ellos, los que consiguen educarse son casos excepcionales que están abriendo camino a las próximas generaciones. Porque sé que en una o dos décadas más, esto será normal y ya ni siquiera hablaremos de inclusión.
Pero hoy les estamos fallando a ellos y con ello a todos los niños y jóvenes de Chile. Porque cuando se defiende la discriminación, se sigue inculcando un ideal de normalidad que no existe, se sigue enseñando que está bien rechazar la diferencia y tenerle miedo. Se les sigue mintiendo, porque todos somos diferentes, pero tenemos los mismos derechos.
Necesitamos avanzar hacia una cultura de respeto e igualdad, todos la necesitamos.