Un proyecto de cultivo de salmón en el sector del Canal Beagle tiene en pie de guerra a comunidades de la zona austral de Chile y Argentina, quienes temen el daño para este ecosistema.
«Como comunidad indígena estamos muy preocupados y alerta por la fragilidad de este territorio, de una naturaleza casi virgen. Por los antecedentes que tiene la industria salmonera en otras regiones del país, si esto se expande las consecuencias en muy poco tiempo pueden ser terribles”, advierte David Alday, representante de la comunidad Yagán.
Se refiere, entre otros problemas, a la fuga de 700 mil salmones desde jaulas de cultivo de una empresa noruega en una zona cercana a Puerto Montt, el año pasado. La mayoría estaban siendo tratados con altas dosis de antibióticos, por lo que no eran aptos para el consumo humano, lo que supuso un riesgo para el ecosistema local.
Ahora la industria apunta todavía más al sur. Ya está ubicada en algunas zonas de la región de Magallanes y por primera vez instalarán centros de cultivo en el canal Beagle. Este sector es parte de la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos y del Parque Marino del mismo nombre, el más grande del continente americano y hábitat de una gran cantidad de aves y mamíferos marinos.
David Alday vive en Puerto Williams, un poblado de la isla Navarino en la ribera sur del canal Beagle, de poco más de dos mil habitantes. Al otro lado del canal, en la isla de Tierra del Fuego, se ubica la ciudad argentina de Ushuaia. Ambas localidades han unido fuerzas para expresar su rechazo a los anunciados proyectos de salmonicultura.
La visita de los reyes de Noruega a Chile avivó el debate. El país europeo es el principal productor mundial de salmón, seguido de Chile, y tiene una importante participación en esta industria en Chile.
El año pasado los monarcas se reunieron con el presidente Mauricio Macri en Buenos Aires, donde suscribieron convenios para promover la cría de salmón, y en su estadía esta semana en Chile visitaron Punta Arenas y Puerto Williams, con una agenda centrada en temas acuícolas y antárticos.
Tras la crisis generada por la fuga de salmones, esta zona del país se presenta como la nueva frontera en la producción de esta especie. La empresa Nova Austral, con participación de capitales noruegos, opera ya en otras zonas de la región de Magallanes y espera sembrar tres de las cuatro concesiones que tiene.
Esto es en el Paso Picton, un brazo del canal Beagle cerca de Puerto Toro, la localidad habitada más austral del mundo, sin contar la Antártida. «Cada concesión es de 3,6 hectáreas. Sin embargo, las jaulas en sí sólo ocuparán 0,64, 0,96 y 1,3 hectáreas”, indica a DW el gerente de Nova Austral, Drago Covacich.
Greenpeace ha alertado sobre el peligro de estos proyectos. Estefanía González, coordinadora de la ONG en Chile, considera que «es una situación muy preocupante que, luego de haber destruido amplias zonas en Chiloé y la región de Aysén, donde se están reevaluando esos proyectos, vengan a instalarse en la última zona que se conserva intacta”.
«Estas aguas están catalogadas entre las aguas más puras del planeta”, coincide Alday. Y es precisamente éste uno de los atributos que destaca la empresa para promocionar el salmón de la Patagonia.
Ante denuncias de irregularidades, la empresa asegura que las concesiones se ajustan a la normativa. Asimismo, que la condición de Reserva de la Biósfera, decretada por la Unesco, acepta la actividad económica. «Nuestra empresa ha demostrado ser una de las más sustentables a nivel mundial, por lo que pensamos que la preocupación y malestar son infundados”, indica el gerente, quien invita a autoridades y los detractores a visitar las instalaciones para mostrarles su trabajo.
«Las condiciones oceanográficas, ambientales y de temperatura son radicalmente distintas a las de zonas donde hubo anteriormente problemas. Nuestras condiciones son muy similares a Noruega”, agrega.
No obstante, comunidades indígenas, vecinos y organizaciones medioambientales temen los efectos en el medio ambiente. «Aquí se realiza pesca artesanal y miembros de nuestra comunidad trabajan en la pesca de centolla. La salmonera es un peligro: los químicos, antibióticos y la misma comida pueden afectar el huevo de la centolla”, dice Alday, quien advierte que la producción de salmones altera la oxigenación de las aguas y podría hacer proliferar la peligrosa marea roja.
También les preocupa el impacto para la fauna y el paisaje, en una zona principalmente turística. «Esta es una de las últimas zonas prístinas del mar que quedan en toda la Patagonia. Fue declarada Reserva de la Biósfera por tener ecosistemas únicos. Además, el canal Beagle tiene la particularidad de ser un sistema cerrado, donde toda la contaminación que se pueda generar queda atrapada”, señala González.
«La propia empresa reporta que se le va a morir el 16% de la producción. Es decir, habrá salmones muertos en estado de descomposición, fecas, químicos, antibióticos y el alimento no consumido, que van a dañar el fondo marino y la columna de agua, y además puede propiciar el desarrollo de estas algas nocivas, las llamadas mareas rojas”, alerta la geógrafa chilena.
Greenpeace y representantes de la comunidad pedirán a las autoridades la revisión del proceso de calificación ambiental y de entrega de concesiones. Entre los antecedentes que los avalan, aluden a las últimas denuncias presentadas por el Comité Pro Defensa de la Flora y Fauna (Codeff) ante la Superintendencia de Medio Ambiente en contra de varias empresas de salmonicultura que operan en la región, por infracciones a la ley de pesca, entre otras.