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Escuelas inclusivas y convivencia escolar Opinión

Escuelas inclusivas y convivencia escolar

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Paulina Herrera
Por : Paulina Herrera Doctora en Psicología Educacional Universidad de Salamanca Jefa del programa del CEDLE diplomado “Convivencia Escolar para Líderes Educativos”.
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En este mes de la convivencia y frente a los debates que se han abierto en torno a la Ley de Inclusión, quisiera plantear que los conceptos de inclusión y convivencia escolar van de la mano en la construcción de escuelas respetuosas de sus miembros y que valoran y aceptan la diversidad como una oportunidad y no como una barrera que limita su acción y los aprendizajes de todos los estudiantes.

Abordar la convivencia escolar desde un enfoque participativo y de derecho implica construir escuelas inclusivas donde primen relaciones de confianza en un marco de respeto, dignidad y valoración del otro. Organizaciones educativas donde se promueva el diálogo, la resolución pacífica de conflictos y la colaboración logran una mejor convivencia, lo cual a su vez favorecería la inclusión.

Aún más, como lo ha visto la Agencia de la Calidad de la Educación, la inclusión abre en si misma posibilidades para un mejor clima en la escuela y el aula. Por lo tanto, la inclusión es un imperativo de la equidad en la escuela y como tal debe ser fortalecida y construida entre todos. Esto considerando como telón de fondo las interrelaciones que se establecen en la comunidad educativa, es decir su convivencia.

El cómo nos tratamos, cómo dialogamos, cómo nos vinculamos, nos habla de las posibilidades de un establecimiento educacional de trabajar con todos sus miembros en un contexto de aceptación y valoración del otro como un legítimo otro, igual y distinto a la vez.

Sin embargo, éste no es un camino fácil. Tendemos a excluir al que no se parece a nosotros o integrarlo queriendo que sea igual al parámetro de los supuestamente normales. Y se nos hace difícil visualizar la riqueza de la diversidad que fortalece la convivencia y el vivir con otros.

Más difícil aún, con directivos y docentes que muchas veces sienten que les abruma todas las necesidades y barreras que tienen sus alumnos, los cuales no han desarrollado todas las herramientas metodológicas y personales para enfrentar este desafío o familias que quieren lo mejor para sus hijos, pero que se preocupan si sus hijos están realmente aprendiendo junto a estos otros diferentes en ritmos, estilos, habilidades o formas de vivir y habitar este país.

La diversidad en las escuelas nos ha obligado a hacer ajustes y cambiar creencias y supuestos que nos hacían creer que la homogeneidad era un camino para mejores aprendizajes. Todo esto, en un proceso en que hemos ido aprendiendo del diferente, entendiendo que este mundo no se construye entre iguales, sino con otros, con intereses, preguntas e historias diferentes.

Al respecto, hoy se ha abierto el debate sobre la selección escolar o de si incluir mujeres en sistemas educativos tradicionalmente masculinos. En relación a esto, pareciera olvidarse que la diversidad nos enriquece, nos hace desarrollar habilidades cognitivas, socio-afectivas y ciudadanas que nos harán habitar mejor este mundo. Los estudiantes pasan largas jornadas y años de su vida en el sistema educativo y cómo aprender a vivir con otros si no lo hacemos en contextos diversos donde la inclusión sea la base que nos permitirá convivir mejor. Es por eso que bienvenidos sean los contextos educativos mixtos y diversos en cuanto a habilidades y contextos sociales y culturales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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