En Chile, sobre todo en el norte y centro del país, el agua dura es un problema que afecta a la mayoría de los hogares y negocios, contando con pocas soluciones. La mayoría involucran costos permanentes y generan un gran impacto ambiental, como lo son los ablandadores en base a sal y resina. Nuevas tecnologías, como los aceleradores iónicos, aspiran a cambiar el panorama de quienes deben lidiar con el inconveniente del sarro.
El sarro incrustado en la grifería y que silenciosamente afecta a los electrodomésticos en hogares, empresas y negocios, es más común de lo que muchos creen y en el gran Santiago aqueja a casi la totalidad de las comunas. Esta situación, conocida como “agua dura”, deriva de las concentraciones de magnesio y de calcio. Mientras más minerales existan, más dura es el agua.
No existe un límite de carbonato de calcio en la normativa chilena sobre agua potable, pues ésta se basa en lo que indica la Organización Mundial de la Salud (OMS). El organismo señala -eso sí- que el agua dura no genera problemas en la salud de las personas, como lo ratifica el ingeniero bioquímico Christian Maurer, encargado de Calidad del Agua Potable de la Superintendencia de Servicios Sanitarios (SISS): “El calcio es una sustancia presente en la mayoría de los servicios del país, y las empresas sanitarias no tienen la obligación de cumplir con un límite ni realizar su control, ya que dicho parámetro no se encuentra incluido en la norma NCh 409/2005”.
No obstante, en la práctica, el sarro sí afecta, por ejemplo, el sabor del café, de las comidas, la calidad de pasto y plantas, e incluso el aspecto y la fortaleza del pelo y la piel. Todo esto, sumado a los efectos manifiestos del problema, que son las incrustaciones de sarro en cañerías y electrodomésticos, como son los típicos casos del hervidor eléctrico o la plancha a vapor.
La OMS cataloga el agua como dura cuando tiene sobre 120 partes por millón de carbonato de calcio y extremadamente dura por sobre 180, cantidades que en Santiago se superan ampliamente, variando en rangos de entre trescientas y setecientas partes por millón. Por ejemplo, en Huechuraba el agua tiene un nivel de dureza de 690 y en Colina y Quinta Normal la cifra se eleva a 600.
Este problema no sólo afecta a los hogares, sino que también los restaurantes, cafés y hoteles sufren con el “agua dura” en sus instalaciones, lo que afecta sus insumos como, por ejemplo, las máquinas de café, los lavavajillas, los termos, máquinas de hielo, grifería e incluso los urinarios.
La solución más común para este problema son los ablandadores tradicionales, los que funcionan en base a sal y resina, no siendo efectivos a largo plazo, debido a sus elevados gastos de mantenimiento (grandes cantidades de sal), sin contar que alteran el equilibrio químico del agua y no son amigables con el medio ambiente. Este problema lo experimentó Rodrigo Safrana, dueño del restaurante Happening de la comuna de Las Condes. “Nosotros usábamos ablandadores de agua en base a sal para todo el local, pero el sistema era bastante caro y malo pues había que almacenar grandes cantidades de sal, comprar constantemente e incluso tenía efectos negativos en la calidad del agua, por lo que nunca estuve contento con ese sistema y lo sacamos después de un tiempo”.
En la actualidad existe una nueva tecnología de precisión muchísimo más eficiente y efectiva que los ablandadores tradicionales llamada acelerador iónico, fabricado por la empresa italiana Vosges.
El dispositivo cuya licencia exclusiva en Chile la tiene la empresa Fluye, transforma de manera irreversible las partículas de carbonato de calcio (calcita) presentes en el agua y/o incrustadas donde fluya agua en aragonita, una partícula de CaCO3 30 veces más pequeña que la calcita.
El gerente general de Fluye, David Zaharia, profesional con larga trayectoria, quien se especializa en optimización de recursos hídricos para domicilios e industrias, señala que “los efectos comprobados del acelerador iónico son desincrustar el sarro existente, evitar la aparición de nuevas incrustaciones y reducir la tensión superficial del agua, favoreciendo la disolución y rendimiento de detergentes, lo que genera beneficios como la prolongación de la vida útil de electrodomésticos de línea blanca, grifería, calefones, calderas, maquinarias, equipos y suministros en restaurantes, cafés y domicilios afectados por el problema del agua dura. Todo esto de por vida, pues el acelerador iónico no requiere mantención. En circuitos cerrados, el Acelerador Iónico puede eliminar y controlar la proliferación microbiológica (algas y hongos) cuando el agua es recirculada (tratada) constantemente a través del equipo».
Nicolás Baudrand, chef y dueño del restaurante Blue Jar en Santiago Centro, muy frecuentado por el mundo político por su cercanía con el palacio de La Moneda, resalta los beneficios del acelerador iónico de Fluye: “Nosotros trabajamos con la tecnología de Fluye hace casi seis años. Ha sido una solución real que nos ha generado muchos ahorros, pues tratamos el agua completa del restaurant con el acelerador iónico, manteniendo nuestros equipos en las mejores condiciones. Es tal el beneficio de la tecnología que incluso lo instalé en mi hogar”.