El 2019 fuimos testigos de cómo el emprendimiento alcanzó un protagonismo nunca antes visto. En junio de este año, se lanzó oficialmente el “Global Entrepreneurship Monitor, GEM. Reporte Nacional de Chile 2018”, estudio que posicionó al país como el con la tasa más alta de emprendimiento de América Latina -con un 25,1%-, ubicándose en el tercer lugar a nivel mundial.
Lo anterior no debería sorprendernos. Durante este año también tuvimos programas de televisión y nuevas secciones en los medios cuyo único objetivo ha sido dar a conocer las nuevas ideas de negocio, demostrando que en Chile existe talento de sobra. Sin embargo, el 18 de octubre de este año significó un golpe para el país, no solo porque aquel oasis latinoamericano no era tal -ya que escondíamos una gran desigualdad y descontento social- sino también, porque la cantidad de movilizaciones y en algunos casos la violencia y la baja en las ventas, se tradujo en pérdidas para los emprendedores.
El Ministerio de Economía cifró en más de 15 mil las pymes afectadas por la situación país, no solo por los problemas físicos que sus lugares de trabajo pudieron haber sufrido, sino también por la disminución en las compras, tanto por parte del gran empresariado -que se vio obligado a priorizar otras áreas- como del consumidor final. Como si eso fuera poco, algunos economistas, proyectaron que para enero de 2020 la cifra de desempleo alcanzará los dos dígitos.
Estas cifras no son optimistas, pero nos abren una puerta para hacer las cosas de mejor manera. Argentina es uno de los países de la región con más unicornios -seis startups valorizadas en más de US$ 1.000 millones- y, según los expertos, entre las razones se encuentran la situación país y las altas cifras de desempleo, las que han obligado a las personas a surgir mediante el desarrollo del emprendimiento.
Tenemos una oportunidad única de lograr que el alto desempleo se traduzca en una mayor tasa de actividad emprendedora en el país, pero para lograrlo debemos trabajar para potenciar esta práctica.
Celebramos iniciativas como “Arriba mi pyme” lanzada por Corfo -institución que, al 2020 sumará aproximadamente US$ 3.000 millones en financiamiento para apoyar a Pymes-, “Levantemos tu Pyme” del Ministerio de Economía y muchas otras impulsadas tanto por privados como por el sector público, que buscan que las mipymes afectadas por el estallido social no mueran. Sin embargo, estamos concentrando todos los esfuerzos en este segmento y nos estamos olvidando de aquellos que están recién partiendo, sin darnos cuenta de que ambos son procesos paralelos y que, juntos, forman las dos caras de una moneda.
Tenemos que entregar todo el apoyo que sea necesario para que aquellas nuevas ideas de negocio se conviertan en modelos rentables y escalables -dentro y fuera de Chile-, que sean capaces de aportar para el desarrollo no solo económico del país, sino también social y cultural.
Finalmente, si queremos que el país continúe creciendo, debemos -junto con sacar a flote a las pequeñas y medianas empresas- invertir y levantar proyectos que permitan la creación de nuevos negocios que respondan, justamente, a las necesidades que este nuevo Chile necesita: tenemos que potenciar aquellas pymes que quieran salir y vender fuera del país, creando empresas que, tal como lo hacen los unicornios argentinos, dejen de depender de la economía local y empiecen a alimentarse de la internacional.