Si el personal de salud es la primera línea para enfrentar al virus covid-19, el profesorado es la primera línea para combatir la hecatombe emocional que se nos avecina. Así pienso que es el rol que tendrá el profesorado en estos tiempos. Cuando hablo de profesorado, me refiero a todos y todas quienes trabajan en el ámbito de la docencia. Pienso en las escuelas básicas y medias y también en las universidades. En estos momentos una tensión extrema se huele en el ambiente.
Todos los pronósticos son negativos para lo que viene en nuestro continente. Aún la más optimista de las proyecciones da cuenta de que viviremos un encierro de al menos dos meses. En ese contexto, el rol de profesoras y profesores será vital.
En América Latina estamos comenzando en la curva de contagio. En la mayoría de las familias el coronavirus sigue siendo algo externo. También, tú sabes que mientras lees este texto, el virus va en camino hacia un nuevo huésped o, tal vez, está habitando nuestro cuerpo. Alguien de la familia sale a hacer las compras o a trabajar (porque no se asegura su sueldo). El protocolo para salir y entrar, que tal vez en un momento considerábamos desquiciado, lo comenzamos a seguir en la más estricta norma. El mejor de los escenarios es haciendo tu teletrabajo en un ambiente preparado de manera improvisada. Con la incertidumbre al acecho. Cuando hay estudiantes, se suma la complejidad de lidiar con las tareas enviadas día a día. Todo este clima con niños y niñas encerrados en las casas.
Desde las autoridades de gobierno o de algunas directoras de escuelas veo la presión por continuar de manera remota el control acostumbrado de la escuela. Observo la pretensión de creer que mantenemos la relación presencial. Y para mantener ese control lo hacen desde el contenido. Más y más contenido. A veces se nos olvida que esto no será un año igual que otros, para nadie. Niños y niñas sienten que algo está pasando, escuchan, conocen y tienen que hacerlo. Aunque no es necesario que accedan a toda la información deben saber que su encierro es parte de una fórmula de sobrevivencia. Estamos frente a una estrategia activada con el fin de mitigar los efectos de la pandemia. Niños y niñas deben tener la seguridad de que quienes estamos a cargo de su cuidado, seguiremos ahí. Niños y niñas deben aprender a cuidarse, lavándose las manos, quedándose en casa. Dentro de todo ese ambiente, lo menos importante es el contenido.
Al mirarlo desde un punto de vista pedagógico, vivimos en una pedagogía en emergencia. No podemos asumir que estamos bajo las mismas condiciones de siempre. Trato de ponerme en el lugar de niños y niñas que pensaron que durante 15 días no iban a ver a sus compañeros y compañeras. Ahora, los días serán meses. Y durante todo ese tiempo, al contrario de lo que dicen las autoridades, la preocupación no son las «asignaturas básicas». Hoy el principal foco debe ser mantener los vínculos. También en estos momentos necesitamos más que nunca la música, artes visuales, el cine, la capacidad de mantenernos físicamente bien en espacios reducidos. Los desafíos son a mantenernos sanos física y mentalmente, no son ni la resolución de ecuaciones, ni la gramática. Eso vendrá después, cuando estos vertiginosos tiempos sean parte del pasado reciente.
En esta etapa de pedagogía de emergencia el contenido pasa a un segundo plano y se transforma solo en una excusa para aprender con otros y otras. Tal vez, la directora o director presionen por lograr el máximo de “aprendizaje” (que para ellos/as es contenido). Las autoridades seguirán pensando que «no se pierda el año» e intentarán mantener las evaluaciones estandarizadas. Aun así, el profesorado debiera llamar a una desobediencia pedagógica. Esta desobediencia implica centrarse en lo fundamental. Lo principal en este momento será mantener los vínculos. Mantenernos conectados con los nuestros/as será lo que alimente la esperanza. Mantener los vínculos significa seguir juntos, sosteniéndonos a la distancia. Si mantenemos esa conexión como sociedad, en ese microcosmos que es el curso, entre toda la catástrofe, aprenderemos de solidaridad, compasión, empatía, amistad y gratitud.
Profesores y profesoras tenemos hoy el imperativo ético de escuchar, de construir esos nexos, mantener las relaciones. Aquello no pasa ni por el contenido, ni por la tecnología de punta. Hoy, encerrados en las casas lo único que quedará es la esperanza de vernos pronto y abrazarnos. Si para nosotros una semana se hace larga, para un niño o niña, dos meses serán eternos. Es en esa eternidad que surge la necesidad de compañía. Mantener los vínculos significa poner el foco en la relación con otros. No llamo a olvidar los contenidos, sino que aprovecharlos para fortalecer las relaciones internas. Lo peor sería atiborrar de tareas pensando que eso te mantiene fuera de la tensión. Eso sería como que la solución para evitar el stress laboral fuese darte más trabajo, estresándote aún más. Como si la directora además de pedirte que envíes guías te pida evaluaciones. A veces, los virus de la estupidez y la insensibilidad pueden ganarle al Covid-19.
El impacto de pasar por una pandemia será imborrable. Ninguno de nosotros será el mismo después y por tanto, es fundamental el rol que podemos cumplir quienes estamos en contacto con grupos. Puede que la pandemia no haya tocado a nuestra puerta aún. Se vendrán tiempos difíciles en que aumentará la muerte de personas desconocidas. Pronto, los contagiados serán conocidos de nuestros conocidos, nuestros conocidos y más de un /a estudiante lo estará. La tragedia que antes observábamos de lejos, en otros países, la comenzamos a sentir a nuestro lado. La angustia está en nuestro estómago, apretando a diario. Niños y niñas sienten aquello y son parte de nuestra propia angustia. El miedo que ahora sentimos presente está encima de nosotros presionándonos, miedo a lo desconocido, miedo a la muerte, miedo a la falta de cuidado, miedo a un sistema de salud precario.
Las emociones que recorren nuestras casas varían de minuto a minuto y pasan de la angustia a la rabia con una sola palabra del gobierno. Luego, volvemos al miedo. Quizás, el único espacio que nos puede mantener ejercitando la esperanza es la conexión con nuestros pares. Por eso la importancia del rol docente. En una pedagogía de emergencia lo menos importante es el contenido. El principal rol del profesorado será mantener los vínculos. Así, sosteniéndonos, construiremos la base de la sociedad que emerge de esta crisis.