La canasta básica de alimentos es uno de los instrumentos para medir la pobreza en nuestro país. En el año 2015, el Ministerio de Desarrollo Social, realizó una actualización de dicha canasta en términos de reflejar hábitos de consumo actualizados de los hogares chilenos.
Uno de los elementos que llama la atención de la canasta es que se define en términos de un requerimiento de 2.000 calorías diarias promedio por persona. Es decir, sugiere aporte calórico y no aporte nutritivo (proteínas, aminoácidos, minerales).
Si la FAO y Minsal -entre otros- sugieren que una dieta saludable tenga alto contenido nutritivo, la canasta debería estar definida en términos de nutrición y no en calorías. ¿Por qué? Porque alimentos con bajo aporte nutritivo -incluidos en la actual canasta- aportan 2,000 o más calorías al día por persona y son más baratos. Mientras que alimentos con alto aporte nutritivo, como carnes, pescados, frutas y verduras encarecen el costo de la canasta. Así, tenemos población pobre y mal alimentada, que cumple con el mínimo calórico, pero no con el mínimo nutricional.
El hambre y la pobreza serán las principales consecuencias de la pandemia por Covid-19. Por lo tanto, es momento también para repensar una canasta básica en términos de aporte nutritivo, no de aporte calórico y con precios ajustados a la realidad nacional.