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No sequemos el desierto: el oro del Atacama está en la vida única que lo habita Opinión

No sequemos el desierto: el oro del Atacama está en la vida única que lo habita

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“Para que cuando vean alzarse
ante sus ojos los desolados
paisajes del Desierto de Atacama
mi madre se concentre
en gotas de agua y sea la
primera lluvia del desierto.
Entonces veremos aparecer el
infinito del Desierto”
Raúl Zurita

El Desierto de Atacama es el entorno más árido de la tierra fuera de los polos. También es uno de los desiertos más antiguos de la Tierra. Se ha mantenido en condiciones áridas durante los últimos 30 millones de años y condiciones hiperáridas han prevalecido en los últimos catorce millones de años. La falta de agua sumado a los altos niveles de radiación, y los suelos empobrecidos en nutrientes, entre otras condiciones ambientales adversas, desafían la supervivencia de escasos seres vivientes.

A pesar de estas condiciones inhóspitas, el Desierto de Atacama alberga una diversidad única de vida microbiana, vegetal y animal. Los oasis de neblina, los salares – cada uno con su composición química propia – y las laderas andinas con sus fuertes gradientes climáticos, son todos ecosistemas únicos con una biodiversidad muchas veces endémica, es decir, solo existe en este rincón del planeta.

Las laderas andinas, por ejemplo, son una angosta franja de vida que se encuentra entre los extremos del desierto absoluto y las congeladas cumbres y planicies andinas. Sin embargo, en estas laderas se observan múltiples sistemas de vida y paisajes: la pre-puna (2400-3300 msnm), con menos de 50 mm de precipitación anual, está escasamente poblada por una vegetación única que comprende plantas adaptadas a la aridez extrema del desierto. Suculentas, anuales, cactus y algunos arbustos como la rika-rika son algunos de sus habitantes.

La Puna (3300 – 4000 msnm) recibe una precipitación anual de 50-100 mm y cuenta con la mayor cobertura y diversidad de plantas, con arbustos, pastos y algunas plantas anuales. La Estepa altoandina (4000 – 4500 msnm) tiene precipitaciones más abundantes pero a su vez es mucho más fría, con especies de pastos perennes y plantas en cojín como la yareta. Todas estas especies vegetales interactúan con una multitud de microorganismos y sostienen una vida animal que incluye especies tales como los tuco-tuco, zorros chilla y culpeo, pumas, guanacos, vicuñas, ñandúes, vizcachas y también una gran variedad de roedores, reptiles, anfibios, insectos y otros grupos.

La hostilidad climática impuesta por millones de años a la vida que persiste en el Atacama, constituyen un caso notable de «experimento natural». Ha resultado en una diversidad de estrategias de supervivencia desarrolladas por las especies de microorganismos, plantas y animales que lo habitan. No obstante, sabemos extremadamente poco sobre estos mecanismos de supervivencia.

Del mismo modo, desde hace más de 12 mil años distintos grupos humanos adoptaron el Atacama como su hogar de residencia permanente, experimentando distintos sistemas socio-culturales que fueron escalando a través del tiempo su impacto transformador del Desierto. Múltiples grupos de pueblos originarios, como los Chinchorro, Atacameños, y Pica-Tarapaqueños- entre muchos otros son mudos testimonios del desarrollo ingenioso de ciencia indígena integrada a este ambiente extremo.

El Desierto de Atacama también ha sido testigo de la introducción en el siglo 19 de una actividad minera incesante en la búsqueda y explotación de los preciados elementos metálicos como el cobre, y no-metálicos como el salitre en el pasado, y hoy el litio. Históricamente, esta actividad extractiva ha tenido en último lugar la prioridad de proteger la riqueza biológica y cultural del desierto.

El Atacana muchas veces es visto como lugar de abandono, un páramo, un lugar de explotación o un basural para acumular residuos. Esto último queda reflejado en el escaso conocimiento y abandono por parte del Estado de improntas humanas milenarias que resaltan en la superficie, como los geoglifos, y aldeas agro-pastoriles derivadas de este pasado, que sufren directamente las consecuencias de políticas centralizadas del uso de agua de escorrentías superficiales y napas subterráneas provenientes de la alta cordillera para grandes inversiones mineras, urbanas, turísticas o agrícolas.

Dicha agua no es un recurso renovable ya que múltiples estudios han demostrado su carácter “fósil” es decir, las napas del desierto se formaron hace milenios durante períodos con mayor abundancia de lluvias. Por lo tanto, éstas no se renuevan bajo nuestras escalas humanas y económicas y se requiere urgentemente de estudios para buscar fuentes alternativas de agua o de lo contrario, la subsistencia en el desierto podría volverse imposible. Hace dos años, el Acta de Tarapacá, firmado por más de 20 premios nacionales en el Centro Cultural de La Moneda, ya puso el llamado de alerta sobre esta situación crítica de nuestros recursos hídricos y propuso una lista mínima de medidas remediales.

Los desiertos cubren ~ 17% de la superficie de la Tierra y albergan una sorprendente biodiversidad altamente especializada para sobrevivir bajo condiciones extremas. Sin embargo, en Chile los ambientes desérticos son uno de los ecosistemas menos protegidos desde el punto de vista de su conservación. En este contexto, es importante entender que las comunidades de plantas y animales de regiones áridas o entornos de montaña son muy susceptibles, particularmente con los desafíos actuales del cambio global. Por otro lado, los cambios en el uso de la tierra (por la gran minería, las industrias de energía solar, las ciudades y el agro) pueden tener altos impactos sobre las comunidades endémicas de las tierras áridas.

El trabajo científico predice el aumento de las condiciones áridas extremas en Chile y el mundo a medida que aumenta la temperatura global. El aislamiento geográfico del Atacama y su larga historia de aridez extrema han llevado a un alto nivel de endemismo. Precisamente por las características y adaptaciones de los microorganismos, plantas y animales que lo habitan, estos representan recursos únicos y valiosos desde el punto de la investigación fundamental y de potenciales aplicaciones en variadas industrias.

Más aún, estos ecosistemas son parte del patrimonio cultural de los pueblos originarias cuyo sustento depende de la alimentación, la medicina, el forraje animal e incluso la industria del turismo que depende de ecosistemas saludables y con un manejo adecuado que involucre reducir el impacto. Como tal, comprender, monitorear y preservar la biodiversidad única en Atacama y los sistema de vida humano del pasado es esencial para obtener conocimientos científicos que permitan desarrollar nuevas tecnologías y sistemas de vida humano que permitan enfrentar con mayor sustentabilidad los desafíos futuros tales como el avance de la desertificación producto del cambio climático o el impacto negativo de nuevas tecnologías extractivas de agua.

El oro del Atacama no está en los minerales, está en las peculiares formas y adaptaciones de vida biológica y en los sistema de vida humana que han sobrevivido con la escasa agua disponible. Secar el Atacama es destruir la posibilidad de siquiera estudiar y desarrollar nuevas estrategias que nos permitirá sobrevivir el cambio climático que se viene y que constituye la gran amenaza al futuro de la humanidad en el planeta.

“Si contemplan la pampa y sus rincones verán las sequedades del silencio”. Luis Advis

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