El ruido ambiental que afecta a la población es un grave problema de salud pública que debería ser priorizado y regulado a la hora de planificar las ciudades, plantea Enrique Suárez, doctor en Acústica y académico del Instituto de Acústica de la Facultad de Ciencias de la Ingeniería de la U. Austral de Chile. Por ejemplo, en el Gran Santiago Urbano, el 32,6 % de la población se encuentra potencialmente expuesta a niveles de ruido inaceptables durante el día -equivalente a 2 millones de personas- y el 23,4% de la población, es decir 1 millón 440 mil personas, se encuentran expuesta a niveles de ruido inaceptables durante el periodo de la noche.
El aporte de los estudios de la U. Austral a este sistema es para orientar los esfuerzos para hacer de las ciudades, lugares inclusivos, donde las personas estén y se sientan protegidas e incorporadas a los beneficios urbanos.
Justamente estos datos del SIEDU – obtenidos a partir de los estudios de la U. Austral- revelan que en el Gran Santiago Urbano el 32,6 % de la población se encuentra potencialmente expuesta a niveles de ruido inaceptables durante el día -equivalente a 2 millones de personas- y el 23,4% de la población, es decir 1 millón 440 mil personas, se encuentran expuesta a niveles de ruido inaceptables durante el periodo de la noche. Si bien es una situación que se repite en grandes ciudades en otros países; hay una diferencia importante respecto a otras ciudades más pequeñas y con condiciones más saludables, como es el caso de Valdivia, donde sólo el 2,36% de la población se encuentra potencialmente expuesta durante la noche a niveles de ruido inaceptables.
Estos antecedentes demuestran un grave problema de salud ambiental que debe priorizarse indica el investigador de la U. Austral Enrique Suárez, ya que “las medidas deben ser colaborativas e integrales, pues no existe solo una medida de control de ruido que garantice un ambiente acústico más saludable. Las principales medidas son tres: normas de emisión y calidad ambiental; información y educación ambiental: y una planificación urbanística que incorpore a la acústica ambiental en el diseño y crecimiento de las ciudades”.
En Chile hay una norma para fuentes fijas de ruido como las industrias, talleres, discotecas, actividades de construcción, etc. Esa norma fija los límites máximos permisibles por tipo de uso de suelo del receptor o afectado por el ruido. La norma, además, diferencia horarios y límites diurnos y nocturnos. Por ejemplo, para una zona residencial, el límite de ruido diurno es 55 dBA y el límite nocturno es 45 dBA.
También existen normas chilenas que regulan la emisión de ruido de vehículos y buses, sin embargo, “no existe aún una norma de calidad acústica que regule la exposición al ruido del conjunto de las fuentes de ruido ambiental precisa” Suárez.
“Falta desarrollar e implementar una norma de calidad, que al igual que la norma de calidad de aire, proteja a las personas de los niveles de ruido generados por todas las fuentes, en especial, del ruido generado por los medios de transporte (tránsito vehicular). Para implementar este tipo de normativa se están realizando los estudios previos a través de mapas de ruido de las principales ciudades, y la implementación de redes de monitoreo de ruido ambiental”, explicó el experto en contaminación ambiental de la U. Austral.
Asimismo, el investigador de la U. Austral, concluyó que otro aspecto importante a priorizar es el diseño acústico de las ciudades, “desde la ubicación de las posibles fuentes de ruido y los lugares sensibles como es la ubicación de escuelas, colegios, respecto a carreteras y grandes avenidas, hasta la calidad sonora de espacios públicos y comunes como plazas, parques, áreas verdes, etc. En este último caso, estos aspectos son fundamentales de cuidar, pues las áreas públicas cumplen un importante papel en las ciudades y la salud de quienes las habitan y frecuentan”, concluye el académico.