Recientemente, se dio a conocer el Índice Global de Innovación de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), de la Universidad de Cornell y la escuela de negocios INSEAD, en el cual nuestro país se ubicó en el lugar 54° entre 130 economías a nivel global, siendo los mejores de la región, pero estando muy por debajo de los países OCDE, referentes en esta materia y en modelos de desarrollo a los que aspira nuestro país.
Si bien podría sonar como motivo de orgullo ser los primeros en Latinoamérica al analizar nuestros resultados detalladamente, no hay muy buenas noticias que contar. Algunos de los motivos por el cual Chile y la región se encuentran tan al debe en esta materia es que América Latina es un lugar complejo para innovar y escalar negocios por burocracia, complejidades regulatorias y por el control que existe de algunos grupos económicos en ciertas naciones que lamentablemente no permitan que empresas y startups prosperen, siendo necesario que se destrabe dicha relación con el fin de que estas puedan trabajar de forma armoniosa y en conjunto.
Un ejemplo de lo mencionado es la industria fintech (tecnológica-financiera) que en general tiene dificultad para trabajar de la mano y en conjunto con la banca, a diferencia de lugares como Europa donde ambas partes buscan alianzas para potenciarse mutuamente.
Es en este contexto, que necesitamos de manera urgente que exista voluntad para potenciar lo mejor de cada parte y así ofrecer soluciones que optimicen la vida de las personas. Además, contribuiría a esto una regulación fintech que recoja las experiencias internacionales más brillantes y considere los aciertos y fracasos de otras normativas implementadas en países de Europa y la región. Lo anterior generará confianza en los clientes, bancos, inversionistas y otros actores del sector.
Si es que avanzamos en lo antes planteado, existirán las condiciones para el desarrollo de negocios, de la innovación y el emprendimiento. Generando este escenario, vamos a poder aportar nuevas “empresas unicornio”, que son las compañías tecnológicas que alcanzan un valor de US$ 1.000 millones o más.
En Chile ya tenemos algunas firmas emblemáticas reconocidas a nivel mundial como Crystal Lagoons que es la única empresa unicornio nacional (que desarrolló una tecnología que permite la construcción y mantención de lagunas cristalinas), Cornershop (delivery) y NotCo (comida saludable).
Estas compañías no sólo nos harán escalar en un ranking -que no es lo importante realmente-, sino que nos permitirán generar un ecosistema de innovación, fomentar el talento y las habilidades en nuevas tecnologías, ayudar al crecimiento de Chile y así acercarnos a los países del primer mundo.