Aunque la idea más extendida es que detrás de este trastorno hay una sola causa, «la ciencia lleva tiempo diciendo que es mucho más complejo», dicen expertos.
Ni confundir derecha con izquierda es un síntoma de la dislexia ni los niños disléxicos escriben al revés, ni son más vagos. En el Día Mundial de la Dislexia, que se conmemora este domingo, los expertos abogan por desterrar mitos y aclaran que no es una enfermedad, sino un trastorno caracterizado por dificultades en el aprendizaje del lenguaje.
La dislexia implica una serie de dificultades en el reconocimiento fluido de las palabras, problemas de ortografía y decodificación. Aunque no se cura, un diagnóstico temprano y una intervención adecuada son claves para el buen desarrollo académico y personal.
La dificultad a la hora de leer y escribir se traduce en problemas de aprendizaje, explica a Efe Beatriz Gavilán, neuropsicóloga y profesora colaboradora de los estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya, para quien esto puede afectar a la autoestima del niño, que ve cómo el resto de la clase aprende más rápido y con menos esfuerzo.
Por ello insiste en que es muy importante un diagnóstico y una intervención temprana, lo que puede cambiar radicalmente el desarrollo de estas personas, pero también la conciencia sobre la situación en su entorno: en los padres y familiares o el profesorado.
«Hay que evitar a toda costa pensar que ese niño no hace las cosas porque no quiere. No hay que sumar problemas al problema base porque eso al final impacta emocionalmente al menor», subraya Gavilán, también miembro de la unidad de rehabilitación infantil del Hospital Beata María Ana de Madrid.
Un error común es concluir que los niños con dislexia son vagos. Frases como «es un poquito vago» o «ves como si te esfuerzas lo consigues» son especialmente peligrosas porque transmiten al niño que de alguna forma es culpa suya.
La dislexia tiene un origen neurobiológico y afecta zonas del cerebro que procesan el lenguaje. Tiene además un componente hereditario/genético importante: se estima que entre el 30 y 50 por ciento de los casos tienen antecedentes familiares.
Aunque la idea más extendida es que detrás de este trastorno hay una sola causa, la fonológica, «la ciencia lleva tiempo diciendo que es mucho más complejo», indica a Efe Marie Lallier, del Basque Center on Cognition, Brain and Language.
La dislexia parece tener causas multifactoriales, como problemas de atención visual o auditivos, y esa heterogeneidad es la que se investiga. Según Lallier, los niños con dislexia presentan perfiles muy distintos.
Por ejemplo, hay menores en edad escolar con problemas fonológicos que no pueden «jugar» con sonidos o presentan dificultades para recordar secuencias de cosas, pero también los hay que, aun no teniendo problemas fonológicos, sí tienen un nivel de lectura muy por debajo de lo que se espera para la edad.
Estos niños lo que tienen es un problema de atención visual. Son capaces de manipular sonidos pero tienen problemas a la hora de procesar múltiples elementos visuales: si se les presenta una serie de cinco letras de manera rápida solo verán dos o tres.
Luz Rello, licenciada en lingüística por la Universidad Complutense de Madrid y doctora en ciencia computacional por la Universidad Pompeu Fabra, es fundadora de Change Dyslexia y padece dislexia. ¿Su día a día? «Vivo con ella», señala a Efe esta investigadora.
«Hoy en día hay muchas herramientas que hacen la vida más fácil y apoyándome en esas herramientas no me genera mucho problema. Me refiero a los correctores ortográficos, los lectores de texto y las herramientas de dictado automático».
Aunque a veces, dice, «me juega malas pasadas. Por ejemplo, cuando tengo que leer un contrato, soy consciente de que tengo que invertir más tiempo que una persona sin dislexia para asegurarme de haberlo leído correctamente».
Rello opina que aún queda mucho camino por recorrer, aunque cada vez hay más visibilidad. «Muchos famosos con dislexia, como Steve Jobs o Pau Donés, han salido a la luz, ayudando a normalizar el problema».