Chile es actualmente el segundo exportador de litio del mundo, pero los métodos de explotación utilizados son calificados por expertos como «primitivos».
El papel que juegan las baterías en la lucha contra el cambio climático pone a Chile frente a un gran desafío: cómo obtener litio sin devastar los salares de Atacama, el desierto más árido del mundo, donde se encuentran más de la mitad de las reservas del llamado «oro blanco» del planeta.
Imprescindible para la fabricación de computadoras y celulares, este metal ligero es también un elemento clave para impulsar la transición hacia la electromovilidad en China y Europa: su peso y capacidad de almacenamiento lo hacen ideal para la industria de los autos eléctricos.
Pero la ventajosa posición de Chile, el segundo exportador de litio del mundo, trae problemas que resolver: los métodos de explotación utilizados por las dos empresas con licencia en Atacama, la chilena SQM y la estadounidense Abermale, son calificados por expertos como «primitivos», mientras que las comunidades locales alegan destrucción de sus fuentes de agua.
Con capitales estadounidenses, el litio se empezó a explotar en Chile hace 30 años mediante un sencillo proceso de evaporación de la salmuera, explicó la geoquímica de la Universidad de Antofagasta Ingrid Garcés.
Luego de que la salmuera es bombeada desde las profundidades del desierto y depositada en grandes piscinas a un ritmo de más de 2.000 litros por segundo, el mineral se obtiene cuando se pierde el 95 % del agua presente en la sustancia original.
«Esta forma de producción es muy barata porque no hay gasto en energía, solo aprovechas el sol y los vientos, pero hay mucha pérdida de agua», dijo la experta.
«Un salar es un ecosistema vivo. No estoy en contra de la industria, pero sí en contra de cómo se está haciendo», agregó.
A diferencia de Australia, el primer productor mundial, Chile no posee litio en yacimientos de roca, sino en medios acuosos.
Para la doctora en Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Chile Adriana Aranguiz, es importante entender que los salares «no son cuencas 100 % independientes de otras cercanas».
El Salar de Tara, por ejemplo, forma parte de la Reserva Nacional del Flamenco y es considerado Sitio Ramsar, por lo que tiene protección internacional.
Además, está dentro del llamado «Triángulo del Litio», que comprende las reservas de Chile, Argentina, Bolivia y, aunque no sea bombeado, se comunica directamente con el Salar de Atacama a través de un flujo de agua subterráneo.
«No sacamos nada con proteger Tara si los otros no están bajo ningún grado de protección», lamentó Aranguiz.
Los expertos denuncian además que el conocimiento científico sobre los salares es «muy pobre» y se desconoce su condición previa antes de la llegada de la industria, por lo que se complica la medición de los impactos.
«Son patrimonio geológico, ecológico, cultural y antropológico, de una riqueza brutal. Son lugares especiales para analizar la evolución de las especies porque son sistemas aislados, con factores abióticos importantes», añadió la especialista.
La Comisión Chilena del Cobre (Cochilco) estimó en un reciente estudio que si bien Chile producirá más del doble de litio que los niveles actuales hacia 2030, el país disminuiría su participación en la producción mundial.
Así, el litio proveniente de Chile pasará de representar el 29 % de la producción total mundial que ostentaba en 2019 a un 17 % en una década.
Actualmente, el valor del carbonato de litio chileno oscila entre de 5.952 y 6.614 dólares por tonelada, según la Cochilco, aunque el el banco de inversión británico HSBC estima que los precios se ubiquen en un rango de entre 10.000 y 12.000 dólares por tonelada en la próxima década.
El director de la Red de Litio y Salares de Chile y exintegrante de la Comisión Nacional del Litio, Gonzalo Gutiérrez, reconoció a Efe que el problema es la falta de voluntad política y, de buscarse, las mejoras tecnológicas y la innovación necesaria para reducir los impactos pueden encontrarse.
«Hay un menú de tecnologías, pero estamos hablando de empresas depredadoras. Lo que se necesita son proveedores a largo plazo, que podrían abrir sus plantas acá. Así, el conocimiento se queda acá y lograríamos que nuestros científicos, empresarios, técnicos y obreros entren en las primeras ligas de estos negocios», comentó Gutiérrez.