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Los niños del Chernobyl chileno, donde la mascarilla ya era una costumbre Niñez Raul Zamora/Aton Chile

Los niños del Chernobyl chileno, donde la mascarilla ya era una costumbre

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Los niños de la bahía Quintero-Puchuncaví, en pleno litoral central chileno, usan mascarillas desde mucho antes de la llegada del coronavirus: varios episodios de intoxicación provocados por el parque industrial instalado en la zona los ha obligado a vivir una cuarentena anticipada y permanente, sin juegos al aire libre y con una salud deteriorada.


Con más de 15 empresas apostadas a lo largo de la bahía, Quintero y Puchuncaví ha sido calificado en ocasiones como el «Chernobyl chileno» por organizaciones medioambientales, y es una de las cinco «zonas de sacrificio» reconocidas oficialmente en el país, espacios copados de actividad fabril con graves consecuencias para la salud de sus habitantes y el medioambiente.

Ya desde antes de la pandemia, pasadas las seis de la tarde Puchuncaví se transforma en un pueblo fantasma, con las plazas vacías, las playas solitarias y el ruido de los tubos flexibles de la industria petrolera sintiéndose junto al rumor del mar.

La situación genera un fuere impacto psicológico en los menores, además de daño físico por estar expuestos a emisiones tóxicas, denunció hace unos años la Defensoría de la Niñez de Chile.

La vida en una «zona de sacrificio»

Esta problemática ha llegado este mes a las pantallas de Chile a través de la miniseria infantil «Respirantes: les niñes del nuevo viento», protagonizada por niños y adolescentes de la zona que, representados por títeres, narran cómo la contaminación y las industrias han impactado en sus vidas.

De la mano de «Nube» y «Gaviota», los únicos personajes de ficción que aparecen en la serie, se conoce la historia de un territorio azotado por el avance de las industrias, declarada por el Estado chileno en 1993 como «zona saturada de contaminación» por dióxido de azufre y material particulado.

A partir de múltiples testimonios y documentación, el proyecto busca difundir la «terrible situación» que vive la niñez en Puchuncaví, explicó la periodista y parte del equipo creador, Greta Di Girolamo.

«Tienen riesgo de desarrollar cáncer, no pueden jugar como cualquier niño, tienen miedo si van a la plaza, pasan los recreos encerrados en sus salas de clases, que conviven con alertas ambientales…», dijo Di Girolamo.

El equipo de «Respirantes», integrado además por Pía Becerra, Francisco Parra, Rodrigo Mendoza y Javiera Luna, se propuso el desafío de contar esta historia desde la mirada de la infancia, asumiendo «la necesidad urgente de escuchar lo que tienen que decir, validarlos y considerarlos a la hora de hacer políticas públicas».

«Los niños no aprendían»

La dirigente de Mujeres de Zonas de Sacrificio en Resistencia de Puchuncaví, Katta Alonso, que también participó de «Respirantes», explicó cómo empezaron a detectar los problemas que las emisiones tóxicas provocan en los niños de la zona.

«Nos dimos cuenta hace muchísimos años que los niños no aprendían, que había muchos problemas neurológicos graves en la comunidad», declaró.

En adelante, según Alonso, la organización del territorio llegó a instancias internacionales: Naciones Unidas, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, espacios donde denunciaron graves episodios de intoxicación como el ocurrido el 21 de agosto de 2018.

«Hasta hoy no sabemos qué intoxicó a más de 2.000 personas en 2018 (cuando tuvo lugar uno de los episodios de emisiones más grave), la mayoría niños, niñas, mujeres y adultos mayores. La situación aquí es súper grave y estamos preocupadísimas porque últimamente han aumentado mucho los cánceres de mamas y de útero en mujeres jóvenes», dijo a Efe.

De balneario a polo de contaminación

La construcción del parque industrial de Quintero y Puchuncaví comenzó hace seis décadas, en un contexto de fomento productivo impulsado por el estado chileno, y a la fecha incluye empresas termoeléctricas, fundiciones de cobre, cementeras, puertos graneleros, petroleros y depósitos de concentrado minero.

Lo que hasta mediados del siglo XX fue un visitado balneario, abundante caleta de pesca y un vergel fecundo, con producción de arvejas, porotos y lentejas, se transformó con los años en un polo de contaminación que mató la riqueza del suelo y el mar.

Juan Carlos Berrios, pescador de la caleta de Ventanas, en Puchuncaví, trabaja la mar hace más de 40 años y ha sido testigo directo de los cambios en el territorio tras la llegada de las faenas industriales.

«Los botes están parados», comentó mientras limpiaba pescado en su puerto comercial, «antes había mucha macha aquí, había muchos recurso, pero las industrias destruyeron los campos, las mismas cenizas cayeron en los predios y la tierra se murió».

Por su parte, la dirigente social de Quintero, María Araya, explicó que la zona, según informes del Ministerio de Salud, supera a comunas vecinas como Viña del Mar y Valparaíso en cáncer de estómago, al cebrero y casos de leucemia.

«Es complicado (…) hemos tenido que llegar a tocar las puertas de las mismas empresas que nos contaminan para mejorar los hospitales porque el Estado no se hace presente», dijo Araya.

En abril de 20219, el Gobierno puso en marcha un plan de descontaminación en la zona con el objetivo de reducir en cinco años hasta en un 91 % emisiones permitidas a empresas.

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