La pandemia ha acentuado la deserción escolar de muchos estudiantes por diversas razones, entre las que se incluyen brechas sociales, económicas y tecnológicas. Pero la deserción escolar también es un problema que lleva años sin solucionarse en Chile, donde se excluyen estudiantes que parecen no encajar en el sistema actual que apunta más a resultados que capacidades.
Charlotte Milling tiene 17 años y es estudiante de cuarto medio de medio del colegio Santa Cruz, de Río Bueno, Región de Los Ríos. Ella reconoce que la pandemia en términos educativos «fue un periodo de cambios repentinos y complicados, porque se agudizó aún mas a brecha existente en ámbitos como social, cultural, económico y tecnológico».
Pero «también fue una oportunidad para darnos cuenta de manera evidente que el sistema educativo no esta preparado para estudiantes del siglo XXI».
Milling participa de MiVozCuenta, organización de niñas, niños y jóvenes de todo el país, del área de educación de la ONG Muévete por Chile y de TECHO y ha estado en distintas instancias para hablar de educación. «Para muchos estudiantes era la primera vez que podían decir libremente qué opinaban y cómo se sentían». Por eso se pregunta «en qué momento se normalizó una educación tan adultocéntrica, de robots, tomar apuntes y rendir, donde cómo me siento como estudiante estaba en un segundo o tercer plano».
Para la estudiante, los principales desafíos son la brecha tecnológica, salud mental, forma de calificación y participación efectiva.
También aborda el centralismo de las decisiones, «ya que no se puede comparar ni tomar las mismas medidas para alumnos que viven en la Región Metropolitana en un sector urbano, con estudiantes de la Region de Los Ríos donde un tercio de la población pertenece a zonas rurales».
Además cree que deben haber métodos distintos de enseñanza y valoración que permita a todos aprender. «No es fácil refundar una educación con fallas sistemáticas que son culpa de este llamado sistema para aprobar y no para aprender».
Por eso es necesario tomar medidas más participativa e inclusivas que tomen en cuenta las realidades diversas de los estudiantes, apoderados y docentes y las posibilidades que existen en su entorno.
Para Francisco Gallego, director científico de J-PAL Latinoamérica, «si uno mira desde la investigación académica, situaciones como las que estamos viviendo ahora en Chile y en el mundo, son situaciones en donde la educación de las niñas, niños y adolescentes se ve fuertemente afectada y yo diría que esto tiene que ver con el momento en el cual se rompe el vínculo».
«Se rompen vínculos entre las niñas y los niños con las escuelas y los profes y eso provoca efectos súper importantes, no solo en la retención, que es la manera tradicional como miramos el problema, –que hay niños y niñas que están en la escuela y otros que están afuera–, sino que también están en una situación que con todos los problemas de presencialidad o educación virtual, hay un grupo muy grande que está en una semi exclusión, en el sentido de que están matriculados en escuelas, pero que no están recibiendo educación efectiva», agrega el doctor en Economía del MIT y profesor titular en el Instituto de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
También es importante considerar el momento económico-social muy que se está viviendo y el efecto que genera en las familias.
«Este es un contexto donde se tienden a producir desigualdades muy grandes, entonces ¿qué hacer frente a esto? Ahí yo diría que de alguna manera lo que tenemos que hacer es lo mismo que lo que estamos haciendo con las vacunas ¿En qué sentido? La vacunación en Chile es un programa que surge de un acuerdo, que surge desde los territorios, donde la implementación no se hace solo en Santiago, donde se utilizan recursos y se usa la evidencia científica para saber qué, cómo y cuándo usamos una vacuna específica», explica.
Para el experto, incluso «a estas alturas de la vida ya tenemos bastante evidencia científica disponible a la que podemos recurrir para dos cosas: para prevenir que niñas y niños tengan los efectos negativos, y para lograr que quienes ya se fueron de la escuela vuelvan a ella o quienes están en un proceso educativo interrumpido, puedan completarlo».
¿Pero qué necesitamos para hacer eso? Primero se necesita «volver a establecer vínculos de los niños con las escuelas, que las niñas y los niños estén presentes en el sentido amplio, y en esa línea, hay bastante evidencia que sugiere que programas del tipo mentorías y tutorías, en las cuales personas acompañan a niños y niñas para aprender, con el apoyo de la escuela».
En segundo lugar, «hay una serie de implementaciones prácticas sobre cómo hacer educación digital y a distancia, que es interesante usarla y que se podría traer ahora. Tienen que ver con aprendizajes colectivos, con lograr que cada niño y niña esté tan motivado como está ella».
Gallego hace una analogía con la crisis sanitaria y la vacunación. «Tenemos que desarrollar sistemas de trazabilidad. Nosotros en Chile podemos saber, más o menos bien qué niños y niñas estaban matriculados en la escuela el 2019 y en el 2021 no están en ninguna y eso es importante y hay que echarlo a andar adelante. Podemos usar esa información y de esa manera, ir proveyendo información con evidencia científica que ayude a que esa niña o ese niño y su familia tenga el apoyo para que no abandonen el proceso educativo».
«Una de las grandes consecuencias que van a quedar por la crisis del covid tiene que ver con las consecuencias económicas, y nosotros sabemos que en momentos de crisis económica hay un grupo de niñas y niños que dejan de asistir a la escuela, pero si nosotros podemos apoyar a esa familia con recursos económicos o con mentorías y tutorías, sería importante. Lo mismo para las escuelas, todo lo que acabo de hablar no es algo que se pueda hacer gratis, si no que requiere de recursos que apoyen este sistema», finaliza.
Rebeca Molina, co-fundadora y directora ejecutiva Fundación Presente, explica que trabajar en el involucramiento del estudiante se traduce más allá del punto en el libro de clases de asistencia. «La evidencia muestra que en la medida que un alumno tiene ausentismo tiene muchas consecuencias no solo en el momento sino que para la vida», afirma.
«Por cada año que un estudiante tiene ausentismo crónico se va incluso triplicando las posibilidades que esa alumna o alumno deserte», detalla.
Por eso es necesario mirar el ausentismo como un importante predictor. «La deserción escolar es un proceso en que las niñas, niños y jóvenes se van alejando del colegio como un globo, que de a poquito se empieza alejar. No es una decisión que se toma de un día para otro, desde muy pequeños empiezan a haber factores y a interactuar distintos elementos que van empujando a este niño para que termine en la deserción».
En ese sentido, si queremos evitar la deserción «no tenemos que esperar a que este alumno este lejos sino tenemos que partir desde los primeros años de escolaridad y tenemos que estar atentos a las señales que nos da el estudiante».
«Por eso la asistencia es tan buen indicador, porque todos los colegios registran asistencia y nos permite actuar a tiempo», recalca.
Otro factor importante es cuando el ausentismo provoca la caída en el desempeño académico y empieza a caer además su autoestima.
Liliana Cortés es directora ejecutiva de la Fundación Súmate del Hogar de Cristo, organización que trabaja con jóvenes excluidos del sistema escolar y con alto rezago educativo. Para ella «la retención y el reingreso son dos momentos de un mismo continuo. En el caso de la retención, estamos alcanzando a llegar a tiempo y en el caso del reingreso, o no llegamos o estamos llegando tarde».
«Pero lo que le pasó a ese niño, es algo que viven los niños hoy en día, quienes están en peligro, en una situación de fragilidad educativa en términos de retención y los chiquillos de reingreso que ya están afuera y que ya tienen varias experiencias de fracasos y frustración, dijeron todos los mismo, esta sensación de que no son parte, de que no entienden», explica la trabajadora social de la PUC y master en desarrollo local y diplomado en Gestión de Empresas.
Para Cortés, «lo más relevante es poder lograr una visibilidad de la temática y una comprensión con todas las herramientas que hoy en día podemos tener en la retención. La alerta temprana, que es un sistema que ya está disponible para todo el sistema educativo, permite que uno pueda tener una mejor comprensión de lo que les pasa a esos niños, niñas y jóvenes y a sus familias.
Eso da dos alientos, lo primero es que uno empieza a comprender que este niño o niña que hoy día no viene, yo tengo como docente y comunidad educativa, una responsabilidad con él y no es tan simple como el que no quiera venir, sino que yo tengo que generar acciones para salir a buscarlo y poder reencontrarme y generar con él esos vínculos».
Pera también se necesita reconstituir la historia de ese niño para revisar el sistema. «Sí repitió dos o tres veces, si en realidad muchas veces le dijeron que sus malas notas implicaban que no podía venir, si fue expulsado o suspendido, eso te dice que esas prácticas no pueden seguir en nuestro sistema educativo sin ser analizadas, porque lo que va a provocar es que cualquier otro niño, niña o joven salga del sistema», explica.
Generar flexibilidad en el sistema «y cuando lo vemos como un todo, comenzamos a tener capacidades y empezamos a generar competencias y generar las condiciones para hacer que los jóvenes reingresen».
«Y ahí yo creo que tenemos una tremenda oportunidad, porque permitiría que nuestro sistema no solo fuera más diverso, sino que fuera más flexible, con mucha más contención y con herramientas profesionales y concretas», agrega.
Otro problema es la estigmatización de las niñas, niños o adolescentes que abandonan el sistema escolar. «Pero son como Charlotte, son niños, niñas y jóvenes con muchos talentos, muchas capacidades para poder expresar las cosas que le pueden haber pasado, en la medida que tienen los medios y las facilidades para hacerlo. La única diferencia, es que fueron estigmatizados en un momento, les comenzamos a tener miedo, pero en general en Chile le tenemos miedo a los jóvenes y nos muestran nuestro peor fracaso. El problema no lo tienen los jóvenes, el problema lo tenemos los adultos, porque cuando nos enfrentamos a un niño o niña que ha estado fuera del sistema escolar, nos muestra con su dolor y sus posibilidades todo lo que no fuimos capaces de hacer antes», sostiene Liliana.
Charlotte Milling concluye así que “hay que hacer un mea culpa, no es culpa de un niño desertar, es una derrota para el Estado. Es una tarea de todo que mediante la participación encargarnos y hacer que la educación sea efectiva”.
“Necesitamos una educación que sea más que un número, adecuada a cada persona, con calificaciones distinta. Estamos en una educación tan cerrada donde tienes que dejar de hacer las cosas que a uno le gustan para entrar a la universidad”, afirma.
Para Francisco Gallego, “cada niño y niña es especial y lo que tiene hacer el sistema educativo es apoyarlo y para eso hay que hacer cosas tan simples como contratar tutores y tutoras, que a veces son contratados o voluntarios, y eso hay que hacerlo ya”.
“Yo quiero dar un sentido de urgencia, esto es como un terremoto del cual no nos hemos dado cuenta y los terremotos los arreglamos muy rápido, las vacunas las hacemos muy rápido, pero esto como no es tan visible hay que hacerlo super rápido, ahora ya y se puede. No hay que ser Finlandia para hacerlo, hay que tener la voluntad, creatividad y la prioridad”, sentencia.
A su vez Rebeca Molina plantea que “los colegios necesitan a alguien que los vaya acompañado y los vaya guiando permanentemente, eso es super relevante, que vaya permitiendo mantener el foco, pero cambiando los caminos para lograr los objetivos. Ahí es donde requieren más ayuda los colegios”.
Y para Liliana Cortes, “hay que hacernos cargo como país de la importancia real del tema de la educación, yo creo que existe hoy día una impresión de que todos los cambios en educación son largos, pero hay cosas que son de ahora de corto plazo que mueven el paisaje de esa localidad”.
Y alerta: “La conectividad es una nueva brecha de desigualdad y no podemos permitirla. La conectividad, sigue siendo, al parecer, algo que solamente está disponible para el que lo puede pagar y eso no puede ser si tú quieres velar por la educación de todos los niños y jóvenes de nuestro país sea buena y construya para futuro”.