Hace pocos días se develó el resultado de un estudio realizado por la consultora internacional Ipsos, el cual buscaba conocer el estado de la salud mental en 30 países del mundo. El sondeo, pese a lo predictible, no deja de sorprendernos. Chile es la segunda nación más afectada en esta pandemia, siendo sólo superada por Turquía.
Estos nuevos antecedentes no sólo llegan cuando gran parte del país se encuentra nuevamente confinada y a la espera de recibir apoyo económico para enfrentar el encierro, sino que además viene a reafirmar una situación que muchos especialistas venimos alertando de hace tiempo.
Hoy la sensación es que estamos frente a una bomba de tiempo que nos obliga a poner la atención en lo que nos está pasando y en lo que estamos sintiendo, para abordarlo urgentemente y así convertirnos en una sociedad mentalmente sana. Algo que nos ayuda a salir adelante de esta crisis y abordar el futuro desde un camino ameno y más fraterno.
Las enfermedades mentales no sólo requieren de una lucha personal sino que también de una colectiva, donde todos los actores se hagan parte de las soluciones. Mientras el Estado debe hacerse cargo de generar políticas públicas que permitan que el tratamiento de las patologías esté disponibles para todos, las grandes empresas deben invertir en el cuidado de sus colaboradores. La sociedad, por su parte, debe empezar a ponerse en los zapatos del otro y hacer de la empatía el pilar fundamental a la hora de relacionarse con el entorno. Independiente de las batallas que cada uno lleva dentro suyo.
Durante las últimas décadas, el ensimismamiento se ha transformado en una forma de relacionarnos con el entorno, dejando atrás el proceso de entender al que está al lado y comprender su sufrimiento, por más que no sea lo que a uno le causa dolor. Hoy más que nunca es necesario darnos un tiempo de reflexión antes de emitir juicios y comentarios. De hacer una pausa antes de criticar al otro por su proceder o sentir. De concebir los dolores, sentimientos y acciones de una persona, para responder también a sus vivencias y a lo que lo rodea. Por ello, mientras no entendamos estos pasajes de su historia, difícilmente sabremos de dónde surgen esos tormentos.
Sin embargo, la ecuación para cuidar la salud mental no está completa si es que no podemos protegerla nosotros mismos, siendo el autocuidado algo fundamental para este cometido. La capacidad de detectar cuando no nos sentimos bien y pedir la ayuda necesaria, el decir adiós a las relaciones tóxicas, el dejar de lado las redes sociales como un espacio donde se generan idearios que pronto generan frustración, son algunas acciones que sin duda impulsan una mayor tranquilidad, junto conun bienestar físico y psicológico.
Comenzar a revertir los tristes indicadores mentales, que hoy nos ponen entre los líderes mundiales en plena crisis sanitaria –y con el cual tenemos largo historial previo–, requiere de un trabajo mancomunado, individual y colectivo, público y privado, para salir juntos a construir una sociedad sana y, por sobre todo, empática. Enfrentemos esta otra hebra de la pandemia desde parámetros comunes y siempre pensando, al igual que con el Covid-19, que en cualquier momento puede tocarnos a nosotros.