Hace unas semanas, el proyecto de ley que regula la comercialización de leña como combustible residencial fue aprobado por amplia mayoría en la Cámara de Diputados, superando así su primer trámite legislativo. Queda aún camino por recorrer para decir con fuerza: ¡Por fin la leña será reconocida como combustible!, pero se está avanzando y existen esperanzas de que no se convierta en el cuento de “Pedrito y el lobo”.
Pero ¿cuál es la importancia y el impacto de esta (ojalá) futura ley? Primero, debemos situarnos en un contexto y saber que, según los balances realizados por el mismo Ministerio de Energía, la leña es el combustible más usado en Chile a nivel residencial y, especialmente, en la zona centro-sur. Por ejemplo, en La Araucanía, el 90 % de las viviendas consumen este recurso para calefacción y/o preparación de alimentos, mientras que en la región de Aysén lo hace el 98 % de las viviendas. A esto se suma la excesiva demanda energética para calefacción, cuyo origen es la mala calidad de aislación térmica que tienen las viviendas, lo que implica que, para la gran mayoría de los hogares, la leña sea la única alternativa, pues es por lejos el combustible más económico.
La combustión de la leña, que provee calor a millones de hogares en Chile, es un proceso químico complejo, que requiere que ciertas condiciones de operación se cumplan estrictamente para alcanzar un máximo de eficiencia y, a la vez, un mínimo de emisiones contaminantes. Tales condiciones son temperaturas superiores a 600 °C y un adecuado suministro de oxígeno (aire). Chimeneas emitiendo humos visibles (humos altamente contaminantes) son el claro indicio de que el usuario no está velando por que la combustión de la leña se realice en las condiciones óptimas y, es así como llegamos a un panorama sombrío.
El Valle Central de la región de O’Higgins, Curicó, Talca y Maule, Chillán y Chillán Viejo, Concepción, Los Ángeles, Temuco y Padre Las Casas, Valdivia, Osorno, Puerto Montt y Coyhaique son zonas saturadas por material de particulado fino, producto de la mala combustión de la leña y, según estimaciones del Ministerio del Medio Ambiente, ocurren anualmente 4.000 muertes prematuras causadas por la exposición a este contaminante.
Si esta ley es promulgada, la leña será reconocida como combustible, estableciéndose (al fin) estándares de calidad. Uno de los más relevantes es el contenido de humedad. Solo se permitirá la comercialización de leña seca, que será producida por los Centros de Procesamiento de Biomasa, los cuales contarán con un sello de calidad otorgado por un organismo certificador. Por su parte, los comerciantes de leña deberán estar inscritos en los registros que llevará la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC) y tendrán que acreditar que se han abastecido de leña en los mencionados centros. La fiscalización del cumplimiento de esta normativa corresponderá a la SEC. De esta forma, cambiarán los conceptos que usaremos en adelante para referirnos a la comercialización de la leña: ya no hablaremos de leña formal e informal, sino de leña legal e ilegal.
Si bien no es suficiente regular la comercialización de la leña para solucionar el problema de contaminación atmosférica que afecta a las ciudades del sur de nuestro país, es necesario, pues constituye un aporte en materia de sustentabilidad al regular el mercado de un recurso local, renovable, accesible y carbono-neutral. Este fue siempre el camino: regular, no prohibir.
*L. Nicolás Schiappacasse Poyanco y Camila Carrasco Hidalgo son del Centro de Políticas Públicas Universidad Católica de Temuco.