Los problemas psicológicos aumentan en la infancia y la adolescencia, y los colegios e institutos son los mejores lugares donde detectarlos. Hacen falta más profesionales ahora que los menores son más vulnerables.
En las primeras etapas de la vida los niños y adolescentes deben hacer frente a diversos estresores. El inicio de la escolarización obligatoria es uno de ellos. Requiere un cambio de rutinas en el niño y el comienzo de una etapa con mayor autonomía, sin el apoyo continuado de los padres.
Además de los estresores usuales, pueden surgir situaciones atípicas en las que el niño debe poner a prueba sus recursos psicológicos de afrontamiento. Por ejemplo, la ruptura conyugal de los padres, el fallecimiento de un familiar, problemas económicos en el hogar o el estrés parental.
Un estresor inesperado ha sido la pandemia, que ha supuesto una amenaza importante para el bienestar emocional de niños y adolescentes. El confinamiento en casa, el cierre de los colegios, el cambio de rutinas, la falta de información o la información sesgada, la distancia social o el miedo al contagio han impactado en la población infantojuvenil, aumentando su vulnerabilidad a presentar problemas de salud mental.
Los trastornos psicológicos suponen hoy en día un importante problema de salud pública. En su informe Estado Mundial de la Infancia 2021, UNICEF estima que un 13 % de los jóvenes con edades entre 10 y 19 años padece un trastorno mental. En el 50 % de los casos, los trastornos mentales comienzan antes de los 14 años, según un estudio metaanalítico que incluyó casi 200 trabajos epidemiológicos.
Como ya mencionaba en 2005 la Comisión de las Comunidades Europeas, promocionar la salud mental en la infancia y la adolescencia es una inversión de futuro, ya que los primeros años de vida son determinantes. No detectar a tiempo un trastorno psicológico tiene importantes consecuencias. Cuando tardan en detectarse y no reciben una intervención adecuada, los trastornos persisten en el tiempo y pueden ser precursores de otros problemas en la etapa adolescente o en la edad adulta.
En España, la escolarización es obligatoria desde los 6 hasta los 16 años. Eso significa que un niño pasará al menos 10 años de su vida en un centro escolar, permaneciendo allí un mínimo de 5 horas al día. Sin duda, los centros educativos tienen un papel muy relevante como lugar de aprendizaje de conocimientos.
Sin embargo, su función en el desarrollo personal del niño no es menos importante. El colegio es el lugar donde socializan con sus iguales, donde se fortalece su autonomía al permanecer por primera vez lejos de sus padres, donde potencian su habilidad para gestionar sus emociones, donde ponen a prueba su autocontrol y donde aprenden a manejar su frustración al relacionarse con los demás.
Así lo considera la Organización Mundial de la Salud, al destacar el papel que los centros educativos tienen en la promoción del bienestar de niños y adolescentes. Un informe reciente (WHO Guideline on School Health Services, 2021) subraya que el entorno escolar no es solo un lugar de aprendizaje de conocimientos, sino que es un recurso idóneo para la adquisición de habilidades socioemocionales.
Los centros educativos ofrecen una oportunidad única para la detección y prevención de los problemas psicológicos, ya que cuentan con la ventaja de reunir a diario, y durante años, a los menores, facilitando por tanto posibles intervenciones.
Promocionar el bienestar emocional y detectar dificultades psicológicas son dos objetivos que pueden abordarse de forma eficaz en los centros escolares si se invierten los recursos necesarios. Colegios e institutos son lugares idóneos para atender los problemas de salud mental, ya que permiten que cualquier niño tenga acceso a esos recursos valiosos. Así lo demuestran algunos estudios que han logrado reducir síntomas de ansiedad y depresión en niños de 6 a 12 años, al aplicar programas de resiliencia emocional en el contexto escolar.
El mejor tratamiento de los problemas psicológicos es su prevención: cuanto antes, mejor. Contar con recursos psicológicos para hacer frente a las adversidades de la vida reduce la vulnerabilidad de los niños hacia la aparición de problemas de salud mental. Aprender a gestionar sus emociones, a solucionar problemas que surgen al relacionarse con los demás, a controlar su ansiedad, o a eliminar pensamientos irracionales que no les ayudan, son habilidades muy útiles que les preparan para la vida.
Además de la adquisición de habilidades socioemocionales, la presencia de psicólogos con formación en salud mental en los centros escolares ayudaría a detectar las dificultades psicológicas a tiempo, impidiendo su cronificación. La identificación de dichos problemas se ve facilitada por el hecho de que los niños pasan mucho tiempo en los colegios. Cualquier cambio socioemocional puede ser fácilmente percibido por los profesores, que conocen la evolución de cada niño. Contar con un psicólogo en el entorno escolar minimizaría el tiempo desde que el comportamiento de un niño llama la atención de un docente hasta que se detecta y presta atención psicológica al problema.
Sin embargo, el desempeño de esa labor tan valiosa requiere de una mayor presencia de psicólogos en los colegios, cuya ratio antes de la pandemia se cifraba ya en cinco veces menos de lo necesario. Contar con psicólogos en el ámbito escolar es ahora más necesario que nunca.
Ante situaciones inusuales como las vividas en esta época de pandemia, se requieren actuaciones inmediatas que frenen sus efectos negativos. Detectar tempranamente problemas psicológicos y proveer a niños y adolescentes con recursos de afrontamiento son dos estrategias necesarias para proteger su salud mental presente y futura.
Mireia Orgilés, Catedrática de Universidad. Experta en Tratamiento Psicológico Infantil, Universidad Miguel Hernández y José Pedro Espada, Catedrático de Psicología, Universidad Miguel Hernández
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.