Las escuelas cumplen el rol fundamental de formar ciudadanas y ciudadanos responsables, que potencien la sustentabilidad y la economía circular. De esta manera, estarán haciendo frente a uno de los más importantes desafíos que tenemos como sociedad mundial, y del que nadie está ajeno: el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad.
Investigaciones han demostrado que los entornos naturales tienen beneficios para las y los estudiantes, como aumentar su actividad física, sus capacidades psicomotoras, reducir la ansiedad y el estrés, favorecer la memoria, atención y concentración, desarrollar la creatividad, fomentar las relaciones sociales y la resiliencia, entre otros.
Katia Hueso es Cofundadora Federación Nacional de Educación en la Naturaleza y Fundadora de la primera escuela al aire libre de España. Además, se desempeña como Docente de ICAI/Pontificia Universidad de Comillas (España).
Su trabajo se enfoca en aprendizaje al aire libre en el contexto escolar y familiar, educación en la naturaleza para el desarrollo sostenible y la salud ambiental y la ecoalfabetización.
La speaker del Seminario Internacional de Educación Medioambiental explica de qué manera las y los docentes latinoamericanos pueden educar en la naturaleza.
¿Cuáles son los beneficios de la naturaleza en el proceso de aprendizaje de los estudiantes?
Los beneficios de la permanencia al aire libre en un contexto educativo se manifiestan en dos grandes áreas: el desarrollo y la salud. En la primera, se engloban todos aquellos que tienen que ver con lo cognitivo, es decir, el aprendizaje en el sentido más literal de la palabra, que tiene lugar a través de la experiencia directa. Incluye también lo emocional, es decir las relaciones con los demás y con uno mismo, que anclan dicha experiencia en la memoria del estudiante.
En la segunda, gracias al movimiento y la estancia en la naturaleza, tenemos beneficios para la salud física, mental y, a largo plazo, ambiental, que contribuyen a una mayor predisposición al aprendizaje. Todos estos beneficios construyen, por tanto, un clima propicio para que los aprendizajes sean significativos, placenteros y duraderos.
En Latinoamérica, gran cantidad de escuelas no tienen acceso a espacios verdes. ¿De qué manera recomiendas acercar la naturaleza a estas comunidades escolares?
Por suerte, conectar con la naturaleza es más una cuestión de mirada y de actitud que de disponibilidad de espacios verdes. Evidentemente ayuda que los haya, pero, si no es el caso, podemos llevarla adonde nosotros estemos. Sobre todo, si somos conscientes de que naturaleza también es el agua que bebemos o el aire que respiramos; el viento, la lluvia, el sol, entre otros.
A todo ello sí tenemos acceso prácticamente desde cualquier lugar. También podemos conectar con ella desde el aula, con los materiales de juego, los libros, las historias, los proyectos de germinado de semillas, etc. Y, sin duda, poniéndola en el centro de atención curricular, dado que la naturaleza puede estar presente en todas las materias, tanto en la teoría como en los ejercicios y las tareas que diseñemos para los estudiantes.
En términos de infraestructura, ¿cómo son las escuelas que realmente involucren la naturaleza en su curriculum?
La acción más sencilla es adaptar el espacio exterior, el patio, a la actividad lectiva. Con ello me refiero simplemente a salir a impartir clase, en vez de utilizar el patio sólo para el descanso. Se pueden incluir unas mínimas infraestructuras para que las y los estudiantes estén más cómodos, como unos troncos para sentarse, sombra en verano, techado para proteger de la lluvia, etc.
Impartir clase al exterior es muy sencillo porque apenas se necesitan materiales y, desde luego, no es necesario sacar el mobiliario del aula. Se pueden añadir espacios como huertos o jardines comestibles, animales para fomentar su cuidado, agua y arena para actividades experimentales, materiales naturales para manipular al exterior, etc.
¿De qué manera se pueden fomentar el aprendizaje al aire libre desde las familias?
Es importante que las familias estén informadas e involucradas. Su apoyo es fundamental, por ejemplo, cuando se realizan salidas fuera del centro escolar, pero también para preparar a las y los estudiantes para que estén motivados y bien equipados para permanecer al exterior. Si las propias familias también muestran un interés por la conexión con la naturaleza en su tiempo de ocio, facilitará mucho que las y los estudiantes lo hagan de forma espontánea en la escuela.
¿Qué rol cumplen los líderes de las escuelas en este trabajo?
Uno de los mayores retos para naturalizar las escuelas y la docencia es motivar e involucrar a toda la comunidad educativa, tanto a maestros como a las familias. No todos tienen las mismas ideas y expectativas y su labor está en apoyar, informar, aclarar dudas, organizar sesiones formativas, facilitar la logística en todo lo que se pueda a las y los docentes.
De cara a las familias, es importante hacer que se sientan partícipes de ese esfuerzo colectivo, permitiendo que hagan tareas de acompañamiento en las salidas o de preparación de materiales o espacios para la escuela, por ejemplo.