En octubre de 2018, mientras las intoxicaciones masivas hacían estragos en la zona de sacrificio del cordón de la Región de Valparaíso, Esteban Contardo viajó hasta el lugar para ayudar “en lo que fuera necesario y entregar apoyos” como presidente del centro de estudiantes de su universidad. Allí, dos semanas después de la muerte de Alejandro Castro, y conversando con habitantes del territorio, se encontró con historias más desconocidas. Muertes, enfermedades y la náusea de un pueblo que respira gases desconocidos.
“Cuando regresó a su escritorio, la profesora miró con extrañeza a través de la ventana y observó que descendía una niebla que cubría los techos de la escuela. Las salas de enfrente —que están a menos de quince metros de distancia— fueron las primeras en desaparecer, luego los árboles y los cardenales fucsias que están a un costado del corredor, hasta que solo se divisaron los pilares de madera. Claudia reconoció el sabor metálico —se había criado con él—, pero ese día fue distinto. Al regresar la mirada confirmó su peor temor y observó que de la boca de uno de sus alumnos salía un vómito compulsivo. Probablemente, algunos compañeros hicieron muecas de asco para molestar, pero otros, afligidos, le dijeron que sentían un dolor punzante en el estómago. Mareos. Náuseas.”
Así empiezan las primeras páginas de un libro escrito por casualidad. En sólo tres días más de 300 atenciones médicas se realizaron en contexto de intoxicaciones masivas: los gases y metales pesados habitan la sangre de los habitantes de Quintero-Puchuncaví, ya desde el vientre.
Esteban David Contardo llegó en 2018 en ese contexto, con una mochila cargada. Debía prestar su apoyo en todo lo necesario y escribir, esa era la misión como presidente del centro de estudiantes de la Universidad Católica.
Esas vivencias y conversaciones, volcadas en documentos, quedaron guardadas hasta 2020, fecha en que retomó un material que dos años antes lo había marcado. Fue durante la cursada de un Magíster en Periodismo, que aquellos escritos e imágenes mentales fueron tomando la forma de “no ficción”, un género que deambula entre el periodismo y la literatura. Se trata de narrar un hecho verídico con el uso de elementos literarios.
Un nuevo viaje y una estadía de un mes en el lugar, se sumaron a «Náusea», el resultado de una investigación volcada en ocho crónicas, que incluye las voces de profesoras, estudiantes, dirigentes sociales y vecinales, habitantes y familiares de personas enfermas o fallecidas producto de cánceres producidos por su vida en el lugar.
Sentado frente a la pantalla de su computador, el autor que inició su carrera de escritor con esta investigación, mantuvo una tonada baja y lenta durante toda la entrevista, entre medio de una tos recurrente, la misma que presenció durante sus viajes a la zona de sacrificio.
“Dentro de mi investigación y documentación, uno de los primeros síntomas que manifestaron sentir los afectados ante la emanación de gases es la náusea”, detalló Contardo al referirse a la elección del nombre de la investigación. “Es un título fuerte que tiene otras significaciones, la náusea es un malestar que puede ser también metafórico en tanto malestar social, o bien puede ser un malestar el momento en que el lector lea esos testimonio desgarradores”, explicó el joven talquino.
El fin de semana pasado, Contardo volvió a la zona para entregar ejemplares de su libro a algunas de las personas que fueron sus fuentes de investigación, con quienes quedó comprometido. Mónica Arroyo sumó su testimonio al libro como hija de un funcionario de la Empresa Nacional de Minería (Enami) miembro de “los hombres verdes”, ex trabajadores de la empresa que secretan líquidos de ese color entre sus extensas llagas, algunos ya fallecidos por cánceres del “colon, intestino, páncreas y enfermedades cardiacas”, y otros enfermos en la actualidad.
En la entrevista brindada al autor de «Náusea», Arroyo contó la historia de su padre y otros hombres que trabajaron en el lugar entre 1963 y 1977, falleciendo entre los años 2005 y 2009. Doce años después, y luego de ser diagnosticada de un cáncer fulminante al pulmón, Mónica Arroyo falleció. Murió antes de la entrega del libro en su manos, que fue recibido por su hermana.
Con la voz por momentos quebrada, Contardo recordó “con dolor” narraciones de enfermedades que, con frecuencia, se llevan la vida de los habitantes de la zona, sin importar su edad.
“Otra de las entrevistadas, Laura Tapia, tenía cáncer al momento de conocerla. Faltan muchos estudios sobre el cáncer en ese territorio, pero dentro de los pocos que hay y los hechos lo confirman, es un estudio de la Universidad de Valparaíso, que detectó que el gen que protege del cáncer a los humanos, está siendo modificado en los habitantes del territorio de Quintero-Puchuncaví.”
Para el investigador, la evidencia científica y el relato social, dan cuenta que “los cuerpos están desprotegidos ante el cáncer”, lo que no deja fuera otras enfermedades. “Todas las personas que entrevisté tenían un familiar fallecido o enfermo, las enfermedades respiratorias y gastrointestinales son comunes”, remarcó. Pero la situación no se termina allí.
“Los colegios que reciben niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA) están colapsados”, agregó.
La cotidianidad de quienes habitan la zona de sacrificio, está marcada por la presencia invisible de gases, que se disipan “muy rápido” y no hay manera de detectarlos “porque no hay un sistema que lo haga”, explicó Contardo. Por ese motivo, las náuseas a la mañana y el sabor a metal en la boca, es parte del día a día, reconoció el escritor.
A más de dos décadas de las primeras denuncias conocidas por intoxicaciones, enfermedades y muertes relacionadas a la contaminación de los aires, tierras y aguas del cordón Quintero-Puchuncaví, este libro es un intento por continuar visibilizando el relato de quienes viven en la zona y su pedido de acciones concretas “que den soluciones de fondo”, detalló Esteban David Contardo, quien con esta primera publicación obtuvo una mención honrosa en el Premio Escritura de la Memoria 2021, entregado por el Ministerio de la Cultura.
Esta crónica de 137 páginas ya se encuentra disponible en librerías.