El desafío de las empresas es disminuir la cantidad de basura que generan, no solo de plásticos o de envases de un solo uso, sino llevar a una economía circular donde los productos puedan ser reciclables o compostables.
De acuerdo con el Banco Mundial, anualmente en el mundo se generan más de 2.100 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos.
A nivel local, en nuestro país, según el Informe del Estado del Medio Ambiente 2021, se generaron 19,7 millones de toneladas de residuos en 2019. De esa cifra, la valorización y el reciclaje llegaron al 21% del total de acuerdo con el Sistema Nacional de Declaración de Residuos (Sinader).
Por eso es necesario hacernos cargo de los residuos y desarrollar una economía circular. El reciclaje es un tema que cada año ocupa un lugar más importante en la vida de las personas y mantiene a las empresas atentas a incorporar iniciativas de sustentabilidad o a innovar para dar solución a los problemas que el manejo de desechos genera. Y es que la necesidad de incrementar el reciclaje en el país es urgente ya que las cifras dan cuenta que cada persona genera 1,19 kilos de residuos diarios y sólo el 1% de estos se recicla, según el Informe del Estado del Medio Ambiente 2020, realizado por el Ministerio de Medio Ambiente.
Una de las principales consecuencias inesperadas de la pandemia de Covid-19, ha sido la contaminación ambiental tras el uso constante de mascarillas, pues sus componentes plásticos pueden tardar más de 400 años en degradarse. Según datos de la Seremi de Medio Ambiente, si cada chileno usa dos mascarillas desechables al día, más de 30 millones serían utilizadas cada 24 horas, lo que genera el desecho de más de 4.000 toneladas de plásticos adicionales al mes.
Es por esto que nació el plan piloto de la Municipalidad de Santiago y CMPC para reciclar mascarillas usadas, disponiendo en colegios y distintos puntos de la comuna contenedores para que las personas desechen sus mascarillas.
Uno de estos puntos se encuentra en la Escuela Diferencial Juan Sandoval, desde donde aseguraron que los alumnos y los apoderados del colegio están contentos de poder participar en el reciclaje. “Los estudiantes reciclan sus mascarillas y cada vez que vemos una botada en el suelo la recogemos y las botamos en los contenedores que corresponden. Incluso, algunos de los apoderados juntan las mascarillas de sus casas y las depositan aquí”, comentó Marcela García, funcionaria de la escuela.
La iniciativa implica una primera etapa de recolección, que luego es trasladada a la planta de la Unidad de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Concepción, en la región del Biobío, donde son recicladas y transformadas en distintos productos plásticos, como bandejas o maceteros.
“Nosotros nos definimos como una escuela que fomenta el desarrollo sostenible, entonces, cuando apareció esta idea, vino muy de acuerdo con lo que nosotros estábamos trabajando y lo tomamos porque es algo que creemos que es importante. Además, afianza la idea que teníamos de que había que hacer algo con estas mascarillas que están hundiendo nuestros ecosistemas y que no fuera a caer al mar o a los ríos”, explicó Marcela García.
Para Nicolás Gordon, gerente de Sostenibilidad de CMPC, “las mascarillas se han convertido en un contaminante biológico emergente y se han transformado en una problemática ambiental mundial. Es por esto que quisimos crear este plan piloto con el propósito de atenuar el daño y las consecuencias negativas, porque nos preocupa el cuidado del medio ambiente y queremos contribuir en su cuidado”.
Pese a que es conocido que el plástico es el material contaminante más presente en el mundo, un estudio de la Asociación Gremial de Industriales del Plástico (Asipla) reveló que en Chile sólo se recicla el 8,5%, lo que corresponde a 83.679 toneladas.
Fue con esta realidad en mente que los ingenieros Diego Cartes y Erwin Uribe fundaron la startup de innovación en sostenibilidad “Green Bricks”, con la que lograron crear un algoritmo capaz de unir los siete tipos de plásticos mediante un biopolímero para crear un hormigón sustentable, con el que pueden crear diferentes productos para el mercado de la construcción como revestimientos de muros y pisos y así contribuir a reducir la huella de carbono de esta industria, que alcanza el 40% de las emisiones de CO2 a nivel mundial.
“Por cada 3 metros cuadrados de productos Green Bricks reducimos 1 tonelada de CO2, cumpliendo con los altos estándares normativos de la construcción en Chile, que son uno de los más altos a nivel mundial, mejorando la flexo tracción, resistencia, conductividad térmica, entre otras características constructivas”, explica el cofundador, Diego Cartes.
Gracias a este emprendimiento, Diego y Erwin obtuvieron el primer lugar del concurso de emprendimiento ‘Comunidad En Movimiento’, organizado por G100 y la Comunidad Nada Nos Detiene, lo que les permitió ir a Israel y evaluar oportunidades para internacionalizar su negocio.
Pero no sólo el plástico en desuso invade nuestras vidas (y nuestros océanos), también lo hacen los dispositivos electrónicos que día a día damos de baja. Según la ONU, Latinoamérica solo recupera adecuadamente el 3% de este tipo de desechos, una realidad terrible si además consideramos que Chile es el mayor productor de basura electrónica por persona en la región, según un Informe del mismo organismo sobre Gestión de Residuos.
Es por eso que la empresa de telecomunicaciones WOM -junto a Sodimac y Triciclos- lidera desde hace varios años una iniciativa de reciclaje electrónico que ha logrado recolectar más de 20 toneladas de este tipo de material en desuso.
«Cuando comenzamos este proyecto en 2019 logramos recaudar 2.2 toneladas. En 2021 recaudamos un 284% más llegando a las 8.5 toneladas. Esto nos demuestra que la disposición de las compañías es sumamente relevante porque generan cambios en las conductas. Estamos orgullosos del cambio y por eso, este año pensamos alcanzar las 10 toneladas de reciclaje electrónico, a lo largo de todo Chile”, comenta Catalina Achermann, VP Asuntos Corporativos y Sustentabilidad en WOM.
Si bien aún no se logra reutilizar un mayor porcentaje de los desechos existe una mirada optimista frente al tema, pues cada año se genera un mayor awareness en la materia y surgen nuevas innovaciones y emprendimientos que buscan reducir la cantidad de material que la humanidad genera.
Soledad Lama, integrante del G100, empresaria B y CEO de Comaco, señala que “hay un problema mundial que es el calentamiento global y para cumplir con la meta de no subir la temperatura a niveles peligrosos se necesita el compromiso de los gobiernos, pero también de las empresas. Sin las empresas no se cumple la meta. Es muy importante que las empresas se conecten con los compromisos que se necesitan”.
En esa línea, las proyecciones y mayores desafíos para el sector privado son, a juicio de Lama, “medir la huella de carbono, medir cuánto contamina cada uno. En el caso del reciclaje saber cuántos residuos uno elimina. El desafío de las empresas es disminuir la cantidad de basura que generan”.
Si bien es cierto cada vez somos más conscientes del cuidado que debemos tener con el medio ambiente, aún tenemos prácticas que lo perjudican, como el simple hecho de producir un zapato. Inescop (Instituto Tecnológico del Calzado) puso en marcha un proyecto llamado CO2Shoe, cuyo objetivo era desarrollar una herramienta que permitiera cuantificar las emisiones de gases de efecto invernadero debido a la producción de cada par de zapatos.
La fabricación de calzado se traduce en que, de todo el dióxido de carbono producido, el 58% corresponde a la fabricación de los componentes, el 16% al envasado de fabricación, el 11% al montaje y acabado y solo el 6% a la distribución del producto final.
Es por esto que la idea de utilizar calzado sustentable emerge con fuerza. Según Myriam Hernández, dueña de Mike’s, compañía dedicada al diseño, desarrollo y comercialización de calzado, “la industria del calzado está entre las más contaminantes del mundo, toda su fabricación trae efectos negativos para nuestro medio ambiente, entonces debemos inculcar a las nuevas generaciones a cuidar lo que nos rodea, y puede que el hecho de utilizar calzado sustentable sea una parte de aquello”.
La empresa ofrece este tipo de calzado, hecho de caña de azúcar, totalmente reciclable y que es fabricado completamente en Brasil, donde están los mejores materiales para poder realizar estos zapatos.
Con suela fabricada con restos o residuos de caña azúcar, más ligera, acolchados y con plantillas hechas de un material totalmente reciclable, este tipo de calzado ayuda a cuidar el medioambiente y a disminuir los efectos contaminantes de la fabricación de zapatos.
A la hora de comprar calzado recuerda que, con sólo el hecho de elegir tejidos orgánicos, sostenibles y, en muchos casos, hasta reciclados, estás colaborando a reducir la cantidad de agua invertida en la producción y de los pesticidas utilizados. Además, los calzados ecológicos no utilizan ningún producto de origen animal, por ejemplo, para las suelas, se emplea caucho natural o corcho.