Asistir al servicio de salud, conversar con otros trabajadores en el ámbito laboral, contratar un servicio o incluso comprar en el negocio de la esquina puede ser un desafío complejo para las personas haitianas. Aunque una parte importante de ellas maneja los dos idiomas oficiales de Haití, kreyòl y francés, no todos manejan el español. Más aún, cuando se trata de un español colmado de modismos y palabras propias, como el de Chile. Ante esa necesidad, Yvenet Dorsainvil Oris creó un diccionario que incluye términos, saludos y apartados especiales con un diseño lúdico y de fácil lectura para todas las edades.
Yvenet Dorsainvil llegó a Chile después del terremoto del 2010 en Haití y se encontró con el mismo evento en Chile, pero otro movimiento estaba causando estragos desde hace unos años en “sus compatriotas”, sostuvo el profesor de lenguaje. En ese periodo, centenares de haitianos y haitianas recibieron una carta de abandono del país, muchos sin ningún motivo. Y tampoco los deportaron, sino que les dijeron que tenían que abandonar Chile.
En ese marco, y sin el dinero necesario ni para subsistir, muchos empezaron a ser contratados en condiciones de esclavitud por empleadores que se aprovecharon de su falta de documentos y les ofrecieron “sueldos que en muchos casos sólo alcanzaban para comer”, recordó Yvenet, algo que aún sucede. Por esos años murió la primera persona haitiana de frío al no tener donde dormir.
Yvenet vino a Chile con el objetivo de estudiar un posgrado, pero la situación que encontró respecto de “sus compatriotas”, como los nombró con frecuencia durante la entrevista, lo llevó a involucrarse en diversas luchas en un país donde el racismo convive entre las ideas de muchos ciudadanos e incluso en las cúpulas de poder.
“Lo primero que hice fue crear un equipo de fútbol como estrategia para reunir a la comunidad, porque a los haitianos nos gusta el fútbol. Empezamos a compartir en la cancha y conversamos nuestros problemas para ver cómo podíamos resolverlo acercándonos a las autoridades”, recordó el profesor.
Así partió la organización de la comunidad haitiana (con apoyo de iglesias) que tenía líderes y representantes por comunas. Una radio y una revista nacieron fruto de esta organización y la idea era el apoyo mutuo y la circulación de informaciones útiles, y en el caso de la radio también se convirtió en un espacio de conexión con familiares y amistades de Haití, ya que la nostalgia por el país caribeño fue otro punto en común entre las y los migrantes.
“A través de la revista realizamos varios estudios y uno de ellos fue sobre los niños y las viviendas. Descubrimos que los niños tenían mucho problema en los colegios porque no entendían el idioma y también porque dejaron de ser niños de alguna forma”, afirmó el referente de la comunidad. Muchos padres y madres, al no dominar el español y ante la adaptación más rápida de niños y niñas, les utilizaban como traductores para salir y hacer trámites. Entonces sus tiempos de juego y dispersión, solían dedicarse a eso.
Yvenet comenzó a dar clases de español en la biblioteca de Independencia. Mucha “gente amiga y de las iglesias” le ayudaban con el espacio y la coordinación de las clases. Según contó, “venían muchos chicos a las clases, pero el problema era que un día llegaban 100 y la próxima semana otros 100 distintos, no había continuidad y cuando preguntamos era por cambio de horarios de trabajo, o que habían encontrado trabajo”, dijo. Así nació el primer diccionario, que fue en principio un manual de bolsillo más bien acotado.
La brutalidad del caso de Joane Florvil no dejó a ningún migrante indiferente. “Nos sentimos muy vulnerables, no sabemos en qué momento nos va a tocar a nosotros”, expresó Yvenet, abriendo los ojos grandes y apretando sus manos contra los párpados. Por ese entonces, la concientización sobre las limitaciones del idioma creció no sólo en las comunidades migrantes sino que también en espacios de servicios chilenos.
Ese primer diccionario se transformó “en algo de bolsillo, cada profesional de la salud empezó a tener su diccionario en la oficina” contó. Pero con el tiempo, en las clases de español el profesor se dio cuenta de otro problema: “en la clase los chicos me comentaban que en el lugar donde trabajan escuchaban otras palabras que no estaban en el diccionario. Yo les preguntaba cuáles son esas cosas. Cachai, me decían, escuchaban palabras como esas en sus trabajos y no en las clases”, contó Yvenet. “Ahí agregué el chilenismo que yo llamo chileñol, para que se adapten al mundo laboral”.
Producto de ese ejercicio nació el nuevo Diccionario Español-Kreyòl Kreyòl-Español, un libro de la editorial Planeta Sostenible (164 páginas) que busca tender un puente entre dos idiomas y culturas “aportando a la educación intercultural y facilitando el encuentro entre pueblos hermanos que hoy, más que nunca, deben entenderse y abrazarse”, plantea la descripción editorial.
El diccionario cuenta con más de 1500 términos en español y más de 1600 en Kreyòl, además de apartados especiales sobre saludos, números (cardinales, ordinales y fraccionarios) y partes del cuerpo humano, planteados en páginas coloridas, lúdicas y dinámicas hechas para una lectura sencilla y dinámica para personas de todas las edades.
“Desde que llegué a Chile ha habido muchos cambios, sobre todo en salud. Hoy contamos con profesionales que tienen su propio diccionario y también traductores, hay mucha más sensibilidad respecto de la migración y nuestros derechos, pero aún queda mucho por avanzar”, expresó el profesor de lenguaje que realizó posgrados en relaciones internacionales y política exterior. En la actualidad, trabaja en diversos espacios de investigación y cumple distintas labores vinculadas a la migración.