Iniciativa facilita espacios de integración personal y colectiva con el objetivo de transformar la emocionalidad que evocan estas vivencias.
Según datos revelados por la Primera Encuesta Nacional de Abuso Sexual y Adversidades en la Niñez, el 18% de las personas encuestadas declaró haber sido víctima de abuso sexual siendo menor de edad, de las cuales un 38% nunca ha contado su situación de abuso, y quienes pudieron hablarlo, en su gran mayoría, lo hicieron 10 o más años después de haberlo sufrido.
En medio de ese contexto nacional y motivada por una experiencia real de crecimiento postraumático, María Fernanda Forttes decidió en 2022 crear la Fundación La María, una organización dirigida a mayores de 18 años víctimas de abuso sexual infantil (ASI) que quieran transformar la emocionalidad que les evoca el trauma, desde el dolor hacia la esperanza.
“Convivir con una experiencia de ASI es una tarea dolorosa y difícil que como sobrevivientes asumimos sin haberla elegido. Este paradigma naturalmente nos evoca una gran desesperanza”, indicó María Fernanda, quien dirige la entidad, orientando su carrera al servicio de la resignificación de su propia historia y las de los demás.
«Me movilizó el sueño de construir un lugar al que todo sobreviviente de este tipo de abuso pueda llegar para nutrirse de esperanza y avanzar en su proceso de sanación y resignificación», sostuvo.
El abuso sexual infantil puede tener impactos severos en la salud física y mental de las personas que lo vivencian: depresión, ansiedad generalizada, ideación suicida, estrés postraumático y trastorno del sueño, entre otros.
Por eso la fundación acompaña a sobrevivientes a llevar adelante sus procesos de crecimiento postraumáticos, a través de dos programas: el Programa de Encuentros, que ofrece un espacio seguro para hacer comunidad y compartir diferentes experiencias, y el Programa de Resignificación, que está orientado a facilitar y acompañar a los sobrevivientes de ASI en la resignificación de su trauma.
“Hablar del impacto y secuelas del ASI con un grupo de personas que comparten una historia similar a la mía fue clave en mi proceso de resignificación de esta experiencia”, declaró en un testimonio una de las 14 participantes del primer ciclo de programas.
«Encontré un espacio de mucho respeto, cuidado y empatía. Formamos una comunidad que seguirá estando en contacto para apoyarnos cuando sea necesario”, agregó.
Actualmente, la entidad está preparando un nuevo ciclo de programas para el segundo semestre, que contempla a más de 30 participantes.
“La invitación para sobrevivientes y personas significativas es a atreverse a transformar esta realidad tóxica y horrorosa, del abuso, del secreto, de la omisión, del miedo, del poco cuidado, la invisibilización y la soledad, por una nueva, más sana, consiente, libre y esperanzadora, junto a nosotros”, concluyó Forttes.
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