Pese a ser el pueblo originario más numeroso de Chile, poco se conoce acerca de la espiritualidad y filosofía de este pueblo. Manuel Pilquil es machi y se dedica al acompañamiento del bienestar de la salud de las personas y lo hace desde su tradición originaria a través del uso de plantas de uso medicinal y otros elementos. Una historia y el resultado de siglos.
Lawentun es una palabra del mapudungún que en español refiere a todo acto de una persona hacia otra que pueda sanar, desde una sencilla conversación hasta un masaje, tomar terapia, realizar una limpieza energética, entregar hierbas para uso medicinal, entre otras. Esto que en términos occidentales se puede equiparar a la palabra servicio, es lo que ofrece el machi Manuel Pilquil (41), en una práctica que mezcla el uso de plantas y hierbas con uso medicinal, magia, registros akashicos y otras herramientas.
Habitante de las orillas del Río Cautín en el sector Rulo (Región de la Araucanía), Pilquil sintió el llamado a la misión hace diez años luego de una cruda enfermedad a los pulmones. En una entrevista realizada de manera virtual explicó que “el despertar espiritual” de un machi se relaciona con episodios de quiebre que ocurren en su vida, como muertes, enfermedades y otros periodos en los que aparecen trances, lo que en términos occidentales equivale a decir que la persona se declara poseída por determinados espíritus reveladores.
A partir de allí su camino, como el de otros y otras machis que inician su recorrido luego del llamado, es visitar a otros machis más experimentados, quienes realizan una lectura de lo que les está sucediendo ya que la aparición de trances es confusa antes de reconocer la vivencia como tal.
Si varios y/o varias machis coinciden, el diagnóstico es claro: fuiste llamado a cumplir ese rol. Luego de tener claro eso, la persona elige a un machi con el que tenga mayor afinidad y se inicia como machil, estudiante que entre uno y tres años se recluye para aprender sobre hierbas, filosofía mapuche, conducta, el idioma, los rituales, conocer los tipos de fenómenos espirituales, la naturaleza y sus fenómenos.
“Cuando me sucedió sentí un choque espiritual fuerte porque el llamado a un camino y una vida nueva, uno deja de ser común y te miran como alguien especial”, reflexionó Pilquil. “Y la familia ocupa un lugar importante en ese proceso porque uno puede aceptar o no ese cargo espiritual y ella forma parte de esa decisión y más tarde también del ejercicio”, agregó.
Antes de asumir el rol y dedicarse al 100% a la tarea de la sanación, Pilquil vivió en la ciudad y trabajó en diferentes lugares, pero cuando “llegó la misión” retornó a las tierras de sus ancestros: “Una vez que tomas este camino viene el del desaprendizaje, la descolonización, la espiritualidad es distinta a la occidental, yo nunca practiqué la cristiandad pero como vivo en ese contexto de alguna manera estaba impregnado de él”, contó.
El inicio de un machi requiere de la instalación en su territorio ancestral, donde brinda sus atenciones, aunque en el caso de Pilquil también realiza consultas Santiago, otras zonas de la Región de la Araucanía y en ocasiones de manera virtual. En todos los casos, su ejercicio está acompañado de elementos como una ruca (vivienda mapuche) o un rewe (altar utilizado en ceremonias).
Además del machi, que puede ser hombre o mujer, existe la figura del o la lawenche. Entregan medicina en base a plantas y hierbas de uso medicinal, también aplican masajes u otras técnicas como lo hace el o la machi, pero la diferencia es que este último “tiene una conexión con la divinidad”, dijo Manuel Pilquil.
“Entre los lawenches hay personas que se dedican al tratamiento de huesos y también otras especialidades, por ejemplo las parteras se dedican al manejo del embarazo, parto y sanación del aparato reproductivo”, mencionó desde su casa a través de Zoom, mientras una gallina cacareaba y un rayo de sol reposaba sobre su rostro al mediodía.
De acuerdo a su relato, el machi ocupa sus conocimientos cuando es necesario o bien durante ceremonias como nguillatún (ceremonia religiosa en la que se pide por el bienestar, fortalecimiento o la unión de la comunidad o se agradecen los beneficios recibidos). En el caso del uso medicinal se habla de “sanaciones”.
A la consulta de Manuel Pilquil llegan muchas y muchos kuchan (pacientes) mapuches y también winkas (no mapuches) y en el caso de estos últimos destacó que, en general, acuden a él por “no encontrar causas ni soluciones a sus problemas” luego de atenderse en la medicina occidental lo que, a su juicio, tiene relación con que la medicina occidental “a veces no llega a ver ciertas cosas porque se construyeron sobre un paradigma occidental” entonces “hay enfermedades que tienen fondo espiritual” que no reconocen.
En una primera consulta mapuche, que debe realizarse por la mañana, el paciente lleva la ropa con la que durmió dentro de una bolsa. Por protocolo, el machi debe estar acompañado de una persona (que por lo general es la esposa o un integrante de la familia) que es considerada “dueña” de él y actúa como intermediaria en la conversación que sostienen los tres.
Ella le comunica el problema expresado por el paciente y a partir de allí el machi inicia un kuimi, ritual de entrar en trance. Junto a su kultrul (instrumento musical propio de la cultura mapuche) y la ropa, se para delante del rewe e inicia el trance donde, a través de la espiritualidad, se comunica con divinidades que le permiten realizar una radiografía del paciente y al mismo tiempo tratar su problema.
“La sanación es una alianza para el bienestar, es ayudar al jinete a subirse a su caballo de la vida y aprenda a conducir su propósito”, explicó a través de la metáfora. “El diagnóstico y tratamiento se entrega en el mismo trance, pero este último va por partes para no cargar con mucha información al paciente, así que puede implicar una sesión o más, depende de la situación de salud del paciente”, detalló.
Además de esta “alteración de conciencia para comunicarse con la divinidad”, aclaró Manuel Pilquil, “hay machis que diagnostican a través de la orina, la lectura de pulsos de la mano, fotos”, también se pueden revisar los antecedentes brindados por la medicina occidental y añadirlos a la búsqueda de causas del problema del paciente, “por eso es importante la complementación”, destacó el referente espiritual.
La medicina herbolaria, frecuentemente usada en los tratamientos, suele ser asociada como algo “muy sencillo”, como “tomar un té” pero “hay que saber utilizar las plantas”, reconocer las dosis utilizadas para las diferentes dolencias y la importancia de su “frecuencia” y forma de consumo, remarcó Pilquil. “Además, no sólo pueden tomarse, las plantas y hierbas pueden ser usadas en sahumerios y baños”, explicó el especialista en medicina ancestral mapuche, quien además ofrece talleres sobre el tema.
Plantas, magia, terapia de la conversación, ancestrología, registros akashicos, los machis cumplen muchas funciones y se reconocen como “médicos naturistas” que acompañan caminos de sanación para el bienestar humano.
La espiritualidad, y con ello el acompañamiento de la salud espiritual son uno de los pilares sobre los cuales el pueblo mapuche sostuvo su resistencia ante las amenazas de extinción y, pese a su tradición oral, la medicina ancestral mapuche es tan antigua como su historia. Sin embargo, y a pesar de las políticas de interculturalidad medicinal, para Manuel Pilquil son prácticas más “de apariencia”, ya que la hegemonía de una sobre la otra y la invalidación occidental del conocimiento mapuche, continúan latentes.