El estudio Radiografía al Emprendimiento en Chile 2019-2022, realizado por la Facultad de Economía y Negocios UNAB, analizó los cambios en la intención emprendedora de los jóvenes, las mujeres y los adultos mayores. Pese al aumento en este punto, durante el período en todos los grupos disminuyó la cantidad de personas que poseen un emprendimiento.
Durante los últimos años, el país ha estado marcado por las consecuencias del estallido social y la emergencia sanitaria producto de la pandemia por Covid-19. Con el objeto de analizar los cambios que esto ha traído consigo en el ecosistema del emprendimiento, la Facultad de Economía y Negocios (FEN) de la Universidad Andrés Bello (UNAB) realizó el estudio Radiografía al Emprendimiento en Chile 2019-2022.
El trabajo –una encuesta probabilística que se aplicó en terreno a más de 1.030 personas en las regiones Metropolitana, Valparaíso y Bío Bío en 2019 y 2022– analizó los cambios en la intención emprendedora de los jóvenes, las mujeres y los adultos mayores, arrojando un alza significativa en el número de chilenos que ha pensado en comenzar un emprendimiento en el período.
En el caso de los jóvenes, la proporción registró un aumento de 7,8 puntos porcentuales, llegando al 70,7% en 2022. En tanto, la cantidad de mujeres que lo ha pensado subió considerablemente, pasando de 48,9% a 58,5%. No obstante, son los adultos mayores quienes anotaron el mayor avance en este punto, con un alza de 12,3 puntos porcentuales y llegando a un 44,1%.
A pesar de lo anterior, en el período disminuyó en todos los grupos la cantidad de personas que posee un emprendimiento. Por su parte, en el caso de quiénes han participado en la puesta en marcha de un emprendimiento durante este período, sólo los jóvenes reportaron un alza.
Miguel Vargas, decano de la FEN UNAB, destaca que están «comprometidos con la generación de nuevo conocimiento y con el análisis de los desafíos que enfrenta nuestro país, pues es clave entender cómo los hechos ocurridos en los últimos tres años, dentro y fuera de Chile, afectan un área tan relevante para el crecimiento y desarrollo económico, como el emprendimiento. Esto con el objetivo de aportar en el diseño y evaluación de políticas públicas que lo impulsen».
«En el marco de la crisis económica y sociopolítica que hemos vivido, sumado a la emergencia sanitaria y al aumento del desempleo, efectivamente se puede observar un alza en la intención emprendedora, es decir, hay más personas que quieren armar un emprendimiento para poder resolver problemas o porque identifican oportunidades», explica Juan Carlos Oyanedel, investigador de la U. Andrés Bello.
«Sin embargo, eso no necesariamente se traduce en que se generen nuevos emprendimientos justamente por lo complicado del entorno», afirma.
Si bien entre 2019 y 2022 subió la proporción de mujeres que declaran haber pensado en iniciar un emprendimiento, se registró una baja significativa de 13 puntos porcentuales en el número de mujeres que señala tener un emprendimiento vigente en el período.
«A quienes más le afectó la pandemia en términos de reducción de su participación en la fuerza de trabajo es a las mujeres, ya que tuvieron que asumir nuevamente una serie de responsabilidades familiares, como, por ejemplo, el cuidado de niños producto de la suspensión de las clases presenciales», sostiene Oyanedel.
Al respecto, Juan Luis Correa, investigador del Instituto de Políticas Económicas (IPE) de la FEN UNAB explica que «en general, el comportamiento de los jóvenes y adultos mayores en la participación laboral es similar al de las mujeres, sobre todo en el caso de los jóvenes. Su oferta laboral tiende a ser más elástica que la del grupo de hombres entre 30 y 55 años».
«Esto significa que, si disminuye el sueldo ofrecido, bajarán las horas que mujeres y jóvenes están dispuestos a trabajar, ya que tienden a ser estos grupos los que realizan principalmente las labores en el hogar. Por lo que, al reducirse los sueldos, se hace más rentable destinar esas horas a aquellas tareas», precisa.
Por otra parte, junto con reportar la mayor alza al medir quiénes han pensado desarrollar un emprendimiento en el período, los adultos mayores mostraron también un aumento en el conocimiento del ecosistema del emprendimiento, particularmente en organismos estatales como Sercotec, Indap, Prodemu, mientras que los otros dos grupos presentaron un menor conocimiento que hace tres años.
El estudio midió los tres principales predictores de la Intención Emprendedora, la que se puede definir como el auto-reconocimiento de la convicción de crear un negocio y la planificación consciente para su realización en un tiempo futuro: Actitud emprendedora (capacidad de iniciar o crear un emprendimiento), Autoeficacia (qué tan capaz me siento) y Norma Social (cómo percibo el apoyo de mi entorno cercano).
Al respecto, detalla Oyanedel, se determinó que «en los tres grupos la autoeficacia fue la única dimensión que registró un aumento en el período, contrapesando así el efecto negativo de las otras dos dimensiones».
«Producto de la pandemia, que ocasionó un reordenamiento del mundo, es lógico que sea la autoeficacia el elemento que más se desarrolla, ya que está muy asociado con la resiliencia y la perseverancia. En la medida que el entorno es más complejo y desafiante, las personas se sienten más capaces de implementar proyectos o tienen mayores necesidades de reinventarse», añade.
Por su parte, Correa destaca que se puede identificar dos tipos de emprendimiento: el autoempleo y el empleador. El primero está relacionado con el emprendimiento por razones de necesidad y no genera puestos de trabajo, mientras que el segundo, que está relacionado con la generación de puestos de trabajo, sucede cuando se tiene un proyecto que busca desarrollarse a través del tiempo.
«Dadas las condiciones que está enfrentando nuestra economía, y que probablemente siga enfrentando durante el futuro cercano, es probable que observemos un desplazamiento de emprendimiento empleador hacia emprendimiento por necesidad y que las emprendedoras tiendan a desacelerarse», recalca.