Trabajó desde los 12 años y más de treinta los dedicó a su profesión, la minería. Hasta que un día, por renovación de jefatura, terminó despedido a pesar de su experiencia. Luego de más de tres años de búsqueda laboral, logró un cargo de inspector de colegio. La historia de Alan Diaz se replica a lo largo del país y el “miedo” a envejecer es cada vez mayor. El edadismo o viejismo “es una forma de maltrato” que se traduce en actos discriminatorios, explicaron especialistas, pues suponen que la persona no posee las mismas capacidades que a otra edad, aunque “esos atributos carecen de evidencia empírica”, sostuvieron.
No importa si es lunes o sábado, Alan Díaz Araya (56) se levanta a diario antes de las siete de la mañana. A caso por gusto o por costumbre, desde sus 12 años trabaja. Empezó haciendo aseo en las casas y después se insertó en los lavaderos de oro en la Región de Atacama.
Hijo de una familia diaguita, estudió técnico en mineralurgia y en minas y realizó numerosos cursos de formación complementaria durante su trayectoria laboral en diversas mineras. Computación, administración, secretariado, liderazgo, normativa y políticas públicas de pueblos indígenas, excel, entre otros, fueron algunos de ellos.
“Nunca me quedé tranquilo”, sostuvo el también padre de tres mujeres. En 2018, y luego de 25 años de servicio en la misma minera donde se desempeñó como supervisor del departamento de Geología, la nueva jefatura lo cambió a un área donde nunca trabajó: mecánica.
“Por último anda a contar tornillos”, recordó que le dijeron en aquella ocasión. Luego de otros episodios similares, Diaz pidió licencia por salud mental y a su regreso ya no tenía oficina.
En enero de 2019, Alan Diaz dejó Copiapó junto a su familia y se trasladó a La Serena por la salud de una de sus nietas que tiene epilepsia refractaria, síndrome de down, discapacidad mental y motora además de compromiso en sus pulmones.
Como los médicos le dijeron que si la pequeña se quedaba en Copiapó las esperanzas de vida eran mínimas, vio este traslado como una buena oportunidad.
“Nunca pensé que iba a ser tan difícil la búsqueda laboral con tantos años de experiencia y formación. Yo empapelé La Serena con currículum más de tres años, estuve en todas las páginas de búsquedas, fui a oficinas y los pocos lugares que me llamaron me dijeron que estaba sobrecalificado o decían que me iban a llamar pero nunca me llamaban ni me lo decían, pero me descalificaban por edad”, sostuvo con emoción en una conversación telefónica.
Tanto Diaz como su familia se dedican, en paralelo a sus actividades, a la producción de artesanía, pinturas, muñecas y plantas. “Pero la salud necesita de mucho dinero, estamos hablando de millones de pesos para hospitalizaciones y otros que necesitábamos para mi nieta”, afirmó.
La compra y habilitación de un espacio de estética integral se vino abajo luego del estallido y la pandemia. Y las ganancias no alcanzaban.
“Esto me afectó mucho, estuve tan mal que me salieron ronchas en el cuello y problemas al corazón porque entre medio mi nieta estuvo con muy pocas posibilidades de vida”, dijo.
“Me cuestioné por qué era tan viejo, he trabajado toda la vida y es injusto que el sistema quiera borrarte, porque yo me siento capacitado para trabajar unos cuantos años más pero el sistema no te lo permite, las empresas se cierran ante una persona de más de 50 años”, recordó el trabajador, quien además estuvo con tratamiento psicológico y psiquiátrico por este motivo.
Durante su trayectoria laboral, Diaz formó a cientos de estudiantes en práctica a quienes capacitaba con un especial gusto por la enseñanza y lectura. Y considerando este antecedente, se postuló en educación, pero al no contar con título pedagógico sólo le abrieron las puertas para desempeñarse como inspector escolar, espacio en el que se desempeña en la actualidad luego de haberse formado también como asistente de educación e inspector.
Discriminación en el acceso o continuidad en el trabajo, reducción de beneficios de capacitaciones y formación y otras acciones y conductas discrimatorias hacia personas mayores de cierta edad y un trato infantilizado en ciertos servicios.
El edadismo “se materializa de diversas maneras”, sostuvo la antropóloga social y actual Directora del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile, Paulina Osorio (51).
“Además del impacto más directo y personal en las propias personas mayores respecto de su de discriminación e invisibilización; el edadismo tiene un importante impacto en la percepción social de la vejez como etapa de la vida, que se torna una etapa indeseada, negada y subvalorada socialmente”, manifestó la especialista.
Por otro lado, la psicóloga clínica especializada en adultos mayores, investigadora y docente de la misma casa de estudios, Daniela Thumala (55), agregó que el edadismo “como forma de discriminación” tiene que ver con el conjunto de estereotipos negativos que se tiene sobre determinados periodos de la vida, particularmente respecto de la vejez, por lo cual también “se habla de viejismo”.
“Todos tenemos terror de envejecer y no sólo por la posibilidad de tener problemas de salud”, expresó la profesional. Y es que el ámbito laboral, mencionó, es uno de los primeros espacios que manifiesta prejuicios “respecto de la capacidad de rendir”, atributos que subrayó “poco tienen que ver con la evidencia empírica”.
“El terror a envejecer también ocurre por la sensacion de discriminación, infantilización, se cree que las personas mayores son como niños y esa es una forma de maltrato”, dijo y agregó que la mayoría de las personas adultas en Chile “son autónomas e independientes con capacidad de tomar propias decisiones, pero debido al prejuicio muchas veces se autolimitan”.
Para la doctora en Sociología y Diploma de Estudios Avanzados en Análisis del Cambio Social, Paulina Osorio, como sociedad es importante no perder de vista que la transición demográfica hacia el envejecimiento “nos está demostrando que no sólo hay mayor número de personas que llegan a la vejez, sino que también la vida se alarga y cada vez vivimos más años de la etapa de la vejez”.
“Por lo tanto la participación social activa y la incidencia de las personas mayores en el mundo social más amplio, no puede finalizar en una determinada edad cronológica o con la jubilación pues las personas mayores forman parte del presente y del futuro”, añadió.
En esta línea, Thumala señaló que existe un gran desafío sobre todo en el ámbito laboral: compatibilizar, respetar el desarrollo profesional, académico, el oficio de alguien en la medida que va envejeciendo y quiere seguir ejerciendo, con las personas jóvenes que quieren acceder a puestos de trabajo.
“La discriminación por edad no es la mejor manera de resolverlo porque genera temor, pueden haber retiros dignos pero no sólo en términos de pensiones; la gradualidad, la oportunidad de ocupar espacios luego de jubilar, hay que pensar formas de compatibilizar”, reflexionó la investigadora asociada del Centro de Gerociencia Salud Mental y Metabolismo (GERO) y miembro del Centro Interuniversitario de Envejecimiento Saludable (CIES).
“Una de las formas de combatir el edadismo o viejismo concretamente es a través de la generación de espacios de contacto ya que los prejuicios se desarman cuando uno conoce a las personas y eso se puede mejorar y combatir”, explicó la psicóloga.
Los espacios de contacto intergeneracionales son instancias de encuentro entre adultos jóvenes y mayores que permite mediante el contacto “romper mitos” y prejuicios que se dan de uno y otro lado.
“Hemos realizado encuestas conjuntas entre la Universidad de Chile Servicio y el Nacional del Adulto Mayor (Senama) y encontramos que quienes conviven con adultos mayores tienen una mirada mucho menos prejuiciosa, entonces no se trata sólo criticar el viejismo sino proponer alternativas, y esta es una propuesta concreta”, cerró la especialista.