El 15 de octubre se conmemoró el Día Mundial del Bastón Blanco, instancia en que los obstáculos y desafíos para la autonomía de las personas con discapacidad visual se ponen al centro de la reflexión social de derechos pendientes de garantizar. El braille como sistema de lectoescritura es una de las herramientas más importantes para este grupo social. “Permite decodificar de manera distinta y contribuye al desarrollo comprensivo, pero las máquinas son muy costosas y arreglarlas puede llegar a ser imposible”, sostuvieron dos especialistas.
Hace más de 70 años nació en Chile la primera escuela latinoamericana para personas con discapacidad visual. El Colegio Santa Lucía surgió para ofrecer vacantes desde prekinder de manera gratuita y un sistema que, al Programa Nacional de Educación añade de manera transversal a todas las materias, el aprendizaje de lectoescritura braille, técnicas de orientación y movilidad, uso de tecnologías y otras herramientas para el desarrollo de la autonomía.
Daniela Osorio (40) e Ivy Betancur (54) son educadoras de la institución, directora y jefa de la Unidad Técnica Pedagógica (UTP) respectivamente y ambas coincidieron en la importancia y el valor de este sistema de lectoescritura.
Yvy, en primer lugar, precisó que no todas las personas con discapacidad visual utilizan el braille. “Nosotros realizamos un diagnóstico para estudiar cuál es el sistema del proceso lector más adecuado para cada estudiante”, contó, pues hay personas con baja visión que pueden utilizar tintas con adecuaciones (como uso de lupas, atriles y otros) y otros en los que hay que buscar otras opciones, como el braille.
“No es lo mismo enseñar el proceso de lectoescritura en tinta a usar el braille porque hay toda una exploración táctil y eso es un proceso largo y lento que se aprende y requiere mucho trabajo en casa y apoyo del hogar”, agregó la jefa de UTP y educadora diferencial.
Según su experiencia, el aprendizaje a edad temprana puede tomar unos dos años, pero a veces más, e implica un doble desafío en la escuela: adquirir conocimientos de lectoescritura en braille y lo propio de cada materia.
La impresión en braille es un desafío que implica dos grandes problemas: costo y espacio. Según explicó Osorio, cada plana que se imprime en tinta (Arial tamaño 12) equivale a tres hojas en braille: “la hoja es más cara y como un libro es el triple de abultado que el de tinta, se imprime de acuerdo a la necesidad y pedido que haya”.
La mayoría de las producciones se hacen entonces a partir de proyectos elaborados por ministerios de cultura o educación, o bien iniciativas particulares.
“La Biblioteca Nacional de Chile tenía una sala gigante de libros en braille y la eliminó porque no podían tener la misma cantidad de libros que tenían en tomo tinta que en braille, el listado era muy inferior en cantidad, entonces compraron máquinas que leen auditivamente”, contó la directora y profesora de educación física.
Con el auge y desarrollo de nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC), numerosos sistemas y nuevas aplicaciones surgieron para responder a las distintas necesidades de las personas, también de aquellas vinculadas a necesidades históricas de personas con discapacidad visual. Si bien este avance es valorado por la comunidad, para las trabajadoras del colegio Santa Lucía no significa despreciar el valor del braille.
En este sentido, subrayaron que acceder a él requiere asimismo de contar con las máquinas necesarias para el proceso lectoescritor.
“Es muy importante también que todas las personas usuarias del braille puedan tener acceso a sus máquinas, pero son muy costosas y hay repuestos que no existen”, sostuvo Daniela Osorio, quien además ilustró la dificultad de tenerlas, más allá del costo.
“Sólo una persona arregla algunas máquinas en Chile y hay repuestos que no existen, nosotros tenemos dos impresoras sin funcionar porque buscamos todo el año alguien que las repare y no hemos encontrado”, mencionó.
Enviarlas a Estados Unidos es una opción, pero el viaje de vuelta y los golpes, muchas veces hacen que sea en vano. “A veces por no tener quien las arregle o no encontrar los repuestos hay que comprar otra, y pueden llegar a costar hasta 7 mil dólares”.
“Los más afectados suelen ser los estudiantes de regiones, porque es más caro y difícil el acceso y las máquinas son fundamentales para su educación”, agregó Betancur. Además, en el caso de las personas sordociegas, el braille es “la herramienta” por excelencia.
“Observamos casos en que estudiantes ciegos que toda la vida ocuparon lector de pantalla desarrollaron problemas auditivos, por eso es bueno que no saturemos el sentido del oído, porque también puede existir estrés auditivo y el braille mejora la capacidad comprensiva y permite decodificar distinto”, argumentó Daniela Osorio.
Finalmente, las especialistas hicieron un llamado citando los derechos reconocidos por la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificados por Chile.
“Llamamos a las personas que hagan esfuerzos por disponer de elementos de inclusión en sistemas de acceso a la información, el Artículo 9 de la convención refiere al acceso a la información y es fundamental que de acuerdo a las posibilidades de la persona, ofrezcamos variadas formas de acceso a la información”, indicó Osorio.
Por último, Betancur describió al braille como “una forma de responder al derecho”.