Se asume que la capacidad productiva decae con la edad. Pese a compromisos legales acordados a nivel mundial, “todo el sistema social, económico, cultural, promueve un espacio vegetativo, carente de derechos y ve al sujeto como un gasto”. Especialista abordó la necesidad de crear espacios y de formar más profesionales especializados.
A pesar de una amplia teoría sobre envejecimiento activo o positivo “las políticas públicas tienden a lo contrario: el asistencialismo, a no reconocer la productividad, a la reducción de espacios (laborales, sociales, afectivos) para personas mayores de 55 años y con la pandemia se visibilizó con mayor notoriedad, fue la población más afectada”.
El reconocimiento de esta situación motivó a la psicóloga y doctoranda en neurobiología Patricia Bustos a la promoción y creación de una cátedra sobre psicogerontología en la Universidad de Valparaíso y junto con ello, elevar como necesidad el contar con profesionales especializados en adultez mayor.
“Al invalidar a las personas mayores, la sociedad contribuye mucho a su separación y este grupo etario termina viviendo en espacios guetos, separados del espacio porque se cree que no pueden aprender, su capacidad productiva va decreciendo, que ya no tienen interés sexual, que su lugar es quedarse en casa y cuidar a los nietos”, sostuvo la investigadora y académica, quien cuenta con más de 20 años de trayectoria.
“Hay temas como la homosexualidad, la autoexploración, que ya no son temas, yo hago el ejercicio con mis estudiantes y les pregunto qué pasa con la sexualidad de los adultos mayores y quedan rojos, una alumna me mira y me dice ‘no mi abuela no’, está la percepcion de que al envejecer no hay vida afectiva, no hay sexualidad, se les va privando de todo esto y se limita a pensarlos como objetos que necesitan sólo atención médica y quedarse en casa haciendo nada”, agregó.
Salir a la calle, caminar y cruzar veredas, usar un cajero automático o realizar un trámite puede significar un desafío mayor para estas personas porque “la ciudad no está preparada para ellos”. Así, quedarse en casa más que una opción puede ser una imposición ya que salir es sinónimo de sortear desafíos o “pasarlo mal”, subrayó la especialista.
“Todo el sistema, sistema social, económico, cultural, promueve un espacio vegetativo carente de derechos, que ve al sujeto como un gasto”.
Un estudio publicado por el Observatorio del Envejecimiento para un Chile con Futuro en 2022, reveló que más de un tercio de los adultos mayores sufre de depresión y más de la mitad tiene actualmente trastorno de ansiedad en Chile, con un crecimiento notorio en el periodo de pandemia.
Según Bustos, si bien las enfermedades de salud mental y las “conductas neuropsiquiátricas” son comunes en este rango de edad no todas las personas se van a ver afectadas y “el entorno social y afectivo” son claves en este sentido.
“Si abrieramos, por ejemplo, espacios laborales, posibilidad de viajes para que la persona en lugar de quedarse en casa pensando en comprar medicamentos pudiera invertir su tiempo en eso, hacer talleres o estudiar, si existieran políticas públicas y profesionales formados que contribuyan a la apertura de espacios reales, la teoría sería una práctica con perspectiva de DDHH, que es lo que se busca”, reflexionó.
Uno de los problemas detectados por la psicogerontóloga tiene relación con la “baja inversión” que existe para este grupo social históricamente marginalizado. Según detalló, en Chile sólo existen organizaciones y servicios pequeños, que no dan abasto ante las múltiples necesidades que existen en la adultez mayor, “no existe un ministerio, por ejemplo”, apeló Patricia Bustos, y comparó además el caso chileno a nivel global.
“En Italia, por ejemplo, tienen un sistema de pensiones, sobre todo en ciertas áreas de trabajo, que las personas empiezan el proceso de jubilación y pueden hacer viajes (es muy común ver adultos mayores viajando) con subvenciones del estado, lo que les permite tener una vivencia más lúdica y en general la vejez no se concibe como algo negativo, España por otro lado tiene un comportamiento similar a América Latina”.
La tendencia a desdibujar la imagen de sujeto de derechos de estas personas y por ello su objetivación restringe su movilidad.
“Hay tantos elementos que no son atendidos desde la familia ni espacios de salud mental que contribuyen a este círculo de sentir que la vejez es no hacer nada y esperar la muerte, nosotros mismos construimos este espacio de salud mental como algo quieto, inactivo”.
-Se deshumaniza a las personas y se las convierte en una planta, un ser inmóvil que sólo hay que regar para mantener con vida, a diferencia de Argentina u otros países donde existen múltiples espacios que promueven su movilidad…
-Hemos observado que si bien en Chile hay talleres en espacios municipales, el reclamo es que son siempre los mismos: talleres de pintura, tallado en madera… y no quieren eso en muchos casos. También hay beneficios en viajes pero no es algo masivo porque implica una suma importante de dinero que no todos lo tienen. En general todo lo que hacemos no se condice con el proyecto de organismos internacionales vinculados a la vejez activa, no hay coherencia entre lo que se hace y se dice.
-La centralización también es un problema en este sentido, no quiero imaginar qué pasa en zonas más remotas donde hay que viajar para comprar arroz…
-Y pensándolo más cercano aún: cerca de Concepción hay muchas zonas rurales donde para salir a hacer un trámite hay que caminar y luego esperar un auto para que los lleve…
Si lo llevamos al plano de la formación académica de especialistas en el área, en Chile sólo tenemos programas de estudio de psicogerontología en Santiago y Valparaíso. Está todo muy centralizado.
-Cuando se habla de la Agenda 2030 y proyecciones demográficas futuras todos se agarran la cabeza porque tener más adultos mayores se piensa como un problema…
-Claro porque se cree que al envejecer no existe posibilidad de ser productivo, no se puede aprender, trabajar, no se contribuye. Entonces se ofrecen talleres pensando en resolver este problema que se plantea: la idea de que no tiene nada que hacer.
Sería muy interesante que existiera un ministerio de la adultez mayor, que se destinen dineros, que se invierta en iniciativas, en disponer de espacios, dar el debate en un espacio diferente donde se pueda abordar el tema desde distintos dominios involucrando presupuestos.
-No se piensa en el potencial para el desarrollo país que hay en este rango.
-¿Por qué una persona no puede estudiar una carrera? Porque se cree que no va a poder rendir, es una visión muy negativa. Si cambiáramos la visión no estaríamos tan preocupados por este avance, y es complicado porque no generamos espacios de ningún tipo para pensar esto no como un problema.
Volviendo al tema de la salud mental, no hay espacios para desarrollar una buena salud mental porque esta va más allá del individuo, tiene que ver con el espacio donde vive, las oportunidades que tiene, la cultura, poder ir al teatro, al cine.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), “el edadismo es un problema mundial”. Como forma de discriminación, sostiene consigo un cúmulo de mitos en relación a la edad de las personas, sobre todo aquellas consideradas “viejas” y “jóvenes”.
“Es necesario dejar los mitos a un lado y dejar de ver la adultez como un problema sino como una oportunidad, un nuevo ciclo de vida que tiene que ser redefinido a través de espacios de aprendizaje, de reunión, de conocimiento y reconocimiento”, mencionó Bustos.
“En Chile no hay espacios para que personas mayores se junten con otras, como por ejemplo bares o discoteques, si se les ve en un lugar así son tildados como viejos verdes por ocupar un lugar donde ‘no deberían estar’. ¿Por qué no puede darse?”, agregó.
En una mirada panorámica, la especialista sostuvo que en sudamérica, en general, el adulto mayor es visto “como alguien que tiene que estar en casa, cocinando” y ese mensaje tiene tanto poder que provoca que “las personas se vayan encerrando cada vez más, transformándose en un gueto, un espacio separado del resto de la sociedad”.
Se le aparta, se le provee de medicamentos, se le ofrecen talleres bien definidos y delimitados y allí termina el tema.
Así pues, además de la despatologización y el reconocimiento como sujeto de derechos, para Patricia Bustos uno de los grandes desafíos es la formación de profesionales especializados.
“Son fundamentales para que contribuyan a la parte más de atención clínica y también al desarrollo de políticas públicas preparadas para encarar los procesos de cambios generacionales y comprender la coexistencia en un espacio donde todos somos sujetos de derecho, todos tenemos algo que aportar, todos podemos ser productivos”, sostuvo.
Por último, recordó que el cerebro “es un órgano plástico que puede extenderse y adaptarse”, y el desarrollo humano en los distintos procesos etarios se relaciona directamente con “los recursos y oportunidades que entrega el medio”, informaciones cruciales para reconocer el potencial de este grupo social y las formas de valorar las diferentes maneras que pueden aportar al desarrollo del país si se les considera y entrega las herramientas necesarias para ello.