El 26 de Agosto del 2020, la Academia Americana de Medicina de Sueño (AASM) postuló la eliminación de los cambios de hora estacionales, a cambio de establecer un horario fijo durante todo el año.
La evidencia actual apoya a adoptar en forma permanente el “horario de invierno” ya que se alinea de mejor manera con nuestro reloj biológico y tiene el potencial de producir efectos beneficiosos para la salud y seguridad pública.
¿Y esto, por qué?
La luz es el principal sincronizador externo de nuestro reloj biológico interno. El horario de verano (más oscuridad en las horas de la mañana y más luz en las horas de la noche), induce una desincronización de nuestro reloj biológico provocando un “retraso de fase de sueño” (es decir, nuestra melatonina se empieza a liberar en un horario más tardío). Esta desincronización da como resultado la pérdida de horas de sueño y con ello una acumulación de “deuda de sueño”, lo que provoca importantes riesgos para la salud y seguridad pública, especialmente en los días inmediatamente posteriores al cambio de hora
La evidencia científica actual ha demostrado efectos negativos para la salud tanto a corto como largo plazo secundario al cambio de hora.
Efectos adversos agudos de cambiar entre el “horario de invierno” y el “horario de verano”:
El cambio de horario de invierno a verano se ha asociado a alteraciones del estado de ánimo, mayor tasa de suicidio, mayor producción de marcadores inflamatorios, alteraciones a nivel genético de los genes del reloj biológico interno, mayor riesgo de enfermedades cardio-cerebrovasculares (mayor riesgo de infarto agudo al miocardio, aumento hospitalizaciones por fibrilación auricular y accidente cerebrovascular), mayores ingresos hospitalarios.
Además, los estudios muestran que las muertes por accidente de tránsito aumentan hasta un 6% en los primeros días del cambio al horario de verano, y un aumento de hasta 18% en los eventos médicos adversos relacionados con errores humanos en la semana después de cambiar al horario de verano. Si bien las razones de esto no están del todo claras, los mecanismos propuestos incluyen el impacto de la privación de sueño en el funcionamiento del lóbulo frontal, que puede resultar en un deterioro del juicio y en la capacidad en la toma de decisiones.
Efectos adversos crónicos del “horario de verano”:
Diversos estudios han demostrado que la desincronización del reloj biológico durante el horario de verano, no se ajusta hasta después de varios meses, provocando un “jet lag social”. Esto se asocia a mayor riesgo de obesidad, síndrome metabólico, enfermedad cardiovascular y depresión.