Un gran interés ha despertado la decisión de la Municipalidad de las Condes de prohibir el uso de celulares en colegios. La decisión parece tener amplio respaldo de parte del público, ya que, en una encuesta el 71% estuvo de acuerdo con la medida. Pero no todos están convencidos, el Ministro Cataldo ha indicado que la prohibición puede ser una medida extrema y que se debería regular su uso.
Entonces, la pregunta es ¿debemos prohibir totalmente el uso de celulares en las escuelas?
La respuesta no es fácil porque la evidencia científica sobre los efectos negativos de los dispositivos digitales no es concluyente.
Hay varios argumentos que están a favor del uso de celulares, computadores y tablets (equipos a los que llamaremos TRIC). Primero, nuestros niños/as las utilizan como medio de interacción.
Otro aspecto positivo es que ellos/as se sienten bien utilizándolas. Un estudio indica que el 96,9% de las/los adolescentes reconoce sentir alegría con la red. Además, es innegable que en ellas encuentran un espacio cuasi infinito de recursos de información, algo que se usa para justificar el uso de las TRIC en las escuelas. Un caso especial es la comunidad LGBTQ+, donde las TRIC son usadas para formar comunidades virtuales y desarrollar su identidad.
En contraste, estudios mostrarían que un mayor uso de estos equipos está asociado a efectos negativos, justificando la restricción de Las Condes. Podemos agrupar las consecuencias negativas entre aquellas de la vida diaria y las de la escuela, en las que nos centraremos.
En el ámbito educacional, la conclusión más radical de los expertos es que no existe un uso beneficioso de las TRIC en la sala, contrastando con la posición del Ministro cuando dice que, “reconocemos que los aparatos electrónicos tienen un potencial pedagógico”. Lo que la evidencia indicaría es que este potencial es ilusorio. Cuando se compara el uso del libro impreso versus el digital, las potenciales distracciones disponibles en el dispositivo digital disminuyen la atención del niño/a en comparación con la lectura en papel.
La experiencia del proyecto “One laptop per child” justifican esta posición. Esta fue una iniciativa internacional que buscaba entregar un computador portátil a niños/as en países de bajos ingresos, esperando reducir las brechas educacionales debido al acceso a tecnologías. Aunque la iniciativa fue muy bien valorada, el tiempo mostró que sus resultados fueron inocuos e incluso negativos. La explicación fue relativamente sencilla: los niños/as preferían utilizar sus laptops para divertirse en lugar de utilizarlos para estudiar.
Parece que los macronúmeros respaldan la idea que no hay TRIC “buenas” en educación. Estudios mostraron que, entre 1938 y 2008, en las pruebas de coeficiente intelectual cada generación rendía más que sus antecesoras, mostrando que los hijos eran “más inteligentes” que sus padres, un efecto conocido como “Flynn”.
Sin embargo, desde casi una década se observa que estas cifras se estancaron e incluso retrocedieron. Una hipótesis propuesta es que las TRIC son las causantes. Michel Desmurget afirma que, “la juventud actual es, a todas luces, la generación ‘más estúpida’”. Quizás esta sea una de las razones de la paradoja que los gurús tecnológicos envían a sus hijos/as a escuelas privadas que prohíben el uso de tecnología y estudian a “la antigua”.
Volviendo a la premisa inicial: no hay estudios concluyentes sobre el beneficio o perjuicio del uso de TRIC en niños/as. Luego, todo lo dicho a favor o en contra sigue siendo discutible, dejando abierta la pregunta de si prohibir el uso de TRIC es una buena medida o no.
Acá sólo queda razonar qué es más dañino. Por un lado, la abstención de tecnologías en la escuela podría afectar la socialización entre jóvenes y, tal vez, mermar su sensación de felicidad. Por otra parte, su uso podría afectar su desarrollo cognitivo y su proceso de aprendizaje.
Imaginemos que no hablamos de TRIC sino del tabaco en los tiempos que aún se discutían sus efectos sobre la salud, ¿qué sería preferible: dejar que nuestros niños/as fumen o no? Claramente la respuesta es que no. Lo mismo ocurre con las TRIC, porque sus riesgos superan con creces los posibles beneficios.
Discrepando con el ministro, aunque no tenemos certezas absolutas, pero pensando en los riesgos, deberíamos prohibir el uso de celulares en las escuelas. Por lo demás, experiencias en otros países han mostrado que la prohibición reduce los episodios de bullying, mejora el rendimiento en pruebas de ingresos a estudios superiores y que, en el caso de las niñas, se reducen los casos de atención psicológica. Es decir, la prohibición del uso de TRIC en la escuela es “una política pública de bajo costo que mejora los resultados educacionales”.
¿Qué pasará con la socialización de niños/as por el uso de TRIC? Sería absurdo creer que porque no las usan en clases dejarán de relacionarse y de sentirse bien. Ellos/as volverán a las formas clásicas de relacionarse y tendrán espacios para sentirse bien. Como lo hicimos nosotros.
¿Es suficiente prohibir el uso de TRIC en las escuelas? Claramente no. Su uso apropiado requiere también un cambio en los hábitos dentro del hogar, pero eso da para otra columna.