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Sobre la primera línea: ¡había que escuchar! Opinión

Sobre la primera línea: ¡había que escuchar!

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El primer Foro Latinoamericano de Derechos Humanos (FOLADH) ha causado polémica e, incluso, indignación. Ya sobre la marcha del evento, la extrema derecha comenzó una fuerte ofensiva comunicacional en contra de la visita del ex juez Baltasar Garzón, que fue expulsado del poder judicial por desbaratar la trama delictual Gürtel, ligada al Partido Popular español (PP); que en Chile sería algo así, como que destituyan a un juez por desbaratar la trama de financiamiento ilegal de la política Penta-SQM. Un escándalo.

Pero sin duda, lo que desató la rabieta más fenomenal de la derecha, fue la presencia de representantes de las primeras líneas, en uno de los plenarios que se realizaba en el excongreso nacional. La UDI y RN, han querido disfrazar su rabieta de defensa de los valores democráticos y de respeto a la institucionalidad; cuestión a todas luces absurda, viniendo del sector de la ley de pesca dictada por mail, del financiamiento ilegal de la política y del que puso a Pinochet como senador designado. O sea, de demócratas e institucionales ¡Nada!

Pero entonces ¿qué es lo que le molesta a la derecha? A  la derecha le molesta, que el primer FOLADH fue un acto indiscutible de radicalización de la democracia. Le molesta que hayamos afirmado una democracia con los pobres, con los pueblos indígenas, con las mujeres, con los migrantes. Le molesta que todos esos sectores, que para ellos nunca han sido “sociedad” hayan hecho suya, por tres días, la casa que les pertenece por derecho: el Congreso de la República.

Otros más moderados, han dicho que no importa tanto la militancia en las primeras líneas, como el que hayan estado encapuchados. Al respecto no hay mucho que decir, más cuando parece que todos nos encapuchamos para hablar. Algunos tienen una capucha de privilegios, para protegerse de la rabia de la gente. Otros y otras, llevan una capucha de paño, para protegerse de los allanamientos ilegales, del secuestro, la violación y la tortura –todos hechos recogidos por la Comisión de Derechos Humanos del Senado, que presido–.

Lo que ha habido, es un esfuerzo concertado por desviar el foco de la discusión, criticar al mensajero y no al mensaje, porque no quieren ver el dolor de aquellos que para ser vistos, tuvieron que cubrirse el rostro.

Chile hoy día enfrenta un problema social, no un problema penal. Y los problemas sociales se resuelven conversando, no condenando. Y entonces me pregunto ¿si no es en el Congreso, donde los actores en conflicto pueden escucharse, cuál es el lugar?

Por tres días, Chile fue el epicentro de la defensa de los Derechos Humanos en el mundo y desde ahí ratificamos nuestra convicción: ¡había que escuchar!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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