Las nuevas tecnologías de pago, como las terminales electrónicas con pantallas táctiles, han traído consigo un problema fundamental: la falta de accesibilidad.
En Chile, más de 3,2 millones de personas viven con algún tipo de discapacidad, una cifra que representa cerca del 17% de la población mayor de 2 años y evidencia un desafío constante para la inclusión, especialmente en un contexto donde la digitalización de los medios de pago avanza sin tregua.
Este crecimiento exponencial ha significado una mejora en la comodidad y eficiencia de las transacciones, pero también ha revelado barreras significativas para ciertos grupos, en especial las personas con discapacidad visual.
Las nuevas tecnologías de pago, como las terminales electrónicas con pantallas táctiles, han traído consigo un problema fundamental: la falta de accesibilidad. Al carecer de teclados manuales y no contar con funcionalidades adaptadas, estas máquinas limitan severamente la independencia de las personas ciegas o con baja visión al momento de ingresar información sensible como sus claves de seguridad.
Según Sandra Agudo, experta en medios de pagos de Kuvasz Solutions, “la accesibilidad no debe ser vista como un beneficio adicional, sino como un derecho fundamental. Es crucial que las empresas del sector financiero prioricen soluciones que consideren a todos los usuarios, sin excepciones”.
Este tipo de exclusión va en contra de los principios de equidad y respeto por los derechos humanos. Las tecnologías de pago inclusivas deben incorporar elementos como altavoces con la opción de audífonos, para mantener la privacidad de la información, y teclados en braille que permitan la interacción táctil. “La implementación de instrucciones auditivas puede parecer un detalle menor para algunos, pero para quienes enfrentan estas barreras diariamente, es una herramienta que cambia completamente la experiencia de pago”, puntualiza Agudo.
Es esencial que las autoridades reguladoras intervengan de manera activa, estableciendo normativas que obliguen a los proveedores de servicios de pago a garantizar la accesibilidad universal. “Cuando hablamos de inclusión financiera, no podemos dejar a nadie fuera. Las regulaciones deben ser contundentes para que los avances tecnológicos vayan de la mano con la accesibilidad”, agrega Sandra Agudo.
Los beneficios de crear un sistema de pagos inclusivo no son solo para las personas con discapacidad. Las empresas que adaptan sus servicios a las necesidades de todos los consumidores tienden a mejorar su imagen, generar mayor fidelidad y atraer a un público más amplio. Un entorno accesible también tiene un impacto positivo en la economía al permitir que más personas participen activamente en ella.
“Un sistema inclusivo es más que una herramienta funcional; es un puente que conecta a todos los ciudadanos con la posibilidad de interactuar de manera plena en un mundo digital”, concluye Agudo.
La sociedad en su conjunto debe comprometerse a fomentar y promover la inclusión en todas sus formas. A medida que la tecnología siga evolucionando, es imperativo que se diseñe y adopte con un enfoque en la accesibilidad. De esta manera, podremos asegurar que los avances no solo beneficien a unos pocos, sino que mejoren la calidad de vida de millones, fortaleciendo a la comunidad en su totalidad.