Mientras que algunas discapacidades han sido ampliamente discutidas y contempladas en políticas públicas y programas de apoyo, las comunidades sordas y sordociegas enfrentan una exclusión sistemática.
En el discurso educativo contemporáneo, el término “diversidad e inclusión” suele estar ligado a la integración de niños y niñas con trastornos como el espectro autista (TEA), el déficit de atención e hiperactividad (TDAH), trastornos de aprendizaje, desarrollo motor, discapacidad intelectual. , entre otros. Sin embargo, hay un grupo significativo que rara vez ocupa el centro de la conversación: los niños y niñas con discapacidades auditivas, como los sordos oyentes, y aquellos con sordoceguera.
Aunque el concepto de inclusión busca abrazar a todos, los niños y niñas con discapacidades auditivas o sordoceguera enfrentan barreras únicas que muchas instituciones educativas no están preparadas para abordar.
Las escuelas, en su mayoría, carecen de infraestructura, personal capacitado y recursos tecnológicos para satisfacer las necesidades de estos niños. Mientras que algunas discapacidades han sido ampliamente discutidas y contempladas en políticas públicas y programas de apoyo, las comunidades sordas y sordociegas enfrentan una exclusión sistemática.
Por ejemplo, en muchos colegios donde los intérpretes de lengua de señas chilena (LSCh) son escasos, no cuentan con suficientes materiales didácticos adaptados para niños sordos. Los sordociegos, por su parte, requieren apoyos aún más especializados, como sistemas de comunicación táctil, que prácticamente no están disponibles en el sistema educativo tradicional.
La falta de preparación para recibir a estos niños puede atribuirse a diversos factores:
Ausencia de políticas públicas específicas: Aunque la Ley de Inclusión en Chile establece lineamientos generales, no hay una planificación detallada que contemple las necesidades de las comunidades sordas y sordociegas.
Falta de formación docente: La mayoría de los profesores no reciben capacitación para trabajar con niños con discapacidades sensoriales. Esto los deja sin herramientas para integrar de manera efectiva a estos estudiantes.
Infraestructura inadecuada: Las escuelas no cuentan con dispositivos como sistemas de amplificación de sonido, bucles magnéticos o recursos para la enseñanza táctil.
¿Qué podemos hacer para garantizar que los niños y niñas con discapacidades auditivas y sordoceguera encuentren su lugar en las aulas?
Capacitación docente: Incluir módulos sobre discapacidad auditiva y sordoceguera en la formación inicial y continua de los profesores. Esto debe incluir el aprendizaje de la lengua de señas y estrategias de enseñanza multisensorial.
Equipamiento tecnológico: Proveer a las escuelas con tecnología adaptativa como dispositivos de audición, programas interactivos para el aprendizaje visual, y sistemas de comunicación táctil para estudiantes sordociegos.
Interdisciplinariedad: Incorporar equipos de profesionales especializados, como intérpretes de lengua de señas, terapeutas ocupacionales y mediadores de comunicación, para apoyar el desarrollo integral de los estudiantes.
Sensibilización comunitaria: promover campañas educativas para que la sociedad entienda y valore la diversidad sensorial, fomentando la empatía y la colaboración.
La inclusión no puede ser un término vacío que se limite a ciertos grupos dentro de la diversidad. Es urgente que el sistema educativo reconozca las necesidades de los niños y niñas con discapacidades auditivas y sordoceguera como parte integral del compromiso inclusivo.
Solo a través de políticas efectivas, recursos adecuados y una sociedad informada, lograremos un verdadero modelo de educación que no deje a nadie atrás.