Las smart foods prometen beneficios adicionales como fortificaciones y compuestos bioactivos, pero su impacto a largo plazo aún no está del todo comprobado. Descubre sus ventajas y posibles riesgos.
Cada día la innovación tecnológica avanza a pasos agigantados y en esta carrera los alimentos también han dado un salto hacia el futuro con las smart foods. Diseñadas con biotecnología, estas comidas buscan potenciar los nutrientes y ofrecer beneficios adicionales a la salud mediante fortificaciones, compuestos bioactivos o adaptaciones a necesidades específicas.
Sin embargo, la académica de la Escuela de Nutrición y Dietética UNAB, Natalia Contreras, advierte que su eficacia a largo plazo carece de suficiente evidencia científica.
Contreras explica que las smart foods pueden complementar una dieta equilibrada, especialmente en casos específicos, pero no deben sustituir una alimentación basada en productos frescos, naturales y mínimamente procesados. “La base más sólida para una buena salud sigue siendo una dieta variada, rica en frutas, verduras, proteínas magras y granos integrales”, comenta.
Entre los beneficios potenciales de las smart foods se encuentra su capacidad para contribuir a la nutrición personalizada, adaptándose a las necesidades específicas de las personas. Esto podría significar una revolución en la forma en que nos alimentamos, al integrar biotecnología y comodidad en cada comida. Sin embargo, su aplicación enfrenta desafíos éticos, regulatorios y económicos que aún deben resolverse.
Por otro lado, Natalia Contreras señala que el consumo excesivo de estos alimentos puede provocar desequilibrios nutricionales, como hipervitaminosis, o interactuar negativamente con medicamentos. Además, su percepción como “soluciones rápidas” podría llevar al abandono de hábitos saludables, como la cocina casera.
Comer versus alimentarse
La académica también distingue entre “comer” y “alimentarse”, resaltando que mientras el primero está vinculado con el disfrute cultural, el segundo implica cubrir necesidades nutricionales. “Las smart foods pueden aportar funcionalidad nutricional, pero no deben reemplazar el valor de los alimentos frescos y caseros”, afirma Contreras.
En definitiva, aunque la smart food es una tendencia prometedora, su inclusión en la dieta debe ser equilibrada, consciente y supervisada por un profesional de la salud. La educación alimentaria sigue siendo clave para tomar decisiones informadas que prioricen el bienestar.