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Radiografía social muestra una esfera comunitaria fragmentada y centrada en la familia Social

Radiografía social muestra una esfera comunitaria fragmentada y centrada en la familia

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Entre otras conclusiones, el estudio sociológico informa que los chilenos lo pasan bien con sus compañeros de trabajo, tienen un promedio de 2.6 amigos y mantienen aún relaciones de confianza con sus vecinos.


Investigadores de la Universidad Católica del Maule (UCM) realizan actualmente un estudio que analiza en detalle las relaciones comunitarias más allá de lo observado convencionalmente, ampliando el foco hacía aspectos de la familia, los amigos, los vecinos, el trabajo y otros grupos de interés común.

Las conclusiones buscan generar una radiografía sobre estos vínculos en niveles que no suelen ser considerados por las políticas públicas o que quedan fuera del campo del análisis académico.

El estudio determina que el ámbito de las relaciones comunitarias constituye uno universo rico y diverso, pero fragmentado, que si se fortalece podría ayudarnos a equilibrar el peso que tienen en nuestra vida el mercado y las políticas estatales y aportar nuevas formas de enfrentar los desafíos de la sociedad.

“Entre las expresiones que consideramos se encuentran las relaciones familiares, de amistad y aquellas que se dan en el trabajo y en la vida cotidiana del entorno territorial inmediato. También en las organizaciones comunitarias locales y formas asociativas que no están ancladas a un lugar específico, sino que vinculadas a intereses y valores comunes que serían parte de un enjambre de entramados que hace una contribución esencial en el sostenimiento de la vida individual y colectiva”, explica el sociólogo Francisco Letelier, académico responsable de este proyecto.

La familia como núcleo de las relaciones comunitarias

El análisis registra cómo las relaciones comunitarias satisfacen necesidades individuales y colectivas variadas de las personas, pero presentando una fragmentación incapaz de influir más ampliamente en la sociedad y equilibrar de este modo la influencia del mercado o del Estado, señalan los autores. También los resultados indican que la familia concentra gran parte de las relaciones de colaboración y apoyo mutuo.

En ese sentido, las relaciones de amistad quedan abarcadas dentro de lo familiar, perdiendo su capacidad de construir vínculos autónomos y más heterogéneos. En espacios como el vecinal y el laboral se dan abundantes relaciones comunitarias, pero su forma organizativa aparece debilitada y desconectada de lo cotidiano.

“Vemos con esperanza lo vecinal y lo laboral cómo ámbitos donde, si bien la participación en organizaciones es baja, el entramado de estas relaciones es más robusto y proyecta posibilidades de fortalecerse en tiempos de crisis”, plantea Letelier respecto de la posibilidad de analizar y desarrollar esta mera reproducción de las relaciones de sociabilidad en otras formas de acción colectiva y transformadora en otros espacios.

En el detalle de los resultados, se aprecia que un 92% de los encuestados tiene un alto nivel de confianza en la “familia y/o familiares”, constituyéndose como un espacio de apoyo, aceptación y contención ante los problemas. El 74% dice tener grupos familiares de más de 6 personas y un 43% dice tener grupos familiares de más de 10. Así la familia extensa amplía enormemente el ámbito de influencia de “lo familiar”.

Lo anterior tiene efectos en los círculos de amistad de los entrevistados quienes aseguraron que el promedio de amigos que tiene es de 2,6.

Al respecto, el 75% señala tener dos o menos grupos de amigos distintos y un 73% estima haber conocido a sus amigos en la juventud. Investigaciones previas determinan que las personas que provienen de familias numerosas y extensas tienen proporcionalmente menos número de amigos, lo que sugiere una mayor disposición a vincularse amistosamente o a tener acciones altruistas con parientes. Al contrario, los espacios vacantes que dejan las familias pequeñas determinan mayores relaciones con amigos.

En ese sentido, un 51% dice participar con amigos en actividades de su grupo familiar estrechando ambos círculos y constituyendo un ámbito único que inhibe la construcción de nuevas relaciones.

Participación en otros grupos

Esta dificultad para ampliar estos grupos en el transcurso de la vida impactaría en una débil participación en otros grupos de interés, señala el estudio. Menos de un 8% participa en organizaciones y grupos fuera del barrio y, en su mayoría, lo hacen en grupos de amigos u organizaciones comunitarias tradicionales que están fuera de su lugar de residencia como clubes del adulto mayor o clubes deportivos, por ejemplo.

Las personas que participan de las organizaciones tradicionales como las juntas de vecinos, son pocas (menos de un 10%). Cerca de un 47% dice no participar en instituciones de este tipo y no tener interés en hacerlo, lo que contrasta con la realidad de la vida cotidiana vecinal.

Existe, además un nivel alto de confianza entre vecinos (45%) y un 66% que considera “buenas o muy buenas” las relaciones con sus vecinos. Se percibe también, en un 76%, que los vecinos son colaboradores y tienen disposición de ayudar respecto de un 32% que piensa que “los vecinos viven solo en su metro cuadrado”.

Estos datos son coherentes con otros estudios similares que muestran que el entorno próximo es muy importante en las actividades cotidianas de las personas, tales como llevar a los niños al colegio, comprar la mercadería, llegar a pie a su centro de salud o a su lugar más habitual de recreación, entre otras.

Estas relaciones cordiales se expresan en la vida cotidiana por medio del saludo diario (o semanal), el detenerse a conversar o compartir en el almacén del barrio y otros lugares como la calle que se presenta como un espacio privilegiado de encuentro y vida social con otros.

Es en el barrio donde suele darse una red de desplazamientos, prácticas y relaciones que permiten el sostenimiento de la vida individual y colectiva a través de, por ejemplo, cuidar la casa, un hijo o mascota de vecinos, regarse las plantas, recibir encomiendas o guardarse las llaves.

Sobre esto, Francisco Letelier cree que es necesario entender que las organizaciones vecinales formales son solo un componente de lo comunitario, mientras otras formas de sociabilidad permanecen invisibilizadas: “Lo comunitario tiene relación con todo aquello que las personas hacen cotidianamente para sostener su vida individual, familiar y colectiva. El desafío, entonces, es ampliar el campo de observación acerca de lo que constituye y hace lo comunitario en el territorio, y desde ahí repensar el rol de la organización”, señala.

En el barrio como en el trabajo

El estudio también indagó en este tipo de relaciones desde el espacio laboral y, si bien la participación en organizaciones formales como sindicatos tampoco es muy elevada, existe, al igual que en lo vecinal, una serie de prácticas que generan vínculos de confianza, amistad, disfrute compartido, formas de apoyo mutuo y aprendizaje para los encuestados.

Sobre estas relaciones con los compañeros del trabajo un 89% de los encuestados afirma estar “muy satisfecho” o “satisfecho” con ellas, “pasarlo bien” (71%), que es un “gran apoyo personal” (51%) y tenerles “mucho cariño” (49%).

La socióloga Claudia Jordana, una de las investigadoras de este proyecto, explica que “el mundo laboral tiende a pensarse como un espacio en el que priman las relaciones instrumentales. Trabajamos porque necesitamos obtener un salario que nos permita subsistir, y en ese sentido, nuestra relación con el trabajo sería instrumental, la única satisfacción que encontramos en él sería externa, relativa a las recompensas que genera. Pero lo que muestran los resultados de nuestra encuesta es que el trabajo aparece como un espacio de sociabilidad importante para las personas”.

Al respecto, la académica de la Escuela de Sociología de la UCM agrega que “las relaciones interpersonales que construimos en el lugar de trabajo, especialmente con nuestros pares, con nuestros compañeros y compañeras, son muy valoradas, como espacios de disfrute e intercambio, donde lo ‘pasamos bien’, pero también de desahogo y apoyo mutuo cuando se viven situaciones de injusticia o dificultades de otro tipo en el empleo”.

¿Cómo integrar los hallazgos de esta investigación a ese mismo entramado comunitario? Letelier cree estamos ante el desafío de favorecer contextos para para el despliegue, fortalecimiento y entrelazamiento de las relaciones comunitarias ya existentes.

“Nuestra hipótesis es que se precisan “políticas de lo comunitario” o eliminar aquellas “anticomunitarias”, entendiéndolas como aquellas acciones de Estado destinadas a reconocer, respetar, facilitar y ampliar los mecanismos comunitarios que permiten la reproducción de la vida. Una esfera comunitaria autónoma y consciente de sí contribuiría a responder colectivamente y de manera pertinente a las necesidades comunes de la población”, sintetiza el investigador del proyecto Fondecyt “Limitaciones y posibilidades para la constitución de una esfera comunitaria autónoma”.

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