La desertificación, la degradación de la tierra y la sequía son algunos de los retos medioambientales más urgentes de nuestro tiempo; situaciones que ya han comenzado a propiciar el desplazamiento de personas debido a fenómenos relacionados con el clima.
Cada segundo se degrada el equivalente a cuatro campos de fútbol de tierra saludable, lo que suma un total de 100 millones de hectáreas al año. No sólo eso. Actualmente se considera degradada hasta un 40% de la superficie terrestre.
Esta es la realidad que representa la desertificación, la degradación de la tierra y la sequía, transformándose en algunos de los retos medioambientales más urgentes de nuestro tiempo, y que han puesto en jaque tanto la seguridad alimentaria y la biodiversidad, así como la salud humana y la estabilidad socioeconómica. A ello se suma la pérdida de suelos fértiles, la escasez de agua potable, la disminución de la productividad agrícola, junto con la migración forzada de poblaciones y el aumento de la pobreza.
Jorge Leiva, jefe de Ingeniería Civil en Medio Ambiente de la Universidad Bernardo O’Higgins (UBO), sostiene que estas condiciones adversas afectan a millones de personas en diversas regiones, especialmente en zonas áridas y semiáridas, donde la degradación del suelo y la escasez de agua comprometen la sustentabilidad de los ecosistemas y la calidad de vida de las comunidades locales.
Estas consecuencias, incluso, pueden ir más allá y es un escenario que ya comienza a causar preocupación. Se trata, explica Leiva, de los “refugiados ambientales” o “migrantes climáticos”; personas o masas de población que se ven forzadas a abandonar sus hogares debido a fenómenos relacionados con el clima. El informe Groundswell realizado por el Banco Mundial el año 2021, estima que el número de migrantes climáticos podría llegar a 216 millones para el año 2050, en seis regiones que incluye países de África, Asia y América Latina.
Para sensibilizar a la población acerca de este problema y la relevancia que tiene proteger nuestro entorno, este 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente que este año tendrá como foco la lucha contra la desertificación y la sequía.
El especialista destaca la importancia de esta fecha. “La restauración de los ecosistemas es crucial para revertir la degradación ambiental, promover la biodiversidad, mitigar el cambio climático y garantizar la provisión de servicios ecosistémicos esenciales para la vida en la Tierra. Al restaurar los ecosistemas degradados se contribuye a la recuperación de la salud ambiental, se fortalece la resiliencia de los ecosistemas frente a las amenazas ambientales y se mejora la calidad de vida de las comunidades locales”, plantea.
Chile, por cierto, no está ajeno a este panorama. En el último tiempo, coinciden los analistas, el país ha demostrado su compromiso por luchar contra la desertificación y la sequía a través de distintas iniciativas, políticas y programas orientados a conservar los suelos, avanzar hacia una gestión sostenible del agua, reforestar áreas degradadas, promover prácticas agrícolas sustentables e implementar medidas de adaptación al cambio climático.
“Una de las acciones más relevantes es la Estrategia Climática de Largo Plazo al 2050, fruto de una serie de procesos participativos, los cuales dieron como resultado la Ley Marco de Cambio Climático en el 2022, donde se establece una meta nacional para alcanzar la carbono neutralidad a más tardar el año 2050. Además, en conjunto con esta ley, se fija el Plan de Adaptación y/o Mitigación para diversos sectores, que incluyen las áreas silvo-agropecuaria, recursos hídricos, biodiversidad, entre otros”, detalla el académico de la UBO.
Finalmente, Leiva cree que para enfrentar de manera decidida la desertificación y la sequía, es fundamental impulsar políticas públicas que promuevan la gestión sostenible de los recursos naturales, involucrando así a distintos sectores de la sociedad.