Los recientes resultados del Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial, que posicionan a Chile como líder por segundo año consecutivo, reflejan el creciente protagonismo de la inteligencia artificial (IA) en nuestra región. Este logro, si bien es motivo de orgullo, plantea importantes desafíos que deben abordarse con una visión clara y estratégica.
La velocidad del cambio tecnológico es vertiginosa: lo que en el pasado tomaba décadas en términos de revoluciones industriales o avances tecnológicos transformacionales, hoy se manifiesta en plazos de pocos años, e incluso en avances mensuales o semanales. Este ritmo, acelerado, genera preguntas fundamentales sobre el impacto de la IA en la sociedad, particularmente en áreas como la educación, la equidad de género y la inclusión de sectores vulnerables en un mundo cada vez más digitalizado e interconectado.
Uno de los principales focos de atención debe ser cómo la IA puede contribuir a la democratización de oportunidades, en lugar de profundizar las brechas sociales. La automatización y la IA tienen el potencial de transformar el mercado laboral, pero la clave es asegurar que esta transformación se realice de manera inclusiva.
Considerando los resultados del último estudio del BID sobre el impacto de la IA en la fuerza laboral, el temor de que la IA reemplace a los trabajadores más vulnerables, incluidas las mujeres y las personas de sectores desfavorecidos, es legítimo y objeto de ocupación por parte de gobiernos, empresas y personas. Sin embargo, con una planificación adecuada y una visión estratégica de país, la IA puede convertirse en una herramienta que impulse la capacitación continua y facilite la adaptación de las personas a los nuevos desafíos laborales.
La educación y, en especial la técnico profesional, juega un rol crucial en este proceso. La IA puede ser una poderosa aliada para promover un modelo de aprendizaje a lo largo de la vida, permitiendo que más personas, se capaciten al ritmo que exige esta revolución tecnológica y accedan a mejores oportunidades en áreas que, en el futuro, concentrarán gran parte de los empleos.
También es importante considerar que la reconversión laboral se abre como un abanico de oportunidades de cara a los avances y la Inteligencia Artificial. Hoy en día, no solo los jóvenes que terminan el colegio buscan estudiar, sino también muchos adultos que, por diversas razones, no pudieron hacerlo al finalizar su educación escolar o que desean actualizar sus conocimientos.
Estos adultos, además, buscan aprender nuevas habilidades en áreas o rubros que antes les parecían lejanos. Por eso, la IA también debe ser vista como un aporte a tantos adultos que, teniendo todavía años por desarrollar en su vida laboral, muchas veces se quedan afuera por sesgos o por no saber cómo empezar de nuevo.
La IA también debe verse como una herramienta que ayude a combatir las brechas de género. Áreas como ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), donde las mujeres han estado históricamente subrepresentadas, ofrecen un campo fértil para este cambio. En este sentido, la tecnología no debe ser vista como una amenaza, sino como un vehículo de inclusión y empoderamiento para quienes han sido marginados de los avances tecnológicos.
Chile, como líder latinoamericano en IA, tiene la responsabilidad de ser un referente en el uso ético y equitativo de la tecnología. El futuro de nuestra economía dependerá en gran medida de cómo integremos la IA en nuestras estrategias de desarrollo, lo cual debe implicar un enfoque en aumentar la productividad sin sacrificar la equidad. Las mujeres deben ocupar un rol central en esta transformación, no solo para cerrar la brecha de género, sino también para potenciar el crecimiento económico.
La IA ha llegado para quedarse, y su impacto será cada vez más profundo. Es tarea de todos —el Estado, las instituciones educativas, las empresas y la sociedad civil— trabajar en conjunto para asegurarnos de que el potencial de esta tecnología se traduzca en oportunidades reales para todos, especialmente para los más vulnerables. Solo así podremos enfrentar los desafíos de la era digital, manteniendo a las personas como protagonistas y asegurando que la tecnología sea una fuerza de inclusión y equidad, no de exclusión.
El camino es claro: debemos prepararnos para un futuro en el que la IA sea un motor de desarrollo económico y social, garantizando que las mujeres y las personas de sectores desfavorecidos tengan un rol central en este proceso de transformación. El liderazgo de Chile en IA debe estar acompañado de un compromiso firme con la equidad y la inclusión, para que el progreso tecnológico se convierta en un verdadero motor de cambio positivo para todos.