
La industria automotriz ante el desafío de un futuro más verde
Con regulaciones más estrictas y una mayor presión ambiental, la industria automotriz enfrenta el desafío de reinventarse. Tecnologías limpias, nuevos combustibles y el impulso a los autos eléctricos marcan la ruta hacia una movilidad más sostenible.
La contaminación del aire provocada por los vehículos motorizados es una de las principales fuentes de emisiones en zonas urbanas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es un factor de riesgo en enfermedades cardiovasculares y respiratorias debido a la exposición a contaminantes del aire, como el dióxido de nitrógeno (NO₂) y las partículas finas (PM2.5).
Bajo ese contexto, la carrera por reducir las emisiones contaminantes ha llevado a los gobiernos del mundo a establecer normativas ambientales más estrictas. Por ejemplo, en la Unión Europea, entrará en vigencia en 2025 la normativa CAFE (Corporate Average Fuel Economy), que reducirá el límite de emisiones promedio permitidas por vehículo a 93,6 gramos de CO₂ por kilómetro, una reducción significativa frente al límite anterior de 115,1 g/km. Las automotoras que no cumplan con estos requisitos deberán pagar una multa de 95 euros por cada gramo de CO₂ excedente, lo que representa una presión financiera importante para las marcas.
En Estados Unidos, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) también está empujando cambios significativos. Las nuevas reglas para 2025 obligarán a las marcas a mejorar de forma considerable la eficiencia del combustible y reducir sus emisiones. Esto forma parte del esfuerzo global por cumplir los compromisos del Acuerdo de París y frenar el calentamiento global.
Los desafíos para la industria
Las exigencias ambientales no solo representan un cambio tecnológico, sino también una reestructuración profunda de la industria. Como explica Orlando Villalobos, gerente comercial de Gama Mobility, los fabricantes enfrentan múltiples desafíos. “La industria afronta desafíos significativos, como la inversión requerida para desarrollar tecnologías más limpias, el ajuste de los procesos de producción y la adopción de combustibles alternativos”.
A esto se suma la dificultad de estandarizar soluciones a nivel global debido a las diferencias entre las regulaciones de cada país. Un modelo que cumple con los límites de emisiones en Japón, por ejemplo, podría no ser suficiente para las normas de la Unión Europea o Estados Unidos.
Además, Villalobos destaca un factor importante, que es la resistencia del mercado a pagar más por vehículos más ecológicos. Mientras más tecnologías limpias se incorporan a un auto, más sube su precio, lo que a veces aleja a los consumidores, especialmente en mercados en desarrollo o con alta dependencia de vehículos a combustión interna.
Las tecnologías que podrían liderar el cambio
Para hacer frente a esta nueva era, la industria automotriz está diversificando su portafolio tecnológico. Las soluciones más visibles y de rápido crecimiento son los vehículos eléctricos e híbridos, pero también se avanza en tecnologías menos masivas como los motores a hidrógeno y los combustibles sintéticos, desarrollados para imitar el rendimiento de los combustibles fósiles sin sus efectos contaminantes.
En paralelo, se trabaja en mejoras aerodinámicas y materiales más livianos, dos aspectos clave para reducir el consumo energético de los automóviles. Otro frente de innovación son los motores de combustión interna de mayor eficiencia, diseñados para reducir al máximo las emisiones, incluso en modelos que aún no pueden dar el salto a tecnologías completamente limpias.
También hay esfuerzos en el ámbito de la captura de carbono, aunque estas herramientas aún están en una fase experimental en el sector automotriz. “Las regulaciones ambientales suelen aumentar los costos de producción debido a la investigación, desarrollo e implementación de nuevas tecnologías. Esto puede traducirse en precios más altos para el consumidor final. Sin embargo, con el tiempo, las economías de escala y la madurez de las tecnologías es posible que reduzcan estos costos”, señala Villalobos.
En otras palabras, lo que hoy se ve como un lujo, en el futuro podría transformarse en una opción accesible y masiva, tal como ocurrió hace décadas con los automóviles a gasolina.
La transición hacia una industria automotriz más limpia es compleja, pero ineludible. A medida que los efectos del cambio climático se hacen más evidentes, la presión pública y política se intensifica. Según un informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), el transporte es responsable de casi una cuarta parte de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, con los automóviles particulares como uno de los mayores contribuyentes.
El papel de América Latina
En América Latina, el avance hacia una movilidad sustentable ha sido más lento. Sin embargo, países como Chile, Colombia, México y Brasil han comenzado a implementar incentivos para el uso de autos eléctricos, exenciones tributarias y metas de electromovilidad para los próximos años. La región enfrenta desafíos estructurales, como la necesidad de ampliar la infraestructura de carga eléctrica, pero también presenta una gran oportunidad para avanzar hacia ciudades más limpias.
De hecho, Chile anunció que a partir de 2035 no se podrán vender vehículos livianos nuevos que no sean cero emisiones, lo que alinea al país con las metas más ambiciosas a nivel mundial. Este tipo de medidas requiere coordinación intersectorial, voluntad política y, sobre todo, educación ciudadana para promover el cambio cultural que implica dejar atrás los motores a combustión.
A medida que las metas de emisiones se vuelven más estrictas, la presión sobre los fabricantes automotrices aumenta. Pero al mismo tiempo, esta transición abre un abanico de oportunidades para la innovación tecnológica, el desarrollo de energías limpias y la transformación del modelo económico hacia uno más sostenible. Las automotoras que logren adaptarse a tiempo no solo evitarán sanciones, sino que se posicionarán como líderes de una nueva era de movilidad.