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¿Debemos prohibir los celulares en las escuelas? Opinión

¿Debemos prohibir los celulares en las escuelas?

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Recientemente, un grupo de diputados de un amplio espectro político presentó un proyecto de ley para prohibir el uso de celulares en la sala de clases de establecimientos de educación parvularia y básica. El argumento es que los celulares en la sala “impiden el normal desarrollo y deterioran la salud mental de los niños”.

Obviando la falta de sustento científico de esta afirmación, la realidad es que en Chile hay un uso cada vez más temprano y frecuente de los teléfonos celulares. De acuerdo con la Encuesta Kids Online Chile 2022, 87% de los niños, niñas y adolescentes tiene un celular con acceso a Internet y la edad promedio para acceder al primer celular propio se adelantó de los 11 a los 9 años entre el 2016 y el 2022.

Las prácticas más extendidas son de entretenimiento (ver videos o jugar videojuegos) y de aprendizaje informal (ver tutoriales donde se enseña a hacer cosas que les gustan). Por cierto, este acceso y uso crecientes impactan en la sala de clases, generando también problemas como la distracción por parte de los estudiantes, conflictos de convivencia o ciberacoso.

El uso de los celulares entraña riesgos y desafíos. Pero para abordarlos, la pregunta si debemos o no prohibirlos en las escuelas no parece ser la más apropiada, por dos razones. La primera, es que ninguno de los países con legislaciones recientes que han buscado regular el uso de celulares en las escuelas, prohíben completamente su uso. Italia, recientemente Suecia e incluso la más restrictiva Francia dejan a los profesores la decisión de incorporar estos aparatos para fines pedagógicos.

La segunda razón es que con la prohibición se pierde la oportunidad de integrar el celular como un recurso para enseñar, y se restringen las posibilidades de formar a los estudiantes en los desafíos y riesgos que implican estos recursos digitales que usamos tan cotidianamente. En
este segundo aspecto pueden contribuir, por cierto, las familias.

Pero estos desafíos y riesgos son de una complejidad tal, que requieren de la participación significativa de la escuela. Basta pensar en los riesgos que el celular entraña para la privacidad de las personas o para la seguridad de los datos o en los desafíos cognitivos y éticos que implica el acceso, evaluación y uso de la información digital.

La pregunta sobre si se deben prohibir los celulares en las escuelas es incorrecta porque sitúa el foco del debate en el famoso “sillón de don Otto” y no en el problema de fondo. Si bien las medidas de prohibición eventualmente pueden resolver el problema inmediato de la disciplina o el silencio en la sala de clases (que no es lo mismo que la concentración), la pregunta es en qué medida empoderan a las comunidades educativas y apoyan y capacitan a las y los profesores para asumir la responsabilidad educativa de preparar a las nuevas generaciones para el mundo digital.

A fin de cuentas, la relevancia del celular reside en que es de uso más cotidiano y nos trae un mundo a la mano. Pero no es más que un dispositivo entre muchos otros que usamos día a día.

Por esto, más bien nos debiéramos preguntar cómo, cuándo y para qué queremos formar a los estudiantes en una sociedad crecientemente digital.

Responder estas preguntas implica enfrentar los desafíos de la digitalización, mediante una educación o pedagogía digital. Ello no significa, como algunos plantean, “dejar las aulas en manos de la tecnología”. Por el contrario, implica asumir la responsabilidad frente a las nuevas generaciones de orientar y acompañar sus vidas crecientemente digitales. Para ello es necesario desarrollar una pedagogía que interpele las prácticas sociales y culturales vinculadas a la digitalización de la sociedad.

No hay consenso sobre lo que es una educación digital, pero aquí proponemos tres dimensiones fundamentales.

Una primera dimensión tiene relación con el desarrollo personal y social integral de los estudiantes en los contextos digitales o híbridos en los que se desenvuelven.

Más concretamente, se trata de acompañar y guiar a los estudiantes para una participación ética y responsable en entornos digitales, la conciencia de sus derechos y deberes digitales, la identidad y huella digital, el manejo de estrategias de autocuidado físico y mental al utilizar redes sociales y participar en entornos digitales, el manejo de estrategias de privacidad, uso y protección de datos, entre otros.

Estas temáticas muchas veces se engloban bajo el concepto de Ciudadanía Digital y debieran abordarse en la asignatura de orientación, pero también de manera transversal en todas las asignaturas.

Otra dimensión se vincula con las habilidades digitales de los estudiantes frente a entornos ricos en información y datos que pueden afectar de manera positiva o negativa su aprendizaje y su posterior desarrollo como personas, ciudadanos/as y profesionales.

Esto implica, en primer lugar, habilidades operacionales necesarias para resolver problemas técnicos simples (problemas de hardware y software como reconocer los periféricos de un computador o identificar las funciones de un programa, entre otras) y dominar herramientas de productividad de uso más extendido (procesar hojas de texto, configurar planillas de cálculo o editar contenido y formato en programas de presentación, entre otras).

En segundo lugar, se trata de habilidades informacionales relacionadas con el uso crítico de la información digital, esto es, el dominio de estrategias y criterios para evaluar información digital, verificando fuentes y discriminando información falsa, así como organizar y representar información en nuevos formatos.

Finalmente, considera también habilidades para transformar, producir y comunicar de manera efectiva información y conocimientos, así como de colaborar y discutir ideas con otros en este proceso. Estas habilidades también deben ser transversalizadas, ya que afectan de manera diferente a todas las asignaturas.

Por último, una tercera dimensión tiene relación con la alfabetización en nuevos lenguajes digitales como la programación y la inteligencia artificial. Aprender sobre programación permite comprender cómo funcionan las tecnologías digitales hoy en día y desarrollar habilidades lógico- matemáticas y de resolución de problemas importantes, pero también implica adquirir un lenguaje que está a la base del desarrollo científico, del diseño, la ingeniería contemporánea, sólo por mencionar algunas. Aprender estas cosas puede hacer la diferencia entre ser simples consumidores desinformados a ser actores creativos en la esfera digital.

Respecto de la inteligencia artificial, hoy en día no sabemos cómo impactará en nuestras vidas, pero sí es claro que implicará cambios mayores en el empleo, en la producción, en el ocio y las relaciones humanas, en el acceso y uso de la información, etc. Comprender estas transformaciones y contribuir a que las nuevas generaciones puedan interactuar de manera efectiva y positiva con ella debiera ser un desafío que la educación digital aborde.

Prohibir los celulares en la escuela es como intentar sacarlos por la puerta, sabiendo que de todos modos se nos colarán por las ventanas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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