La Navidad es un tiempo de celebración, regalos, Viejito Pascuero y de la esperada cena junto a nuestros seres queridos. Sin embargo, en medio de horarios ajustados y un comercio abarrotado, muchas veces olvidamos el verdadero sentido de esta festividad. Nos dejamos arrastrar por la prisa y las tareas interminables, abandonando lo que en realidad importa, especialmente para los niños y niñas: compartir, sentir el calor del hogar y vivir experiencias significativas en familia.
Aunque los más pequeños esperan ansiosos sus obsequios, también anhelan momentos que no se encuentran envueltos en papel de regalo. Ellos disfrutan ayudando a decorar la mesa, participando en la preparación de la comida y vistiéndose de una manera especial para la ocasión. Estas actividades son grandes oportunidades para construir recuerdos que permanecerán en su corazón por mucho más tiempo que cualquier juguete.
Es esencial hacer una pausa en este ajetreo y valorar el tiempo de calidad con nuestros niños y niñas, así como también conversar con ellos, reír, jugar y permitirles disfrutar de la compañía de los adultos de la casa. Estos momentos de conexión, de escucha activa y de amor compartido, son el verdadero regalo de Navidad.
La magia de esta fecha no radica en los objetos materiales, sino en las experiencias y los vínculos que se tejen como familia. Se debe recordar que el mejor regalo que podemos ofrecer a nuestros hijos e hijas no es algo que puedan sostener en las manos, sino que sientan en su corazón: nuestro tiempo, atención y cariño.