
¿Y si no pueden esperar? Los riesgos de limitar la ida al baño en los colegios
En muchos colegios, los estudiantes deben esperar el recreo para ir al baño. Pero esta espera puede traducirse en problemas de salud.
Con la vuelta a clases, muchos estudiantes también regresaron a ciertas rutinas escolares. Una de ellas es la restricción para ir al baño durante las horas de clases. En muchas salas, pedir permiso para ir al baño no siempre es sinónimo de acceso garantizado, “espera al recreo” es una frase habitual que, repetida a diario, puede terminar afectando la salud de niños y niñas en edad escolar.
A simple vista, la medida puede parecer un intento por mantener el orden o evitar distracciones, pero retener las ganas de orinar durante largos períodos puede derivar en complicaciones médicas que van desde infecciones urinarias hasta problemas renales crónicos.
De la incomodidad a las consecuencias médicas
La urgencia de ir al baño no es solo una molestia. Según especialistas, se trata de una señal del cuerpo que no debe ser ignorada. Constanza Olivares, enfermera experta en incontinencias pediátricas y subdirectora de salud de la Corporación Renal Infantil MATER, advierte que la retención prolongada de orina es un factor de riesgo para infecciones urinarias. Y si estas no son tratadas a tiempo, pueden escalar hacia afecciones más complejas como pielonefritis, una inflamación del riñón causada por bacterias.
Un estudio de la revista Pediatrics reveló que cerca del 15% de los escolares presentan disfunción miccional, es decir, alteraciones al momento de orinar. Muchas veces, esto se origina en hábitos aprendidos desde pequeños, como postergar sistemáticamente las ganas de ir al baño. El cuerpo se adapta, la vejiga se expande más de lo normal y pierde su capacidad de vaciarse adecuadamente. Las consecuencias son escapes involuntarios de orina, infecciones recurrentes y, en algunos casos, daños permanentes en el sistema urinario.
¿Qué dice la normativa?
Aunque la práctica persiste en muchas escuelas, la normativa en Chile establece que el acceso a baños es parte de los derechos básicos que deben garantizarse a los estudiantes. La Superintendencia de Educación exige condiciones adecuadas de higiene y seguridad, lo que incluye infraestructura sanitaria funcional y accesible.
En educación parvularia, además, está explícitamente prohibido condicionar la permanencia de los niños al control de esfínteres. Es decir, ninguna regla institucional debería obligar a los estudiantes a reprimir una necesidad fisiológica.
Sin embargo, los testimonios de apoderados y estudiantes indican que las reglas rígidas aún son comunes: desde profesores que niegan permisos para evitar que “todos quieran salir”, hasta baños cerrados fuera del recreo o sin supervisión, generando miedo, ansiedad o vergüenza en quienes realmente lo necesitan.
Recomendaciones desde la salud infantil
Belén Sánchez, kinesióloga especialista en piso pélvico infantil de la misma fundación, señala que es posible encontrar un equilibrio entre el orden pedagógico y el bienestar de los menores. Algunas claves para avanzar en esa dirección son:
- Flexibilizar los permisos para ir al baño: No todos los niños tienen la misma capacidad de espera, y forzarlos a aguantar puede derivar en consecuencias graves.
- Establecer horarios miccionales regulares: Fomentar rutinas para ir al baño durante los recreos y luego del almuerzo puede ayudar, especialmente en los más pequeños.
- Mejorar la infraestructura sanitaria escolar: Baños sucios, sin papel higiénico, sin pestillo o con tazas demasiado grandes pueden desincentivar su uso. Asegurar condiciones dignas y apropiadas es parte del rol de cada institución.
- Promover la educación en salud: Enseñar a los niños y niñas a escuchar a su cuerpo, a no reprimir la necesidad de orinar, y a mantener una buena hidratación y alimentación rica en fibra también es una herramienta preventiva poderosa.
El estreñimiento también es un problema
Aunque la discusión suele centrarse en la micción, los expertos advierten que lo mismo ocurre con la defecación. Evitar ir al baño cuando se tiene ganas puede provocar estreñimiento crónico, un problema común en escolares. Si las heces se endurecen y no son evacuadas, el intestino se habitúa a retenerlas, lo que puede derivar en encopresis —una evacuación involuntaria en la ropa interior, con consecuencias físicas y emocionales para el niño o niña afectado.
La incomodidad de no poder ir al baño no solo repercute en la salud: también afecta el rendimiento escolar, la concentración y la autoestima. La ansiedad de tener que “aguantarse” puede convertirse en una fuente de estrés constante.