Inventó en 1983 la que pasaría a conocerse como «inflación caótica», que revisa no solo la teoría original del «Big Bang», la gran explosión que dio origen al universo hace 13.800 millones de años, sino también la teoría creada en 1980 por el físico teórico Alan Guth, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
El astrofísico ruso Andrei Linde está «maravillado» de que su teoría de la inflación caótica sobre el origen del universo se haya demostrado 30 años después y asegura que vivimos en un «multi-universo» que se reproducirá eternamente.
Linde inventó en 1983 la que pasaría a conocerse como «inflación caótica», que revisa no solo la teoría original del «Big Bang», la gran explosión que dio origen al universo hace 13.800 millones de años, sino también la teoría creada en 1980 por el físico teórico Alan Guth, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Según el astrofísico ruso y profesor de la Universidad de Stanford (California) una explosión de menos de un miligramo de materia originó «todo el universo».
Y no solo eso, sino que tras esa explosión «el universo comenzó a producir sus propios ‘bebés’, hijos e hijas, que a su vez también generan nuevos bebés universos», dijo Linde en entrevista con Efe.
«O sea que este proceso se puso en marcha y a continuación el universo se ha ocupado de sí mismo y continuará existiendo por siempre y generando nuevas partes, una imagen espléndida, de ser correcta», añadió el astrofísico de 66 años.
Indicó que la parte del universo en la que vivimos todavía sigue creciendo «un poco», mientras que en otras partes del «multi-universo» esa expansión es «muy, muy rápida», un proceso acuñado como «inflación eterna».
Su teoría recibió un fuerte espaldarazo este mes, cuando la revista «Nature» publicó el resultado del trabajo de un equipo de científicos de EE.UU. que detectaron por primera vez las «ondas gravitacionales primordiales» que se generaron tras el Big Bang, un descubrimiento que según los expertos es merecedor de Premio Nobel.
El equipo percibió por primera vez mediante el telescopio BICEP2 instalado en el Polo Sur, en un pequeño retazo de cielo, esas ondas gravitacionales, consideradas el Santo Grial de la cosmología.
El hallazgo de estas pequeñas ondulaciones de energía, que serían imperceptibles para el ojo humano, demostraría la teoría de Linde.
«El que algo que parecía ciencia ficción comenzase a aceptarse gradualmente y 30 años después vaya camino de ser confirmado por datos experimentales es ciertamente interesante, hermoso y esperanzador», dijo el astrofísico, quien advirtió, de todos modos, que son necesarios experimentos adicionales antes de que los resultados sean «100 % correctos».
Indicó, por otro lado, que dado que el universo continúa reproduciéndose «eventualmente en alguna de sus partes emergerá vida absolutamente como la nuestra».
Aseguró, por lo demás, no ser un hombre religioso, aunque reconoció que hay preguntas a las que la ciencia no da respuesta.
«No sabemos cómo explicar el simple hecho de nuestra vida, lo que significa experimentar dolor o la felicidad o lo que hace que todos estemos vivos, qué significa eso en general», afirmó.
«Creo que en última instancia intentaremos entender todas esas preguntas simultáneamente con el entendimiento del universo y puede que en ese momento tengamos una gran visión», añadió.
«No es que queramos negar la existencia de algo superior a nuestra propia inteligencia, sino que queremos todas las posibilidades más sencillas primero», explicó.
Mencionó que el plantear preguntas básicas resulta crucial.
«Todo el mundo sabe que el universo es grande y a nadie le importa por qué pero una vez que descubres la respuesta cambia algo en la forma en la que se plantean otras preguntas», afirmó.
Insistió en que ésa es la forma de que nuestro entendimiento del mundo y nuestro lugar en él avance.
Más allá de los interrogantes científicos, le gustaría «comprender qué es la vida y la muerte».
«No estoy solo interesado en las preguntas de mi profesión sino en preguntas más profundas sobre la vida en general que pueden ser más complicadas que las relacionadas con el universo», dijo.
Su amor por la física y la astronomía nació en un largo viaje en automóvil desde Moscú al Mar Negro.
«Cuando era niño quería estudiar Geología, iba a todos lados con mi martillo de geólogo y coleccionaba minerales. Me parecía muy romántico», apuntó.
Fue entonces cuando se embarcó, a sus 14 años, en el viaje al Mar Negro. Sus padres, ambos físicos, lo sentaron en el asiento trasero con dos libros, uno sobre astronomía y otro sobre la teoría de la relatividad.
A Linde le fascinaron los libros y al final de aquel viaje comenzó una nueva etapa: «Mi vida anterior se había acabado. Dejé de ser geólogo y me convertí en físico».
Su educación en Moscú fue «excelente», según Linde, quien dejó la entonces Unión Soviética a finales de los 80 para un trabajo temporal en Ginebra, tras el que recibió una oferta para dar clase, junto con su mujer, también física, en Stanford.
«Fue bastante inesperado porque planeábamos volver pero la vida nos había preparado otros planes», señaló.
Linde sigue muy pendiente de lo que pasa en Moscú, gracias, en gran parte, a las conversaciones telefónicas diarias con su madre de 94 años, una mujer «valiente» que en la II Guerra Mundial fue comandante de la división de mujeres bombarderas nocturnas.
«Era una división de aviones ligeros que volaban solo por la noche porque durante el día eran un objetivo fácil, pero eran bastante eficientes y estaban pilotados solo por mujeres, que querían demostrar que también podían luchar contra los alemanes», concluyó.